Categorías: Opinión

Tragedia y milagro en Benzú

La pasada madrugada la inmigración volvió a mostrarnos su cara trágica. No tiene otra. Que haya personas que arriesguen sus vidas solo por soñar con la nuestra siempre es trágico. Casi 200 inmigrantes consiguieron llegar a Ceuta bordeando el espigón de Benzú, saltando su valla o arrojándose al mar para entrar a nado. Dos no lo lograron. Sus cuerpos, tendidos en la playa dibujaban la fotografía del fracaso. Algo no se estará haciendo bien en este mundo cuando hay que levantar vallas, muros con alambres y concertinas para evitar que otras personas intenten tener futuro. Sus cuerpos ya sin vida fueron subidos a una camilla, retirados del lugar y olvidados. Todo esto en plena madrugada de Navidad, en una noche que para los creyentes tiene su significado y que ayer, viendo estas imágenes, no hizo más que abrir otra herida más en los corazones de quienes seguimos sin hallar una explicación a tanta muerte, tanta desaparición.
Otros tres subsaharianos pudieron haber muerto. Se estaban ahogando cuando los GEAS de la Guardia Civil los sacaron, los reanimaron e hicieron el milagro de esa noche de tragedia, recuperar sus vidas. Estaban casi muertos, pero lo consiguieron. Escribir esto es fácil. Cuatro líneas, una narración de lo sucedido... lo realmente complicado es que entiendan la labor que hicieron los agentes de esta unidad de la Guardia Civil. Había que estar ahí, en esa madrugada oscura solo iluminada por la luna, en ese mar traicionero que no sabes cuándo te respeta y cuándo te odia. Había que estar ahí porque había que lograr que esos tres jóvenes no fueran otros más en esa gran bolsa de ‘varones, negros, sin identificar’ que engordan los libros del Registro Civil. Les confieso que me siento inútil para escribir cómo fueron esos momentos. Me quedo con el rostro de esos agentes, con las miradas de quienes saben que lograron esquivar a la muerte para que no atrapara a esos jóvenes. Y lo lograron.
Unos lo llaman suerte. Otros casualidad. Yo sigo aferrándome a la fe, aunque cueste, y mucho. Sigo aferrándome a que esta madrugada no podía haber más dolor, no podía haber más tragedia, había profesionales intentando salvar vidas. Y lo consiguieron.
Hoy cerramos otro capítulo pasajero de una inmigración que no cesa, que a diario nos recuerda que este mundo no funciona, que algo estaremos haciendo mal, que hemos torcido los renglones que se escribieron rectos y hoy tenemos sus consecuencias.

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