La pequeña tienda de barrio donde el vecino encuentra todo lo que pueda necesitar ha logrado sobrevivir al paso del tiempo, a la rápida urbanización de Marruecos y a los cambios vertiginosos en las cadenas de distribución. ¿Su secreto? Todavía fían al cliente sin dinero.
Se conoce como "moul hanout" (el tendero) y es una estructura indispensable en cada barrio marroquí por los múltiples roles socio económicos que desempeña.
Es a veces el banquero, porque puede llegar a prestar dinero sin intereses; es el estanquero que vende tabaco o cigarrillos sueltos, es restaurador porque en su tienda se sirven bocadillos y es suministrador de bombonas de gas. Y todos estos servicios los puede hacer a domicilio.
Pero sobre todas las cosas, el "moul hanout" es el lugar donde se fía a los vecinos, donde basta con ser conocido para que te vendan lo que necesites y pagarlo más tarde, algo que nunca sucederá en un supermercado.
Y aún hay más: el tendero es el hombre de referencia en cada barrio: le dejas las llaves de tu casa para un pariente, tus hijos pueden quedarse en su comercio si llegan de la escuela antes de tiempo, sabe del mejor fontanero o carpintero del barrio, y es además una valiosa fuente de información para la policía sobre cualquier movimiento sospechoso en el barrio.
La figura de "moul hanout" ha sido puesta recientemente bajo el foco, después de que el ministro marroquí de Industria, Inversión y Comercio, Moulay Hafid Elalamy, dijera este mes en el Parlamento que una famosa cadena de supermercados turca era una amenaza social porque cada uno de sus supermercados "provoca el cierre de 60 tiendas de barrio".
En otras partes del mundo la multiplicación de los supermercados y el desarrollo del comercio electrónico ha causado un cierre masivo de las tiendas de proximidad, tanto que se conoce al fenómeno como "el apocalipsis del retail": la decadencia del pequeño comercio tradicional en favor de las grandes superficies.
Sin embargo, en Marruecos el fenómeno se vive de otra manera: la acelerada urbanización del país (hoy situada en un 62,9 % frente a un 41 % en los años ochenta) ha traído enormes cambios en la estructura y los hábitos sociales y culturales de las familias marroquíes, pero no ha podido con la figura del "moul hanout", presente en el corazón de cada barrio.
"Nosotros tenemos la tienda abierta desde temprano, para que los vecinos al levantarse encuentren leche y pan para desayunar, y no cerramos hasta que todo el barrio duerme", cuenta a Efe Ahmed ait Lahcen, tendero en Tamesna, localidad vecina de Rabat, que recuerda que estas tiendas trabajan los siete días y no conocen los festivos.
Su colega Omar Ahmas, propietario de otro comercio en Yaacoub Mansour, barrio de clase media en las afueras de Rabat, recuerda que el marroquí moderno tal vez haga sus compras del mes en los supermercados, pero no deja de proveerse de la tienda del barrio.
La tienda de Ahmas la de todos los comercios similares son como un carnaval de artículos de todo tipo dispuestos sin aparente orden, según una lógica que solo el tendero conoce, además de que tiene en su cabeza el precio de los cientos de productos en venta.
Conviven escobas y garbanzos, chocolates de importación y huevos, gominolas y perfumes, pan y pegamento, legumbres y harina a granel, tabaco y periódicos... todo lo que usted pueda imaginar; y si algo falta, "moul hanout" te lo encarga.
En la tienda de Ahmas la actividad nunca cesa en todo el día: mientras anota los artículos que un vecino cogió para luego pagar a final de mes, una clienta espera su turno para pagar, un niño que intenta llegar al alto mostrador para colocar algunos dirhams por las patatas chips que se llevó, y otro cliente comunica al ayudante los artículos que necesita.
El espacio no favorece que el cliente se mueva con facilidad para recuperar lo que necesita ni para abarcar un gran número de personas, pero al final todos acaban siendo servidos y abastecidos de alguna manera.
"Las tiendas de barrio deben quedarse, no estoy en contra de la modernización, pero esto es el verdadero Marruecos, porque protege ciertos valores y da confianza", cuenta a Efe Bahiya a la puerta de uno de los pequeños comercios.
La confianza está en la base de un elemento imprescindible en estas tiendas: el "cuaderno de deudas", donde el tendero anota el nombre y apellido de cada cliente y lo que le queda por pagar (sin intereses), aunque carezca de cualquier valor legal.
Y si bien es la razón de la pervivencia de los pequeños comercios de barrio, es también un arma de doble filo: la mayoría de los comerciantes acumulan a veces años de déficit a causa de malos pagadores.
"Ves que tu vecino no te puede pagar porque no cobró o perdió su trabajo o vive una situación difícil, ¿cómo actúas en este caso? por supuesto que no le vas a obligar a pagar", lamenta Omar, quien acumula deudas impagadas de hasta quince años atrás.
Los eventuales impagos no ponen en peligro la continuidad de estos comercios debido a la estructura misma de su modelo comercial: una extensa red unida por la afinidad étnica, puesto que casi todos los tenderos son amazigh (bereberes) del sur que basan su trato comercial en la confianza, en una destreza y conocimiento del mercado que heredaron de generación en generación.
Un pequeño comerciante aunque no tenga capital para llenar su tienda de mercancía, se abastece de un mayorista de su mismo pueblo o que conoce en un trato que no obedece a la ley de mercado y que se registra muchas veces en un cuaderno o en un simple albarán de entrega.
Según Tayeb Ait Oubah, miembro de la Cámara de Comercio e Industria de Rabat, el "moul hanout" es un modelo excepcional basado en la confianza que forma parte del patrimonio histórico de Marruecos.
Las autoridades intentaron modernizar este comercio atípico en 2007 mediante una red de tiendas con la etiqueta "Hanouty (mi tienda)", un proyecto que fracasó seis años después, como fracasó el reciente intento gubernamental de que paguen más impuestos.
Según las estimaciones del sector, hay al menos 1,7 millones de pequeños comercios generalistas del país que contribuyen con un 12% en el PIB nacional.
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