Ayer se cumplieron 43 años; yo tenía 17 y recuerdo que estaba en el instituto. Los profesores nos dijeron que nos fuéramos a casa y España se llenó de transistores y familias ante la televisión. Las calles comenzaron a vaciarse, muchos sindicatos dieron la orden de ocultar a buen recaudo los datos de los afiliados: la vida se paró de repente mientras los nostálgicos de la carcundia comenzaban a brindar con Champagne recordando los tiempos recientes de la dictadura.
Del 20 de noviembre del 1975 al 23 de febrero de 1981 habían pasado 6 años.
Al grito de “¡quieto todo el mundo!”, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, entró un 23 de febrero de 1981 a las 18:23 armado en el Congreso. El bigote, el tricornio y la pistola apuntando al techo del Congreso: esta es la imagen más icónica de Tejero, la cabeza visible del golpe.
Los únicos que no se escondieron bajo sus escaños mientras el golpista Antonio Tejero descargaba su pistola en el techo del hemiciclo, que aún conserva las marcas de los disparos, fueron Gutiérrez Mellado (ministro de defensa), Santiago Carrillo, (secretario General del Partido Comunista de España), y Adolfo Suárez (presidente del Gobierno).
“¡Quieto todo el mundo! Al suelo, al suelo...” las metralletas anunciaban al país que la democracia debería volver al exilio y que las pequeñas libertades conquistadas serían aplastadas por los tanques, las balas, la represión, las detenciones y la nueva dictadura militar que se anunciaba a golpe tiro.
Resulta curioso que los hechos de aquel día se han ido borrando de la memoria colectiva y sorprende que ya no abran los noticieros recordando los sucesos acaecidos en el congreso de los diputados.
Hoy mismo, que lanzo palabras a cañonazos, yo tampoco lo había recordado. Mi amigo Pedro Toro, que se ha convertido en mi memoria, me dijo: hoy el cañonazo será sobre el 23 de febrero.
El incendio del complejo de viviendas en el barrio de Campanar, que ya supera la cifra de los 10 muertos, la detención de Koldo García o el tema de la amnistía que ya nos sale por la orejas, puede ser la causa de que aquellos hechos no digan ninguna palabra sobre aquellos hechos. Lo cierto es que el tiempo es capaz de tragarse hasta el Imperio Romano.
Pero olvidar, o el olvido colectivo no es una buena receta, la memoria histórica no debe ser enterrada en una cuneta, en una fosa común o en los archivos de la televisión. Permitir el lujo de pasar de largo es un fracaso colectivo en una sociedad que busca la libertad, la justicia y la democracia.
Aquel día el Rey dio un discurso a la nación en defensa de la legalidad, pero hoy es uno de los hombres más corruptos que hemos sufrido. El ministro de Economía Rodrigo Rato, el banquero Mario Conde, el Jefe de la guardia Civil Luis Roldán, el presidente Aznar que nos llevó a una guerra, la OTAN de entrada sí de Felipe González, las mordidas, los chanchullos, los amigachos, el “hacemos lo que podemos” de Rajoy, la Valencia arruinada de Rita Barberá, el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz que hablaba con la virgen, Juan Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño torturador franquista) luciendo sus medallas al mérito...
El 23 de febrero sigue latente, agazapado.. .el lavado de cara y el maquillaje, la sordera, los trileros, los señores de la guerra...el 23 F también tiene sus metamorfosis.
El cañonazo nos lo recuerda a las 12 subido a la tribuna del Hacho y apuntando al cielo.
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