Se dice que los legionarios son los novios de la muerte. Sin embargo, en la mañana del lunes, fue la parca quien quiso tener un affaire con quienes huyen de la guerra y las miserias, buscando alcanzar una tierra plagada de oportunidades según el inconsciente colectivo del continente africano.
El pasado lunes un grupo de trece migrantes se arrojaron al mar, sin seguridad de ningún tipo y la mayoría sin saber nadar. De esas trece personas que salieron de Marruecos en una pequeña semirrígida, sólo doce llegaron a Ceuta con vida. La misma orilla rocosa en la que estos supervivientes dieron sus primeros pasos en España, fue el escenario en que su compañero dio el último aliento. La muerte, caprichosa, lo quiso a él.
Uno de esos supervivientes cuenta a El Faro como se desarrollaron los acontecimientos aquella mañana. Recién llegado, todavía cansado y somnoliento por el esfuerzo realizado, se encuentra un poco desubicado y se acomoda como puede a su nueva vida. Prefiere no revelar su identidad, motivo por el que se hará referencia a él como Nono. El joven de 20 años (oriundo de Conakry, Guinea) se fue de su casa sin decir a su familia cuáles eran sus intenciones porque no quería preocupar a su madre. Nono se crió en una familia pobre de la capital del país, con escaso margen de mejora debido a la inestabilidad política, donde la esperanza de vida al nacer no llega a los 49 años. Paradójicamente, Guinea es el país que alberga las mayores reservas de bauxita del mundo (supone el 25% de este material en el planeta) y posee grandes cantidades de oro y diamantes mientras el 80% de la población trabaja en la agricultura, sin posibilidades de beneficiarse de semejante tesoro nacional. Ante tal panorama, Nono decidió viajar a Europa para ganar algo de dinero y regresar algún día a su casa natal para montar un negocio y, tras asegurarse de que no le falte de nada a su madre, casarse y establecer una familia.
Emprendió un viaje de 6 meses en los que saltaría a Senegal en taxi, conocería Mali en camión, llegaría a Argelia en un camión más grande, con decenas de migrantes apilados en la bañera del vehículo, y terminaría pisando Marruecos tras bajar de una pickup compartida con más gente. En el país vecino recorrió Casablanca y Rabat hasta Tánger, ciudades en las que malviviría acosado por la Policía y por muchos de los propios ciudadanos marroquíes. Bajo estas condiciones estuvo trabajando en la construcción, durante meses, para ganar algo de dinero y pagar con él el pase vía marítima hasta Ceuta. Pese a haber visto y sufrido en sus propias carnes la crudeza de la realidad de la migración, en el momento en que se embarcó en la zodiac no sabía que todavía le acechaba una experiencia que supondría un recuerdo imborrable en su memoria, ver cómo un compañero del trayecto fallecía ante sus ojos sin poder hacer nada para ayudarlo.
Salida desde Marruecos
En la madrugada del lunes Nono abandonó la relativa calma de los bosques próximos a la frontera, donde muchos de los migrantes que esperan dar el salto a Europa se refugian para no ser molestados por los agentes marroquíes. Estaba todo preparado, había pagado 1.200 dirhams (120 euros) a un intermediario que le otorgaría una plaza en la embarcación en la que, junto a otras doce personas, realizó el trayecto de más de 10 kilómetros que separan la costa marroquí de Santa Catalina. Ya a las siete de la mañana llegó al punto de encuentro acordado en Fnideq (Castillejos). Ese fue el momento en el que conoció a los que serían sus compañeros a bordo de la embarcación con matrícula ceutí. Nono relata que aquella mañana el clima y el estado del mar eran apacibles, un escenario bien diferente del que se encontrarían al llegar a nuestras costas, una situación en la que nada les hizo pensar en contratiempos. De aquellas 13 personas tan sólo 3 sabían nadar, fueron los únicos que afrontaron la travesía con un mínimo de garantías pues el resto tendría pocas posibilidades de sobrevivir en caso de que sobreviniera algún incidente.
Ya con la tripulación fletada en la embarcación, navegaron rumbo al norte durante cinco horas. Según se aproximaban a nuestras tierras, la niebla, propia de los días de Levante, los fue abrigando y ocultando de los radares de la Guardia Civil y Salvamento Marítimo. Por si fuera poco, los muchachos estuvieron escondiéndose en la barca, pretendiendo ocultarse de otras naves que se fueron encontrando por el camino.
Llegada, rescate y tragedia
Ya próximos a la costa ceutí, el mar picado y las corrientes los arrastraron hasta la empedrada orilla de Santa Catalina. Viéndose cerca de tierra y sin poder dominar con garantías la barca, los trece muchachos saltaron de la misma con la esperanza de agarrarse a alguna de las rocas que sobresalen del agua. Los que sabían nadar consiguieron llegar a la costa ayudando a un par de compañeros, los que no, quedaron procurando no caer al fondo del mar. Con el agua al cuello, literalmente, se mantuvieron de pie los que encontraron apoyo sobre el fondo rocoso, “Dios nos ayudó mucho”, remarca Nono. La desgracia se cebó con el treceavo pasajero, que no encontró pie donde sostenerse y cayó al fondo mientras un líquido blanco salía de su garganta. Mientras tanto, paseantes y deportistas que se encontraban en Santa Catalina presenciaron la escena y avisaron al 112. Pronto llegó una embarcación de la Guardia Civil que, según Nono, no pudo acceder a la zona rocosa donde se encontraban, encontes fue cuando se acercó a una patera de pescadores que, tras un breve diálogo, se adentraría hasta casi la orilla para socorrer a los muchachos, recogiéndolos y llevándolos hasta la nave de la Benemérita. Tras ello, dos de los pescadores se arrojaron al agua y consiguieron arrastrar al ahogado hasta tierra, este fue el instante en el que comenzaron a llegar los Cuerpos de Seguridad y los primeros sanitarios. Nono ya no pudo ver más de lo que sucedió en aquel pedrero, en aquel momento estaba siendo transportado hasta la torre de la base de la Guardia Civil en el puerto deportivo, lugar donde recibió la asistencia de la Cruz Roja. En ese mismo lugar desembarcaría, tiempo más tarde, el compañero que vio hundirse, todavía con miembros de la Cruz Roja intentando salvarle la vida. Los rescatados presenciaron con sus propios ojos cómo se esfumaba cualquier posibilidad para su compañero.
Así finaliza la versión de los hechos de Nono, quien no podrá olvidar la mañana en la que sintió una de las mayores alegrías de su existencia mientras sufría otra de las desgracias que la búsqueda de una vida mejor le está obligando a vivir. El relato es, sin embargo, tan sólo uno de entre miles que narran situaciones similares a lo largo y ancho del planeta, pasando a engrosar la lista de calamidades que se suceden día a día desde hace demasiados años y cuya frecuencia está aumentando con tal fuerza que es posible que termine manteniéndose en el tiempo.
Así se realizó el rescate de los supervivientes
1- Al llegar a la zona rocosa de Santa Catalina, los tripulantes de la balsa decidieron saltar al agua con la intención de llegar a la orilla. El oleaje y las corrientes les habían arrastrado hasta una zona de difícil acceso y no podían sacar la barca de allí.
2- Una embarcación de la Guardia Civil acude al rescate tras ser alertados por personas que se encontraban en el paseo. La patrullera se ve incapaz de adentrarse en las aguas pedregosas y se acerca a una embarcación pesquera marroquí.
3- Tras hablar con la Benemérita, los pescadores acuden al rescate de los migrantes, saltando dos de ellos al agua y subiéndolos a la embarcación.
4- La embarcación regresa con los rescatados junto a la patrullera de la Guardia Civil y los migrantes cambian de nave. Inmediatamente, los pescadores regresan para sacar el cuerpo del ahogado, instantes antes de que se personasen en tierra los sanitaros.
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