Nuestra vida viaja por una época en la que el cine se acompaña con predominio de pirotecnias que devoran gigantescos presupuestos y los protagonismos están cada vez menos en el corazón o las alegrías y miserias humanas, sino en capas o armas de destrucción masiva el ejemplo popularmente aceptado de cine romántico es ver ñoñear a vampiros y humanos adolescentes con hombres lobo de por medio. Cada etapa tiene sus encantos y la tecnología con sentido aporta a la industria del cine colosales espectáculos que antes eran inimaginables, pero todo se pervierte con la ausencia de mesura, y nunca se debería perder la perspectiva de que lo realmente importante de una historia es precisamente la historia, y no se puede asegurar que un libro es bueno por su portada, aunque ésta sea fundamental para su venta.
The artist representa un curioso homenaje al cine en estado puro, una vuelta a los orígenes para narrar una historia sobre la transición del cine mudo al sonoro a final de los años veinte, con el actor de moda en la época viéndose superado por los tiempos, los acontecimientos y la transformación de su oficio, que ahora es mucho menos teatral y aplaude la contención y el realismo. Jean Dujardin, serio candidato al Oscar por este trabajo, interpreta magistralmente el dificilísimo papel de protagonista, cargado de matices y basado en una expresión corporal impecable que transmite a la perfección todo lo que no se oye. Casi tan bien como Dujardin reacciona el resto del reparto ante esta rareza de coleccionista en la que tenemos a Bérénice Bejo (la actriz joven que viene a suplir al consagrado) y las apariciones especiales de James Cromwell, John Goodman o Penélope Ann Miller (sin olvidarnos del perro, que merece mención aparte).
Que el cine mudo en blanco y negro no sea viable hoy en día por motivos más que evidentes hace de esta osadísima obra de arte algo especial, una excepción maravillosa, una delicia insólita en su forma y con sentimiento; está ideada para cautivar a los cinéfilos con fotogramas dignos de exposición uno tras otro, con recursos técnicos que revelan el talento de su creador, y al mismo tiempo atrapar al espectador medio que teme aburrirse hasta la saciedad entrando en una sala sin gafas 3D a ver una francesada muda, pero que saldrá conmovido por la experiencia única.
Quien alabe las originalidades del libreto es que no ha visto o ha hecho mal en olvidar la inmortal El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder, La noche americana de François Truffaut, a la que en menor medida también se da un aire en los momentos que aborda el mundo del cine desde el propio cine, o incluso el resto de la filmografía del propio director a la que hace referencia tangencialmente. Todos estos detalles, algunos más, y el vistazo hacia la frágil memoria son el particular, elegante y soberbio guiño desde la pleitesía que le hace al cine desposado con el arte Michel Hazanavicius, este parisino que opta a ser encumbrado en la próxima gala de los Oscar con una cinta que opta a diez galardones, entre ellos a mejor película o guión original. ¡No se la pierdan!
Puntuación: 9
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