La muerte de un joven apuñalado en el puerto de Ceuta hace ahora una semana ha vuelto a hacer saltar las alarmas de un problema que parece no encontrar solución. En este caso, son los trabajadores de las empresas instaladas en el recinto portuario los que temen ser víctimas de una agresión similar y los que reclaman mayor presencia policial y más seguridad en la zona. Pese a la redada posterior a la muerte del joven y a la detención de su presunto autor, los empleados destacan que en estos últimos meses la presión migratoria ha aumentado y con ésta, la sensación de inseguridad.
Los trabajadores de la empresa Atlas son algunos de los están dispuestos a alzar la voz, ya que en su caso, se sienten desprotegidos en su propio espacio de trabajo. Aunque desde principios de año, gracias a la intensificación del patrullaje en la zona, la presencia de personal no autorizado se había normalizado, ahora la situación ha cambiado, “pero a peor”.
Indican que de nuevo hay más movimientos y más intentos de acercarse a los barcos que llegan al muelle de la Puntilla para abastecerse de combustible. “Antes ya no se acercaban a los barcos, otra vez vuelven a acercarse, porque tampoco hay tanta presencia policial”. La justificación que ellos ven es que esa presencia policial que en su día aumentó, ahora ya no es tan persistente y eso ha permitido el aumento de personas deambulando por zonas en las que sólo debería circular personal autorizado.
Lo mismo ocurre en el muelle de Levante, aseguran, puesto que son esos puntos, donde se recarga el combustible, los más sensibles para aprovechar ese intento de poder acceder a uno de los barcos. Temen volver a sufrir agresiones, como ya sucedió hace unos meses, o que se atente contra el patrimonio de estas empresas, causando daños de consideración. “Esa amenaza siempre existirá hasta que no se tome remedio”, alertan los empleados.
Ante esta demanda de más seguridad por parte de los empleados de esta empresa, no han recibido respuesta para concretar un encuentro con la Delegación del Gobierno para exponerles la situación en la que se encuentran. Por parte de Cepsa -empresa de la que Atlas es concesionaria-, a nivel nacional, ya se están llevando a cabo estudios para incrementar la seguridad de sus instalaciones y también de sus empleados, “de cara a que estemos protegidos ante una amenaza”, pero el problema radica cuando estos deben salir a atender a los barcos que llegan a repostar y se encuentran en una zona, supuestamente restringida, pero de la que lamentan que no haya el control exhaustivo que debería tener.
“Por lo menos hemos enviado tres solicitudes de reunión -con la Delegación- y no nos contestan, ni siquiera respuesta negativa, ni siquiera eso”, reclaman estos trabajadores que sólo esperan que no “ocurra nada” para que se dé esa reunión, ya una vez que haya sucedido otra agresión. Recuerdan que la Ciudad sí les recibió en su momento, pero en el caso de la Delegación, aún no se ha producido dicho encuentro.
Los trabajadores de Atlas no son los únicos que se deben enfrentar a esta presión migratoria, los camioneros tratan día a día con este problema ante el que confiesan que hay una “absoluta impunidad”. Representantes de estos trabajadores aseguran que de nada están sirviendo las batidas, ya que horas después el puerto presenta la misma situación. “Aquello se ha convertido en su hogar”, comenta el representante de este colectivo que día tras día sortea el ingreso de sus unidades en el barco con destino a la Península, con el temor de llevar a alguna persona oculta en los bajos o en el interior de las bateas. “Jurídicamente estamos desprotegidos”, denuncian.
Lo que más sorprende a estos trabajadores es la manera de proceder: “No se esconden”, inciden, por lo que recriminan que tienen la seguridad que pese a ser descubiertos, “no les pasa nada”. Lamentan que las batidas que se llevan a cabo de manera puntual no se hagan diariamente, para que al menos sirva de efecto disuasorio. Sin embargo, ven una clara debilidad en este procedimiento, ya que “no se puede retener ni detener”, destacan el representante de los transportistas. Eso quiere decir que, por muchas batidas que se efectúen, una vez transcurridas unas horas o justo en el proceso de embarque, todo vuelve al punto de partida.
Al igual que los trabajadores de Atlas, los transportistas reclaman más vigilancia y sobre todo, que las zonas restringidas se acoten. No entienden el control que hay para que las personas ajenas al puerto no puedan entrar, pero que se permita que haya personas rondando por lugares al que acceden de manera ilegal. “Todo no vale”, espeta este trabajador, advirtiendo que ya no se van a frenar a la hora de denunciar a aquellos que dañen su patrimonio intentando lograr el pase escondidos.
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