Categorías: Opinión

Trabajaderas solitarias

Analizar con rigor la ausencia de costaleros en muchos de los pasos de Ceuta se me antoja una labor ardua, pues trasciende más allá del plano estricto de las hermandades, llevándonos hasta el punto de replantear ciertos conceptos de las diversas formas de agruparnos y relacionarnos socialmente. El concepto de “cuadrilla de costaleros” nació como consecuencia de la necesidad de cargar las imágenes, siendo las motivaciones muy distintas, siempre dependiendo del periodo de la historia a la que nos refiramos. Y aquí, obviamente, me gustaría hacer un paréntesis que diferencie bien la evolución en Ceuta y el avance de la historia de los costaleros en Andalucía. Quizás la forma de agruparse de los encargados en trasportar las imágenes tiene un mismo origen, pues eran también los cargadores del muelle quien se ocupaba de portar los pasos. La diferencia podríamos encontrarla en el tipo de herramienta de carga utilizada en toda la zona de la Baja Andalucía y las diversas usadas en Ceuta. Nuestra ciudad guarda vestigios históricos en forma de documentos gráficos que recogen fotos de horquilleros, arrenpujadores, portadores y cargadores. Pero no encontramos los orígenes del costal en Ceuta hasta los comienzos de los años sesenta, cuando la primera generación de los Curado comandó a la Virgen de Mayor Dolor en la tarde del Viernes Santo, aportando una imagen en blanco y negro que es santo seña para los que defendemos este mundillo (una foto con el paso arriado y el faldón arriba, donde podemos ver los primeros costaleros con costal blanco, en un paso que lucía por entonces los respiraderos de línea recta de Seco Velasco). Ese sería, sin duda, el segundo periodo de la carga en Ceuta a nivel social, pues pasamos de los asalariados a los militares que eran básicamente los integrantes de esa cuadrilla, de la misma forma pasó en otras cofradías pero no haremos mención a otras formaciones, pues no usaron el costal y no nos sirven de referencia histórica a la hora de hablar del momento actual de los costaleros.
En el avance del mundo de la carga en las cofradías de Ceuta también se ve influenciado por la aparición de los hermanos, que supuso una revolución social, aunque a la larga no ha sido una solución de garantía para las trabajaderas de nuestra ciudad y aquellos pioneros no calaron de ninguna forma. Así podríamos distinguir tres etapas en el campo social, una primera de cargadores asalariados, otra de militares igualmente pagados o recompensados y por último los hermanos que crecieron de una forma muy distinta a la andaluza. Los hermanos costaleros de Andalucía nacen por una necesidad de ahorrarse el dinero en las hermandades y motivados por muchos costaleros profesionales que se adaptaron al cambio de buena gana por su bendita afición de ser los pies del Señor por las calles. Circunstancia distinta a la ceutí pues aquí la herramienta de carga no se había instituido y no teníamos asimilada como tradición una forma determinada y concisa de llevar las imágenes.
En definitiva, no es hasta principio de los noventa cuando se instituye el costal como forma de carga generalizada en casi todas las hermandades y comienza a forjarse el estilo definido de portar las imágenes. Si hacemos un recuento de estos últimos veinte años con costaleros podemos encontrar datos interesantes que nos den pistas de la situación que vivimos.
En el año 1990 la hermandad de la “Pollinica” sólo contaba con un paso, la hermandad de la “Encrucijada” no portaba en un paso al Cristo, el Medinaceli todavía se cargaba con almohadilla y la Virgen de los Dolores no era aún ni un sueño. La Vera Cruz no procesionaba y cuando lo había hecho en años anteriores siempre utilizó las ruedas, el “Silencio” también cargaba utilizando la almohadilla y acababa de abandonar los arrempujadores. Y el viernes la Expiración llevaba los dos pasos a ruedas al igual que el Valle. Ni decir tiene que el Resucitado que salía era el de la Amargura y cargaba a estilo malagueño con portadores de trono. Pero si somos estrictos podríamos ampliar la lista con los pasos de gloria, por ejemplo el Corpus hacía su salida a ruedas, de la misma forma que la Virgen de África y por aquel entonces no existía la cofradía de San Daniel.
En definitiva, de los veinticinco pasos que salen en la Semana Santa de Ceuta a día de hoy podríamos necesitar alredor de 850 costaleros sin contar ningún tipo de relevo… quizás una cifra inalcanzable sino se sacan varios pasos por los mismos costaleros, ni se trabaja para fomentar la afición a la costalería. Y digo bien, porque la devoción por Cristo y María se le debe presuponer a un costalero, sin entrar a valorar otras condiciones, siendo el arte de llevar los pasos una disciplina que necesita de una técnica que debe trabajarse bajo las parihuelas de ensayo y donde se hace necesaria la afición para acudir a cada cita del capataz.
Los costaleros, pese a tener clara su labor dentro de las hermandades siempre han vivido y han caminado de forma paralela, sin estar ligados a cuotas, en la mayoría de las ocasiones ocupando una función exclusiva y sin ataduras.  Las cuadrillas deben formar una gran familia dispuesta a sacar los pasos a la calle y deben dejarse atrás consideraciones y prejuicios acerca de las motivaciones de cada uno. Obviamente no hay una solución mágica que arregle la falta de hombres bajo los pasos, pero sí podemos conocer la forma de asociarse en otros lugares y orientar la captación buscando valores diversos para atraer a los jóvenes. Promocionar los valores del respeto, la honestidad, la amistad, el trabajo, la ayuda, la cooperación, la entrega, la formalidad, la lealtad, la cordialidad y el compromiso podían ser una buena medida para empezar a plantar la semilla de los nuevos costaleros.
Ser costalero es una forma de ser y si me apuran una forma de vivir, donde la palabra y la responsabilidad deben ir unidas de la mano, aportando durante todo el año un trabajo que no debe partir desde las hermandades y sí desde el cuerpo de capataces que son los responsables de las cuadrillas. La aparición de la figura del capataz de cofradía (capataz que maneja dos cuadrillas y saca varias hermandades), respetar el mundo de los de abajo y asumir errores es el principio para buscar avances reales. Pasar por alto, relativizando y no dándole importancia a las trabajaderas, supondrá la vuelta a la profesionalización y las cofradías deberán rascarse el bolsillo para salir con costaleros.
En definitiva, obviar de una forma arrogante la importancia de mundo del martillo y la trabajadera, interpretando de una forma desvirtuada la labor de los acérrimos al costal y aportando opiniones desde el desconocimiento solamente nos guiara a la pérdida de la pureza de una de nuestras costumbres la cual algunos amamos con una apasionada afición.

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