“Trabajar con ancianos es duro pero muy gratificante”

{jaimage crop="BC" /}La misma unanimidad con la que la Asamblea de Ceuta, el pasado mes de julio, aprobó que la Residencia Nazareth fuera galardonada con una de las dos medallas de la Autonomía que se otorgan hoy han aplicado quienes hoy llevan las riendas de la institución para decidir quién debe recoger tan honorable galardón. “Queremos que llegue a manos de don Manuel de la Rubia, pues al fin y al cabo gracias a su empeño y el de Francisco Lería se construyó esta residencia”, explica el gerente de Nazareth, Pedro Arrebola. Eso sí, después será el vicario, don Juan José Mateo, como comisario de la Pía Unión, quien dirija unas palabras de agradecimiento en nombre de esa gran familia compuesta por 80 residentes, más de medio centenar de trabajadores y un sinfín de voluntarios que contribuyen, con su granito de arena, a la subsistencia de la institución.
Con sorpresa, alegría y agradecimiento. Así recibieron la noticia los responsables de la residencia de Nazareth, encabezados por el vicario, el director Francisco Javier Islán y el gerente Pedro Arrebola. “Nos gustaría poder las gracias a cuantos colaboran, que van desde organizaciones como Cruz Roja o Cáritas, a hermandades que hacen visitas semanales a los abuelos o grupos de mujeres que se brindan altruistamente a labores como el planchado de la ropa”, explica Arrebola, “también empresas y particulares, pero seguro que se nos olvidaría alguien”. Y es que en la residencia saben bien que sin el aliento y el respaldo de quienes les ayudan nada sería posible. “Trabajar con los ancianos es duro, pero sobre todo es vocacional y muy gratificante ya que cualquier mínimo detalle lo agradecen enormemente”, asegura Arrebola recordando que entre los residentes hay historias de lo más variadas.
Algunos, por supuesto, cuentan con familiares en la ciudad que diariamente o con relativa frecuencia les visitan y les alegran una pequeña parte del día. Sin embargo, otros no tienen la misma suerte. “Hay muchos que no tienen a nadie, la única familia con la que cuentan somos nosotros, así que debemos ser especialmente sensibles con ellos y darles mucho cariño”, recuerda el gerente de la residencia. Eso es lo más gratificante. Ver la sonrisa y el agradecimiento a través de sus curtidos rostros. “Creo que quienes vienen a visitarnos perciben que los abuelos están contentos y ese es el principal reconocimiento con el que nos quedamos”, dice Arrebola.
Hay que remontarse a los años sesenta para encontrar los orígenes de este proyecto benéfico asistencial, de la mano de un grupo de personas liderado por Francisco Lería y en el que se encontraban también nombres como el mencionado Manuel de la Rubia, José Luis Iravedra, José Jiménez García, Santiago Ayora Alonso y Jaime Antón Pacheco. Este último, tal y como recuerda el cronista oficial de la Ciudad, José Luis Gómez Barceló, fue autor de prácticamente todas las instalaciones. “Ellos colaboraban en otro tipo de instituciones y vieron la necesidad, porque entonces no existía ese servicio dirigido a las personas mayores de la ciudad”, recuerda Arrebola.
Con la caridad como bandera, la atención y acogida a las personas con menos recursos continúa siendo, como antaño, su principal función. “Aquí no tenemos lujos, incluso contamos con deficiencias y el gran hándicap de la estructura de la residencia ya que los pabellones están dispersos y a la hora de trabaja no resulta funcional”, explica el gerente, “hoy en día no se habría construido así, pero se hizo como se pudo en el momento”. Un hecho que sabe que, a corto plazo, no se puede variar ya que la situación económica actual solo permite subsanar las necesidades urgentes del día a día, pero no una reforma integral de la estructura.
A pesar de las dificultades, el reconocimiento que hoy recogerán durante el acto del Día de la Autonomía que se celebrará por la tarde en el Teatro Auditorio del Revellín servirá para reafirmar el compromiso de trabajadores y voluntarios en su atención diaria a los 80 residentes. Una ‘palmadita en la espalda’ que reconoce su labor y les impulsa para continuar trabajando. “Nuestro principal objetivo es que los abuelos estén bien y luchamos por ellos, por su bienestar”, asevera. Ancianos que en ocasiones no tienen nada y gozan de una atención especializada, tal y como muchas veces requieren sus estados de salud fruto del paso de los años. Por este motivo continuar adelante no ha sido fácil en los últimos años, pues se depende de aportaciones hechas por diferentes fuentes de financiación, siempre voluntarias.
Desde que en 1967, arranca el proyecto con la redacción de un reglamento de la Pía Unión de la Fraternidad en Cristo y, pocos meses después  se realizó la erección canónica en el mes de  julio con la aprobación de sus estatutos muchas cosas han cambiado en la sociedad. Pero las personas mayores continúan siendo, en muchos casos, un colectivo vulnerable que reclama, década tras década, atención. La residencia de Nazareth se lo brinda desde entonces siempre desde el cariño, la profesionalidad y también la fe. Por todo ello nadie duda de que el galardón que hoy recogen es más que merecido.