Es la misma historia de siempre, o mejor dicho, son las mismas historias, problemas, realidades y compromisos que afectan a esta ciudad. Sumergirte en la hemeroteca del periódico te hace llegar a dos conclusiones: si estamos en una ciudad en la que resulta imposible solucionar los problemas básicos -los que siempre nos han preocupado- o si nos hemos topado con una clase política que ha podido ponerle más o menos interés al tema pero que no alcanza la talla necesaria para ir cerrando etapas. ‘El día de la marmota’, esa película que la gran mayoría de ustedes habrá visto asoma como una pesadilla en nuestras vidas. Parece como si nos hubiéramos dejado atrapar en una burbuja de difícil salida, viéndonos obligados a tener que lidiar con los mismos problemas que, cíclicamente, nos hacen ver su peor o mejor cara. Inmigración que nos desborda, una sanidad que no se adecua a las necesidades locales, una convivencia siempre en cuarentena, un enlace marítimo siempre colocado en el ojo del huracán y los mismos debates: que si las mafias, que si la españolidad, que si la marroquinización, que si el fraude...
Una ciudad avanza cuando es capaz de ir cerrando bloques, pero cerrándolos de verdad. Lo demás son parches. ¿Cuánto tiempo llevamos diciendo que hay que mirar hacia Marruecos?, ¿y del turismo, qué me cuentan?, y ya, mejor, no hablemos de las especificidades famosas porque ya, entonces, es para volvernos locos.
En política, lo sabemos, las responsabilidades no existen. Ya podemos tener a los mayores irresponsables con cartera, que nadie tiene que responder por lo que o no ha hecho o, sencillamente, ha hecho mal. No hay temor ni hay castigo. Una sensación que pueden extrapolarla a su antojo a los debates que ustedes consideren oportunos.
Mirar hacia atrás da miedo. ¿Pues no nos advertían hace años de que el Tarajal tenía su hora de defunción? Debe ser que sí, y ahora que ya hay empresarios que echan el cierre a sus negocios ni tan siquiera nos damos por aludidos. ¿Cuántas veces han escuchado eso de la aduana comercial, la reforma de la frontera, los controles...? Se hacen proyectos, se buscan voluntades y cambian los políticos -que no las ideologías (¿alguien se cree todavía esa pantomima de izquierdas y derechas?)- para que al final los grandes asuntos no se resuelvan.
Me ha dado por pensar si todo esto no forma parte del espectáculo que nos venden al ciudadano que, sin más armas que la protesta, no puede más que agachar su cabeza e intentar buscar los recursos para sacar adelante a sus seres queridos. Ellos mismos provocan que se potencie el individualismo porque no interesa más.
Dentro de unos años, cuando ni usted ni yo tengamos más ganas de lucha y andemos buscando si nuestros hijos todavía guardan esos valores para no dejarnos ‘olvidados’ en una gasolinera, los ‘nuevos’ seguirán escribiendo, pensando o debatiendo sobre lo mismo. Y bloqueados, seguiremos, no se sabe cómo pero seguiremos.