Opinión

Todos perdemos en Cataluña

Ahora andan allí en la fase de negoción para formar nuevo govern. Si se cumple lo acordado por los partidos radicales en el llamado “cordón sanitario” firmado conjuntamente, el próximo govern estará formado por soberanistas radicales, que seguirán empecinados en romper España, violentar la Constitución, saltarse las leyes, continuar en desacato a la Justicia, etc. Lo tienen más que prometido, primero durante el juicio del “procès”, y después desde la prisión donde los presos siguen forcejeando sus barrotes mediante un “permiso electoral” de muy dudosa legalidad, cuando ya el Tribunal Supremo se ha pronunciado en el sentido de que todavía es prematuro e improcedente, habiendo sido recurrido por el Fiscal. El caso es que, si dicho cordón lo mantienen, seguro que perderíamos todos con su “lo volveremos hacer”. Perderían Cataluña, España, los españoles incluidos los catalanes, también la democracia, la libertad, el Estado de derecho, la paz social y la convivencia ya rota en Cataluña..

En 2017 recordarán que los separatistas suspendieron la independencia nada más declararla. ¿Cómo podríamos interpretar eso?. Pues creo que está claro. Sabían muy bien que a últimos de mes no iban a poder pagar las nóminas a funcionarios, pensionistas, parados, Seguridad Social, Sanidad, Educación y demás organismos y servicios esenciales que tenían que seguir funcionando. Eso, quizá lo hubiesen aguantado el primer mes, mientras les duraba el alborozo de haberse salido con su cabezonada de romper España. Pero, en cuanto el segundo mes se hubiesen quedado con los estómagos vacíos, seguro que serían los mismos secesionistas quienes la armaran contra el nuevo govern al que votaron. La “pela es la pela” y con los estómagos vacíos no se juega.

Aun habiendo el Estado aplicado entonces el artículo 155 de la CE y a pesar de haber resultado fallida la independencia declarada, unas 6.000 de las mayores empresas salieron corriendo buscando un nuevo domicilio fiscal en otras regiones. Y, desde entonces, ya son 7.700 las que se han marchado. Antes, había salido disparado como un sputnik el “molt honorable senyor”, Puigdemont, que muy valiente él, el día del voto ilegal llamaba eufórico a todos a votar la independencia, crecido como un gallito de corral gritando: “¡El único responsable soy yo!”. Pero, al caérsele el 155 encima, de madrugada dio un salto de gacela, junto con sus más afectos secuaces, dejando en España a los demás tirados, mientras él se fugaba a Waterloo haciendo del Napoleón español, pero con el tracto intestinal incontenido.

Vientos turbulentos arrecian en Cataluña. De allí nos viene a todo el Mediterráneo occidental hasta el rompeolas de Ceuta el proceloso levante enfurecido, con fuertes temporales de olas que en el Estrecho se crecen. Y algo parecido sucede allí con el independentismo radical, que acaba de salir algo más reforzado en escaños obtenidos en las recientes elecciones autonómicas, aunque no tengan todavía la mayoría social, porque la siguen manteniendo los constitucionalistas

Por cierto, que un informe del Consejo de Europa ha propuesto retirar la inmunidad parlamentaria a tales prófugos de la Justicia. Días antes de que se supiera, escribí otro artículo aseverando que su impunidad como refugiado en otro país de la misma UE, me parecía una flagrante aberración jurídica. ¿Para qué vale, entonces, la euroorden de detención?. El tiempo y la Justicia los pondrán en su sitio.

Luego, tras levantarse la intervención del Estado a la Generalidad, se celebraron nuevas elecciones, obtuvieron más escaños los soberanistas y, desde entonces, no ha hecho el govern saliente otra cosa que tener a Cataluña en “desgobierno”, con el Parlament temporalmente cerrado, peleándose entre ellos a ver quién mandaba más, despilfarrando y mintiendo al mundo. Pongo un solo ejemplo: Un Instituto Nova Historia enseña allí que Colón, Hernán Cortés, Pizarro, Santa Teresa de Jesús, etc., nacieron en Cataluña y fueron catalanes, llamando a su región “nación de naciones” (los paisöns catalanes). ¿Se puede ser más aranero?.

Como no soy político, nada entiendo de política, pero como simple ciudadano que hace uso de sus derechos de expresión y opinión, creo que, si desde entonces resulta que Cataluña, de ser el motor que más tiraba de la economía española, pasó a estar casi en bancarrota porque tras recuperar el poder no hicieron otra cosa que estar en el más absoluto desgobierno, dirigido por un tal Torra, otro “honorable señor”, quien tiene escrito y publicado que los españoles (él también lo es), somos “bestias carroñeras, víboras, hienas…”, etc, y que jaleaba a los radicales gritándoles: “¡apretad, hacéis bien en apretar!”, cuando sus antisistema levantaban barricadas, quemaban mobiliario urbano e incendiaban calles, igual que estos días arde y se saquea Cataluña (escribo el lunes 22), aunque, eso sí, todo allí se hace de forma “pacífica” y “democrática”, pues no puede extrañar que, de ser una región próspera y modélica, haya caído en picado. Pues eso es lo que conllevaría un nuevo govern independentista radical.


Pero si ahora me ocupo de lo que algo debo saber, pues resulta que Cataluña es la Autonomía que menos ha gastado en 2020 en políticas sociales; pero ha alcanzado el máximo histórico de 79,054 millones de euros en deuda pública, de los que 32.000 millones debe amortizar en tres años, cuando Madrid sólo se ha endeudado en 33.469 millones; ha pasado, de liderar el turismo a su caída hasta un 80 %; tiene el mayor déficit histórico de España, el 0,62 % del PIB, siendo de sólo el 0,24 % el de Madrid; habiéndose saldado su “procès” con el “sorpasso” de Madrid a Cataluña.

Los empresarios se quejan allí de falta de seguridad jurídica, de que casi nadie confía para invertir, de despilfarro, de que sólo de entes públicos la Generalidad tiene 359, y sólo en las llamadas “embajadas” gastan 900 millones anuales; tienen fuerte presión fiscal con 16 impuestos autonómicos que han creado, cuando en Madrid sólo se pagan 2; las quiebras empresariales son alarmantes y cada día muchas más; hay mucha decadencia económica, más los partidos separatistas con los que pretenden gobernar llevan todos en sus programas electorales la subida con más impuestos; y un enorme paro. Es decir, que quienes la han llevado al declive económico, a la violencia y a su división social, pues resulta que son los que ahora de nuevo quieren gobernar en coalición y con la hoja de ruta de volver a declarar la independencia.

Cataluña ha perdido el liderazgo en el PIB, en renta per cápita, en capitales y en inversiones. Y todo eso, pese a que el Estado la privilegia en el reparto de sus presupuestos y con los fondos europeos llamados de reconstrucción tras la profunda crisis pandémica del coronavirus. La desinversión de las empresas allí se dispara hasta el 262,2%. La hostelería se hunde, pasando de ingresar 98 millones en enero de 2020 a sólo 24 en enero de 2021.

El mundo económico rechaza la unilateralidad e insta al nuevo govern que se forme a dar confianza a las empresas para propiciar su regreso a Cataluña. Piden medidas urgentes para proteger el tejido empresarial; echan muy de menos un gobierno que gobierne. “Con tantas elecciones, dicen, tal dispersión de voto y tanta falta de diálogo y de gestión, los ciudadanos echamos de menos un gobierno que gobierne, genere puestos de trabajo y economía productiva. Lo otro (el procès) es más de lo mismo”.

El dinero es cobarde y requiere seguridad jurídica y confianza económica. Cataluña no puede ser la región de España con más impuestos; eso es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que producir, no confiscar para dilapidar, ayudar a las empresas a instalarse. Para todo ello se necesita estabilidad política, gobiernos serios y responsables que vean en los empresarios y trabajadores honestos los que más riqueza y puestos de trabajo crean. “Los empresarios necesitamos estabilidad política”, dicen. Si el nuevo Govern es secesionista radical, ¿qué confianza transmitirá a los inversores, cuando en su ideario político está promover una nueva crisis institucional como en 2017?.

Aun habiendo el Estado aplicado entonces el artículo 155 de la CE y a pesar de haber resultado fallida la independencia declarada, unas 6.000 de las mayores empresas salieron corriendo buscando un nuevo domicilio fiscal en otras regiones

Más una Cataluña hipotéticamente independiente tendría que pagar aranceles de alrededor del 15 %, sufriría un enorme coste económico que no estaría a su alcance si alguna vez llegara a separarse de España. Señala un informe realizado por “Jürgen B. Donges”, analizando el brutal terremoto económico que la separación supondría en el terreno económico tanto en las finanzas públicas como en su comercio exterior, teniendo en cuenta que es la región más endeudada, según el Presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, que prologa dicho estudio.

El informe recuerda que la patronal hostelera estimó unas pérdidas de 319 millones de euros durante el “procès” en 2017. Desde entonces, los ingresos por habitación en Barcelona se hundieron un 9,6% respecto a igual periodo de 2016 anterior al “procès”, porcentaje que en diciembre, en pleno proceso electoral del 21-D, se disparó al 15,2%; todo eso, antes de la gran crisis en todos los sectores que ha traído la pandemia del covid-19. Otra de las consecuencias nocivas para la economía catalana sería el frenazo en seco de la inversión europea.

El documento avisa sobre la “salida de Cataluña de la UE”: Una deuda difícilmente soportable que tendría serias dificultades para obtener financiación en los mercados financieros “dado que su salida de la zona euro implicaría que tuviese que utilizar otra moneda devaluada con la que pagar esa deuda”. En la hipótesis de que algún día lograra consumar su divorcio con España, posibilidad que tampoco ampara ninguna Constitución europea, Cataluña, frenaría por completo la entrada de capitales” que se catapultaría hasta niveles de entre el 112% y el 126% del PIB, tendría que afrontar el coste de asumir competencias que en la actualidad corresponden al Estado, como Defensa, Justicia o Asuntos Exteriores y que, de acuerdo con el Informe, “supondría un gasto adicional de unos 39.800 millones de euros”. ¿Quién se los daría?. ¿De dónde lo iban a sacar?.


El impacto en el comercio sería una espiral de efectos negativos que alcanzarían de lleno al comercio exterior, del que depende en gran medida la economía catalana, perdería casi todo el mercado español y de la UE. El documento recuerda que en 2019 el 71% del PIB de Cataluña procedía de sus exportaciones e importaciones. Tampoco sería, una buena noticia para el conjunto de España, ya que Cataluña es la región con mayor peso sobre el total de las exportaciones españolas, con el 25,6% del total en ese ejercicio. Los autores del informe advierten de que “este gran volumen se da en el contexto de una Cataluña integrada en España y en la UE”, pero en cuanto se independizara se les terminaría; de hecho, el mercado europeo es el destino del 80% de las ventas catalanas al exterior.

Y luego está el descrédito completo en el que los separatistas han caído ante todo el mundo. Han hecho auténticas burradas que en ningún país civilizado ni se hacen ni se permiten. Han hecho el ridículo yendo por medio mundo buscando apoyo para la independencia que sabían que no tenían, pero rengado el dinero a espuertas, rodeado de toda su comitiva estatal. Recientemente escribí en otro artículo lo que la catalana Marixell Batet, presidenta del Congreso, dijo en el mismo: “El mundo ha dejado de admirar a Cataluña. No han tenido otro proyecto que el ‘procès’”.

Y a uno le asalta la siguiente pregunta sobre Cataluña: ¿Cómo es posible que en aquella región unos 1.500.000 soberanistas tengan de sobresalto en sobresalto a 7.675.217 de catalanes y a 47.000.000 de españoles?. ¿Es que nadie hay allí con un mínimo de sentido común, de responsabilidad y de mesura, habiendo sido antes la región emprendedora y trabajadora, buque insignia de la economía española?.

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