Cuando Movistar+ estrenó la serie Hierro, ambientada en la por muchos, desconocida isla canaria que sirve de precioso y también tan árido como enigmático escenario, como sus propios personajes, se convirtió en todo un fenómeno, rompiendo récords absolutos de audiencia hasta puntos inesperados. Ahora tenemos en cartel, además de su primera y potente temporada, una segunda idónea para un maratón de ambas si eres de los pocos abonados que no la has catado, o para seguir la interesante trama si eres de los que no se la perdió en su momento. Y reconozco que me animo a escribir sobre esta producción, que en su momento consideré que ya era suficientemente famosa como para hacerse eco, porque esta segunda entrega me ha gustado aún más, explotando el potencial de personajes conocidos, explorando un poco más sus relaciones personales, e introduciendo en la serie algunos otros nuevos que aportan la frescura necesaria para que no nos suene a lo ya vivido, todo ello con el mismo gusto por los parajes idílicos de la isla (elemento clave en el resultado final de la obra), y rozando sin traspasar el folletín manido. Hierro supone una revisión al género con las gafas de la originalidad canaria y unos protagonistas que están a la altura del peso que la producción deposita en ellos.
La atmósfera un tanto turbia y polvorienta te atrapa desde el primer capítulo, y la historia, tanto en su primera temporada como en esta segunda, no pasa de lo convencional, pero si logra el calificativo de “buena televisión”, y no sólo por sus datos en lo que respecta a número de espectadores.
Candela Peña, aplaudida y premiada por este papel de ella misma (hasta igual se llama el personaje), pero no necesariamente menos meritorio su trabajo por ello, interpreta a una jueza destinada a la isla del Hierro, que trae consigo una vida personal con dificultades y una mentalidad que a priori encaja bien poco con su lugar de destino y aquellos que lo habitan. En el otro lado del tablero está el personaje de Darío Grandinetti, uno de los grandes de la escena en idioma español, que retrata con verosimilitud pasmosa un tipo de dudosa moral, que bajo el apelativo de “empresario”, y desde su negocio de platanera hace peligrosas incursiones en todo berenjenal que acontece, con imán para los problemas y facilidad para desesperar a las autoridades, empezando por la susodicha jueza. Este duelo interpretativo (y cuentan los mentideros que más que eso) es la base de un par de muy buenas propuestas de consumo adictivo y muy sencilla digestión. No queda otra que rendirse al éxito de la propuesta. Bienvenido sea el enredo canario, con todas sus características particulares y únicas, a nuestras agradecidas pantallas.
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