Opinión

Tiempo de cuaresma

Ayuno y abstinencia. Para el judaísmo será en el Yom Kippur, para los musulmanes en el mes de Ramadán, el budismo en el Vesak y para el hinduismo cualquier fecha es buena…

Con la celebración del Miércoles de Ceniza la mayoría de las iglesias cristianas inician un nuevo tiempo litúrgico, lo llamamos Tiempo de Cuaresma, cuarenta días que nos llevarán (litúrgicamente) a la Semana Santa y el Triduo Pascual, en el caso de la iglesia católica.

Este tiempo ha quedado establecido, preferentemente, como tiempo de reflexión, ayuno y abstinencia; obligación que asumen aquellas personas que, voluntariamente, siguen a Cristo y cumplen los preceptos de sus respectivas iglesias. En general el asunto no es complicado de entender, desde el punto de vista teórico, sencillamente el ayuno significa renunciar a la comida y la abstinencia renunciar a comer carne. Los católicos lo complicamos un poco más, pero no gran cosa que haga difícil su cumplimiento.

¿Son el ayuno y la abstinencia situaciones que contemple nuestra sociedad actual? Mirando a mí alrededor tengo la impresión que nuestros conciudadanos, en general, conocen bien la práctica religiosa del ayuno y la abstinencia, ya que las diferentes confesiones religiosas de la ciudad lo realizan frecuentemente de alguna manera, principalmente -aunque también en otras fechas- para el judaísmo será en el Yom Kippur, para los musulmanes en el mes de Ramadán, el budismo en el Vesak y para el hinduismo cualquier fecha es buena para mejorar el Karma. Casi todas las religiones, desde tiempos inmemoriales, tienen el ayuno y la abstinencia (en una variedad amplia de formas) entre sus preceptos religiosos de base, o pilares que se diría en el Islam.

Este tiempo que nos propone ahora la iglesia a los católicos, básicamente, es un alto en el camino de nuestras vidas, a modo de interrupción consciente de las rutinas anuales en que nos vemos cogidos; interrupción que pretende darnos un tiempo para la reflexión, el arrepentimiento, la expiación y la reconciliación; orden que se me antoja el natural de los acontecimientos para su buen cumplimiento; así como para la consecución del objetivo final que se propone, como es la toma de conciencia de la precariedad del ser humano al tiempo que el deseo de mejorar nuestra dimensión espiritual. Que conste que esto nos lo creemos los que vemos nuestra existencia como una conjunción de cuerpo y espíritu. Pues bien, el ayuno y la abstinencia representan ese momento en que a través de la necesidad caes en la cuenta de tu debilidad y de la realidad del momento que estás viviendo.

Hoy día es difícil ver este cumplimiento con carácter generalizado, como tantos otros de carácter religioso o moral que se van abandonando, sean de la confesión que fuere; aunque bien es cierto que algunas confesiones intentan mantener, a través de la familia y la comunidad, una férrea vigilancia sobre la observancia de preceptos y costumbres de las que entienden básicas, convirtiendo entonces esos preceptos en exigencias religiosa difícil de explicar y aplicar, sobre todo a los jóvenes. El sentido de este compromiso hay que conocerlo y entenderlo si deseamos asumirlo y vivirlo correctamente, pues si importante puede ser el hecho de no comer o no comer carne, más importante es entender el estado de renuncia que se nos pide realizar, como acto reflexivo de sacrificio personal para identificarnos con la celebración, sea cual fuere la religión. En nuestro caso intentaremos contextualizar nuestra actitud (en un tiempo de gran importancia para los cristianos) con las necesidades y sufrimientos en el mundo. Así que no lo circunscribamos a un asunto de sacrificio alimentario que pudiera ser aprovechado sólo por los creyentes, pues también se puede realizar como acto de solidaridad y renuncia a favor del mundo.

El ayuno y la abstinencia como todo tiene sus normas, la iglesia católica lo regula (al igual que el resto de confesiones religiosas) para que no haya error en su cumplimiento si libremente se desea realizar.

En nuestra iglesia el ayuno afecta a los fieles desde los 18 hasta los 59 años de edad, lo que implica no comer entre horas y hacer una sola comida al día; la Iglesia nos pide esta penitencia únicamente el miércoles de ceniza y el Viernes Santo. De otro lado, la abstinencia implica su cumplimiento a partir de los 14 años de edad y consiste en no comer carne y se realiza el miércoles de ceniza, el Viernes Santo y todos los viernes de Cuaresma. Y como toda ley tiene excepciones -las leyes religiosas tienen más excepciones que otras- habrá que tener en cuenta los estados de salud, las coincidencias de las solemnidades en Tiempo de Cuaresma o las dispensas del Obispo diocesano.

Todo esto sea dicho a groso modo y sin ánimo de agotar el asunto, que no nos interesa tanto la norma en sí misma como la comprensión del precepto. Para un cristiano, vivir el cumplimiento del ayuno y la abstinencia supone tanto un acto de disciplina personal (por lo que supone de sacrificio) como no siéndolo poder convertirlo en un acto de renuncia por obediencia y eso ya tiene mucho de compromiso con la iglesia y sus enseñanzas. Un tiempo en el que con humildad venimos a reconocer su magisterio en lo que a doctrina y el espíritu se refiere, lo que para algunos es más difícil de asumir que el propio estado de renuncia.

La iglesia, nuestra I.C.A.y R. nos indica y propone ayuno y abstinencia en este Tiempo de Cuaresma, pero haciendo hincapié en que lo importante es el sentido de renuncia y sacrificio que tiene la acción y la actitud que debe tomar el cristiano en estos días, invitándonos al cumplimiento como práctica penitencial común, lo que vendrá en acrecentar el sentido de pertenencia a la comunidad cristiana universal.

Con todo ello y al mismo tiempo para que tenga sentido nuestro sacrificio, hemos de combinar esta práctica penitencial de forma muy especial con la reflexión, la oración, las obras de piedad y de caridad; todo ello sin dejar de cumplir con mayor fidelidad las propias obligaciones de nuestra vida, pues es importante que nuestra fe vaya paralela a nuestras obras.

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