No hace mucho, pero ya antes del televisivo Papá Noel, los niños españoles incluidos los que hablan catalán, gallego y euskera, se despertaban nerviosos sin necesidad de ser llamados por sus padres el día de los Reyes Magos. El seis de enero sigue siendo un día muy especial, donde todos los niños comprueban que sus deseos se han hecho o no realidad.
Llegaba el desayuno a base de un roscón de reyes y una taza de chocolate. Al roscón se le añadía una figurita y el haba. A quién le tocaba lo primero le suponía la coronación como rey de la fiesta y a quién le tocaba el haba era quien además de tener que pagarlo se le llamaba “el tonto del haba”. La evolución de la palabra declinó en lo que hoy conocemos como TONTOLABA.
Después de las elecciones, esa es la cara que se le quedó a quienes comprobaron con sorpresa y cierto estupor, que después de las acciones llevadas a cabo por el presidente en funciones del gobierno, la diferencia entre la derecha e izquierda era tan solo de algo más de 380.000 votos, el 1,7 % del total, excluidos los separatistas.
Creía Feijóo que ante tamaños desmanes y el resultado de las municipales ganarían las elecciones sobradamente. Así se lo pronosticaban los gurús de la actual política que conocemos ahora como politólogos, los asalariados comentaristas de las tertulias de las cadenas televisivas y las múltiples encuestas. Cualquier dirigente político que se precie, debe tener hoy en sus filas tres cosas imprescindibles; un politólogo que justifique sus decisiones, un medio de comunicación afín que las ratifique y una buena encuesta favorable a sus intereses para presentar en las elecciones.
De todo lo escuchado hasta el momento, falta un análisis de lo ocurrido que no se encuentre basado en la explicación de las pésimas decisiones y errores cometidos por el adversario, si no va acompañada de una autocrítica real, seria y profunda. Si después de cuatro años escuchando las falsas promesas y los continuos incumplimientos del actual presidente en funciones del Gobierno, Feijóo sigue deseando lograr un gran pacto con el centro izquierda, es que no se ha enterado aún de nada, ni ha situado en su lugar al PSOE actual, ni a su presidente, ni sabe que Ciudadanos ya no existe, ni sabe que su partido es liberal y por muy de centro que quiera vestirlo, no deja de ser de derechas y mientras muestre ese complejo endémico, más le vale a su partido que este hombre se vuelva pronto a Galicia, porque electoralmente se está inmolando.
El líder del PP permanece contumaz en el error y a pesar de la actitud de rechazo que recibe de la izquierda, sigue escenificando su desconsideración a la derecha que complementa la suya con continuas afrentas, olvidando todos los que le rodean, que hay una gran diferencia entre la perseverancia en la conquista de los objetivos propuestos y la negligencia en mantenerse en una percepción de la que hace mucho tiempo debería haber tomado debida nota y que les aboca a un fracaso en toda regla.
También deberían recordarle la fábula atribuida a Esopo de la rana y el escorpión. No tiene necesidad de sacrificar lo que se le ofrece por lo que le pueden ofrecer. Mal compañero de viaje es quién ya le clavó su aguijón envenenado en una ocasión enviándolo al fondo y que se encuentra tan desconcertado electoralmente como él. Peca además de un exceso de confianza, al contar con el sentido de Estado de quién él, como aspirante a presidente del gobierno falta al respeto, entrando así en la misma dinámica que sus opositores.
Tal vez le falte a Feijóo alguien en su equipo con el suficiente pragmatismo y valentía que le muestre los errores cometidos en un detallado análisis de las decisiones tomadas en las últimas fechas por el PP. Si alguien me dice que los hay, entonces el problema aún es más grave, porque significaría que son incapaces de comunicar lo que quieren hacer o pretenden. El ciudadano no entiende que llegue el PP y le ponga la bota en el cuello asfixiándolo, le da lo mismo que sea Europa o el Gobierno de España el responsable, a quién le falta el aire es al ciudadano que no puede respirar y si no es masoquista, tiene la percepción de que votar PP significa restricciones y votar PSOE, ayudas y subvenciones. Si no lo acaba de ver claro puede pedir consejo a su protegido de Ceuta que sabe mucho de como flotar sin ser arrastrado al fondo y de subvenciones y al que parece ser no le ha ido demasiado bien seguir sus instrucciones sobre aliarse con el PSOE.
Tampoco el mensaje empleado es el adecuado y las exquisiteces están muy bien para la oratoria del Congreso, pero no era lo mismo estar en la grada del Coliseo romano que en la arena. Aún recuerdo con sorpresa el desconcierto de Rajoy cuando el actual presidente en funciones le llamó en directo “corrupto”. Sin embargo, en el último debate televisivo cara a cara entre ambos aspirantes, no se escuchó en ningún momento nada sobre la corrupción por desvío ilegal de dinero público a intereses personales, y digo bien al no decir del partido, o de la forma que se había cambiado el código penal, o de la que se nos avecina con la condonación de deudas y los pactos con un delincuente para mantenerse en el poder, o de Marruecos, o el Sahara, o Argelia, o de la utilización torticera de la fiscalía, o de las faltas de respeto a la Corona y un largo etc. Oír hablar del IPC y de la inflación subyacente puso de los nervios a muchos espectadores. El resultado para el PP ha sido nefasto por mucho que nos quieran vender que tienen más votos. Nunca con tanto se ha conseguido tan poco y esa realidad no se puede obviar, el mensaje y la estrategia antes y durante la campaña no ha sido la adecuada. Supongo que ya se habrán dado cuenta que no asistir al debate posterior, dejando a Abascal como único representante de la derecha, no ayudó mucho.
Los ciudadanos, hemos dejado de percibir a los políticos desde hace tiempo, como personas que buscan el progreso y bienestar de la Nación. En la práctica, la política se ha convertido en la profesión más innoble de las conocidas, porque hemos dejado que lleguen a dirigirla, salvo raras excepciones, auténticos miserables que buscan el poder como medio para conseguir en primer lugar su propio beneficio, justificando lo injustificable, comprando o colocando en lugares estratégicos a “acólitos, amigos y familiares”, que nunca le exigirán cuentas y tapándolo todo con cargos, subvenciones y con un dinero que no es suyo, que termina enriqueciendo a estos profesionales del engaño y la mentira y endeudando al ciudadano. Pero lo más grave de todo es que no asumen que lo que han prometido a sus electores, es de obligado cumplimiento y no divagar sobre la interpretación ajustándola a su propia conveniencia. Todo se lo permiten porque no obtienen una respuesta contundente del electorado en las siguientes elecciones, seguramente porque se es del PSOE o del PP como se es para toda la vida del Betis o del Sevilla, es la maldición que sufrimos aquellos a los que no nos gusta el futbol.
Siempre me decían los profesores que estudiando la historia entendería mejor el presente. A mí me ha ocurrido lo contrario, nunca entendí el sometimiento del pueblo español a los franceses ante la entrada en nuestro territorio de los cien mil hijos de San Luis, cinco años después de terminada la guerra de la Independencia. Ahora me cuesta justificar o entender como hemos llegado a una situación como la actual, tanto a nivel nacional como local y cuando intento hacerlo, me vienen a la mente los 90.000 hombres comandados por Louis Antoine de Borbón, Duque de Angulema, sin que nadie osara levantar un dedo, siendo la misma generación de españoles que unos años antes estaban dispuestos a entregar sus vidas por la libertad, pero la diferencia era que ya estaban bien colocados y algunos de guardar cabras pasaron a obtener cargos representativos de importancia y así estamos ahora, chupando habas.