Categorías: Opinión

Toda una vida

Celebrábamos la jubilación de dos estupendos funcionarios del Juzgado de lo Social de Ceuta. Mabel y Enrique. El acto fue muy emotivo y a él asistimos casi todos los letrados que actuamos en esa jurisdicción, además de los compañeros graduados sociales, y mucho personal de los Juzgados. Como dijo Don Juan, el Juez decano, es difícil resumir toda una vida dedicada al trabajo en un acto de este tipo. Bueno, más que difícil, imposible. Pero sí se pueden dar las pinceladas de los rasgos más importantes que han caracterizado la vida de las personas. En ambos casos, honestidad, cumplimiento del deber y, también, algún que otro sofocón. Pero esto es consustancial a la condición humana.
Recuerdo cuando entré a formar parte de la plantilla de funcionarios de la Seguridad Social, hace ya más de treinta años. Entonces yo era muy joven. Ahora también, pero menos. Nunca me gustaron este tipo de celebraciones. Como tampoco me agradaban las comidas navideñas en las que muchos aprovechaban para hacer la pelota al Director. Pero asistí a algunas. Y siempre pensaba lo mismo: ¡cuánto tiempo me queda aún para jubilarme yo!. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, sobre todo a partir de los cincuenta, se empiezan a ver estos eventos de forma algo más entrañable. Quizás porque te das cuenta de que el tuyo está más cercano. Y entonces aprovechas para hacer un repaso de lo que ha sido tu vida en el trabajo. Como si se trataran de fotografías que pasan rápidas ante tu retina. También aquellas escenas que tienen relación con los homenajeados. Aunque siempre lo más positivo, pues se tiende a olvidar lo desagradable, como dice Punset en su último libro sobre el poder de la mente.
Sin embargo, yo no había olvidado la parte desagradable. Como les recordé a estos dos amigos, mi relación con ellos cuando comencé a tener actividad en su lugar de trabajo no fue del todo fluida. Tuvimos algún que otro encontronazo. Pero con el paso del tiempo se les va cogiendo cariño. Incluso cuanto alguna se enrabietaba. Y también se va aprendiendo de su comportamiento. En este caso, entender que no siempre se lleva razón y que es importante escuchar a los demás, quizás haya sido una de sus mejores enseñanzas. Pues hay cosas, que aunque son obvias, no por ello se entienden siempre. En este sentido, su ayuda ha sido muy valiosa. Suficiente para recordarles siempre y para desearles lo mejor en su nueva andadura.
Dicho esto, y sabiendo que sus pensiones van a ser suficientes para que tengan una placentera jubilación, no puedo dejar de mencionar lo que para mí ha sido la noticia de estos días. No me refiero al cambio de gobierno efectuado por Zapatero, que me trae al pairo. Y no porque no me importe el futuro de mi país. Todo lo contrario.Me refiero a los datos que ha dado el Instituto Nacional de Estadística respecto a la pobreza en España.
Así nos dicen que más del 20% de la población residente en España está por debajo del umbral de pobreza relativa, es decir, más de un punto que en 2009, siendo los mayores de 65 años los de mayor tasa. Que tres de cada 10 hogares manifiestan que llegan a fin de mes con mucha dificultad. O que casi el 37% de los hogares tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos, 2,7 puntos por encima de 2009. Y que los ingresos medios anuales disminuyeron casi un 3% respecto al año anterior.
Como era de esperar, las Ciudades autónomas de Ceuta y Melilla ostentan el triste record de ser las de mayor tasa de pobreza de todas las Comunidades. Esto, sumado a nuestros casi 10.000 parados y al alto índice de fracaso escolar, hace que seamos una Ciudad situada encima de un "polvorín", que en cualquier momento puede estallar. Y frente a esto ¿qué hacen esas autoridades que tenemos?. Pues los de la Plaza de los Reyes, denunciar a los subsaharianos por desobediencia, y a los parados porque se atreven a alzar la voz pidiendo trabajo. Los de la Plaza de África, dedicarse a fraccionar el gasto para eludir el cumplimiento de la Ley de Contratos del Estado y a hacer trampas para adjudicar servicios a empresas fantasma, de estas que se crean expresamente para la ocasión, y en la que siempre aparece el familiar de algún Consejero o asesor de la Ciudad. Y a ponerles muchos sonómetros a los tambores de los parados, para ver si convierten su manifestación en la Procesión del Silencio, que de esto sí entienden bien.
Así que, Mabel y Enrique. Muchas felicidades por vuestra jubilación y por la generosa pensión de la que vais a disfrutar, pues quizás seáis de los últimos funcionarios que puedan acceder a estas prestaciones. Y disculpadme por mi atrevimiento. Ya sé que los temas de la pobreza son muy pesados. Y hasta frívolos para muchos capillitas.  Pero no sería yo, ni os tendría cariño, si no me hubiera despedido de vosotros de esta forma. Mucha salud. Y mucha libertad, ahora que podéis.

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