El sector de la Construcción agoniza. Todavía le ha dado tiempo a poner el grito en el cielo para lanzar su último mensaje de auxilio. El descenso de la actividad es brutal y desde hace un tiempo todas las obras con sello del Ayuntamiento vienen marcadas a fuego con un nombre: Tragsa. No hay vida más allá. Las empresas tienen que aguantarse, resignarse, patalear y buscar las habichuelas, si es que todavía queda alguna suelta, para salvarse. Cada vez está más complicado, así que el último movimiento de ficha por parte de los constructores ha sido buscar la protección entre todos para, unidos, exigir la paralización de las encomiendas a Tragsa.
Para obtener respuestas primero hay que hacerse preguntas y dejar de mirarse el ombligo
En esta historia de callejones sin salida, de horizontes negros, de cuentas y números que no salen, llama la atención los silencios. Ahí tenemos el del PSOE. Ahora en el poder. Tendrá mucho que decir el partido que lidera Manuel Hernández sobre las encomiendas a Tragsa, sobre su continuación, sobre qué futuro le espera a la empresa estatal. Tendrá mucho que preguntarse en torno al idilio habido, de unos meses hacia acá, entre Gobierno y Tragsa hasta el punto de monopolizar todo en esta ciudad. Porque nunca nadie ha dado una razón convincente más allá del ‘y por qué no’. Pero claro, para obtener respuestas primero hay que hacerse preguntas, ejecutar una política más allá de las visitas a barriadas o de mirarse el ombligo.
Sobre el idilio entre Gobierno y Tragsa poco sabemos, casi nada se nos ha dicho
Ya no solo es preocupante que un sector lance una última llamada de atención porque se ve con el agua al cuello. Es también que son ya demasiados sectores los que emprenden esa misma ruta de denuncia, lo que da pie a una sensación de desánimo, de pesar, de sentimiento negativo que no gusta y que nada bueno trae a una Ceuta a la que queremos seguir reconociendo dentro de unos años. Como sigamos así, pocos avances lograremos.