Opinión

Todo a 100

Los inicios del siglo XXI, el que prometía ser el “siglo de los siglos”, estuvieron alimentados por los finales del caótico número 20 de la era cristiana. El siglo pasado parecía haber sido concebido para dar a luz a las mayores masacres e injusticias, como si condensar todo lo peor del ser humano en 100 años fuera a permitirnos entrar, con el cambio de dígitos, en una nueva era, como si las carnicerías hubieran sido sólo patrimonio del siglo XX. Leer poco y tener escasa memoria es lo que tiene. El caso es que la idea, tan imbécil como poco creíble, germinó y, a pesar de los pesares, nos llegó a hacer creer en un futuro mejor.

Ahora, con una centuria que por fin perdió el brillo de recién estrenada, la basura (tanto intelectual como física) nos invade sin que seamos capaces de reaccionar, ni siquiera mínimamente, ante la incesante avalancha de mediocridad que estamos padeciendo.

Obviamente, en ese totum revolutum en el que lo lamentable se conjuga con todas las salsas políticas ansiosas de poder, las ideologías, transformadas ahora en sobreactuadas declaraciones televisivas, no se salvan en absoluto de este gris y peligroso panorama.

Como si de un cutre supermercado de barrio se tratase, nos ofertan toda clase de pensamientos precocinados que, si bien tienen ingredientes diferentes, todos acaban provocando, en el mejor de los casos, el mismo tipo de ardores, cuando no son idénticos vómitos.

Eso sí, los despojos de comida para perros que tan bien empaquetados nos ofrecen, no sólo dan la impresión de costar poco, sino que gracias al marketing empleado, nos envuelven en un halo de ideología que nos hace creer que, de verdad, pensamos por nosotras mismas. Además, y lo que es peor, llegamos a convencernos de que realmente somos nosotras las que decidimos. Está claro, siglo nuevo o no, parece que nunca pasaremos del estadio de ilusas totales.

Da la sensación, para mayor regocijo de las implicadas, de que estamos absolutamente convencidas de que las corrupciones y los “Señora Jueza, se lo juro yo no sé nada de los millones de los que están hablando” son como un lejano circo que no va con nosotras. Esta actitud aleja cada vez más la posibilidad de que se oiga nuestra voz y de que se haga valer nuestra voluntad.

Pero lejos de exigir una capacidad real de decisión, elegimos los shows que nos ofrecen unas y otras y, en lugar de analizar y pensar, preferimos tirar de refrescos y palomitas para disfrutar de peleas, insultos y batallas por el poder como ante cualquier penoso reality show televisivo. Llega  a tanto nuestra castración intelectual que incluso, y ya es decir, nos divierten las antes aludidas comparecencias ante la Justicia de corruptas y corruptoras.

Por eso el rancho de pensamiento “todo a 100” con el que rellenan nuestras conciencias -o lo que queda de ellas, quiero decir- es la verdadera poción mágica de quienes dicen representarnos, logrando un nivel de reacción cero a unos tiempos que, lejos de ser idílicos, huelen a podrido bajo todas sus latitudes.

Nada nos inmuta, nada nos hacer pensar.

Ni las toscas broncas al aire libre de gente peleándose por el sillón bajo la apariencia de defender legados históricos o éticas de actuación, ni la inmunidad política con la que otras se libran de las rejas tras copiosamente meter las manos en cajas diversas, nada consigue que tomemos conciencia de lo que estamos viviendo.

Evidentemente, y visto lo visto, también nos da igual que nos hagan tomar el camino que nos transformará en cibernéticos esclavos, tal y como predijo Aldous Huxley en un “Mundo Feliz” por la vía del chicaganiano ultraliberalismo miltoniano.

Claro que todavía nos quedan las que venden revolución de pensamiento único, también al mismo módico precio, y que tanta aceptación parecen tener en cierto sector, aunque en realidad sea un “más de lo mismo”.

Y todo esto, en lugar de provocar un rechazo total a tamaña tomadura de pelo, tiene como consecuencia en nosotras una sonrisa bobalicona, evidente signo de un cómodo alejamiento de la asquerosa realidad imperante. Todo menos cuestionar la situación, claro está.

Dicen que las ciudadanas nunca se equivocan. No lo pongo en duda, pero las que no se equivocaron son las que nos están cebando con este catering ideológico. Los resultados a la vista están.

Mierda pseudodialéctica del “Todo a 100” político o capacidad crítica de pensamiento. Como siempre, usted sabrá lo que es mejor.

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