Si pudieran, dicen, volverían a Marruecos. Pero el reino de Mohamed VI decidió cerrar las fronteras en un abrir y cerrar de ojos, dejando a un puñado de sus súbditos bloqueados en Ceuta. Desde aquel 13 de marzo no ven a sus familias repartidas entre Rincón, Castillejos o Tetuán. Han pasado de estar haciendo trabajos en casas y obras a verse atrapados en la ciudad a la que solo accedían para ganarse la vida.
“Nosotros queremos ir a Marruecos, pero nadie nos escucha. Estamos aquí, como en una cárcel”, explica uno de los integrantes de este colectivo, aludiendo al pabellón de La Libertad en donde fueron trasladados para evitar su permanencia en las calles. Son unos 25 marroquíes transfronterizos de un grupo algo mayor que fue diseminándose. Algunos se fugaron a nado al país vecino y otros están durmiendo en casas del Príncipe, en garajes o incluso dentro de coches. Ya no tienen casi dinero ni tan siquiera para comunicar con sus familiares. “Si mi madre o mi padre nos ve cómo estamos se mueren”.
Ellos son las víctimas de este coronavirus que les aisló en Ceuta, sin posibilidad de que Marruecos aceptara su regreso. Muy al contrario, sí que abrieron las puertas para sacar a 1.100 caravanas, pero no a la inversa: para aceptar a marroquíes que solo quieren volver con sus familias, habiendo dejado a mujeres, niños de corta edad y padres.
No quieren estar en ‘La Libertad’. “Aquí hay mucha pelea, mucha ruina, todo está roto”, denuncian. “No nos gusta esto, es una cárcel, no podemos aguantar aquí”, dicen. “Unos hacíamos obras en casas, otros pintura, carpintería..” y cuando se anunció el cierre de la frontera ni se enteraron. Llegó el momento de volver a su país y ya no pudieron hacerlo. Pensaban que el rumor de que cerrarían el paso fronterizo era una broma, que al día siguiente estaría abierto. Pero de eso han pasado ya dos semanas y sus mujeres e hijos están al otro lado y ellos aquí.
Han decidido iniciar una especie de huelga de hambre temporal como medida de protesta no solo por su situación sino también porque, aseguran, no disponen de recursos ni siquiera para ducharse. “Nos preguntaron qué necesitábamos pero aquí no hay nada, ni chanclas, ni mantas, ni gel. Llevamos lo puesto desde hace días, no nos podemos cambiar. No queremos estar así, sin poder ducharnos, aquí encerrados. Nosotros no queremos fugarnos a la Península, queremos ir a nuestro país”, insisten desesperados. “Aquí hay muchas peleas, robos...”, insisten, desligándose del grupo de marroquíes inmigrantes que vivía en las escolleras y cuyo propósito es cruzar al otro lado pero del Estrecho.
Esta misma semana la Ciudad trasladaba a la Delegación del Gobierno su petición para que acogiera en el CETI a los transfronterizos. La administración de la Plaza de los Reyes respondió diciendo que eran inmigrantes. En las palabras y testimonios de estos marroquíes se ve que no es así, además tienen su documentación que lo demuestra. Junto a ellos está un español conocido como ‘el veterano’ que traduce sus peticiones y se encuentra también en las instalaciones para no permanecer en la calle, como otras tantas personas que no tenían techo y han tenido que ser acogidos en el pabellón. “Estamos como salvajes, no tenemos higiene. Yo soy de Ceuta y no nos hacen caso”, explica este portavoz. “No nos dan toallas, estamos con la misma ropa con la que entramos”.
Los familiares de estos transfronterizos se han puesto en contacto también con el periódico para pedir que sus maridos puedan regresar a Marruecos. La ineficacia diplomática se ha demostrado a pie de frontera una vez más. Conforme pasan los días cada vez es más complicado que ese regreso pueda producirse si no se abren las puertas que separa Tarajal de Bab Sebta.
Ellos solo quieren volver. Han pasado de terminar las ‘chapuzas’ en una casa de Ceuta a verse ‘retenidos’ contra su voluntad porque las órdenes de blindaje impuestas no han dejado siquiera un resquicio para entender su caso, para asimilarlo y denunciarlo.
Este grupo dice desconocer dónde estás las mujeres que durante unos días permanecieron en la explanada del Chorrillo, como tampoco dónde están sus compañeros. A ellos les instaron a entrar en ‘La Libertad’, un lugar del que ahora solo piden salir, salir como sea.
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