Frontera e Inmigración

Testimonios tras la frontera

‘Tras la frontera’ es el título del informe con el que la oenegé Ca-minando Fronteras ha querido, primero, rendir un tributo a los hombres, mujeres y niños que han fallecido en las rutas de la inmigración visibilizando sus historias. Segundo, dar un tirón de orejas a las políticas que han convertido el ir y venir de personas en una especie de “guerra”, por eso el prólogo de este informe, que fue presentado ayer, se titula Las voces de la guerra de las fronteras.
‘Tras la frontera’ pretende, además, reflejar la creciente militarización de los pasos fronterizos recogiendo los testimonios directos de quienes intentan cruzarlos. De entre los datos contenidos en el informe destacan los 388 muertos documentados, de los que 122 eran niños o adolescentes.
“Es un informe que pretende atravesar el mar, los muros y las vallas para tratar de acercarse a la realidad de la ciudadanía migrante y su imperante necesidad de reparación y justicia”, expone la asociación encabezada por la activista Helena Maleno. En este informe se recogen relatos de madres que han perdido hijos, como es el caso de Ndeubi, madre de Larios, fallecido en la entrada del 6 de febrero de 2014, quien recuerda cómo cuando pudo ver los vídeos del 6F “me desplomé y me sentí desamparada”. “Me prometí que con la ayuda de Dios vería el lugar de nuestros antepasados para poder organizarle un funeral digno, como dicen nuestras tradiciones africanas”.
Sin duda la selección de entrevistas e imágenes de fallecidos y de sus familiares constituye uno de los puntos más impactantes del informe, ya que aporta lo que otros no han hecho, visibilizando los rostros de las tragedias. “Desde que te fuiste he pasado momentos muy difíciles y tristes. Eras mucho más que un hermano pequeño para mí, confiaba en ti y tú sentías lo mismo por mí. No encuentro las palabras exactas para expresas este dolor. Descansa en paz y di a Fabien, Pepito, Zidane, Achour, Gauss y Billy que te acompañen allá donde estés. Diles que he visto Europa, que logré entrar, y que todo esto no ha merecido la pena”, recoge la carta de Yonie Serge a su hermano desaparecido en un naufragio.
Además de testimonios, en el informe se recogen ejemplos de devoluciones en caliente, hasta el extremo de producirse un caso de un subsahariano, congoleño, que llegó al bosque de Beliones vistiendo el pijama del Hospital de Ceuta. Narró que lo devolvieron después de que dos agentes le obligaran a quitarle la vía del suero a una enfermera. Era finales de 2003. El 28 de diciembre de 2004 se expulsó a varios varones que estaban en el colegio de San Antonio. Nueve habían pedido la protección internacional. Se recoge el testimonio de un niño de 10 años, que narró haber sido devuelto por la valla. Los militares marroquíes le secuestraron y violaron, posteriormente fue tratado por Médicos Sin Fronteras.
Son episodios que no trascendieron mediáticamente, o al menos no tanto como las grandes entradas trágicas como la ocurrida en septiembre de 2005, cuando 5 personas murieron a disparos de armas de fuego. Nunca hubo culpables sentados en el banquillo por estos crímenes. “Esta represión en los momentos en que la ciudadanía migrante intentaba acceder a territorio español fue apoyada por una política de sitio en los bosques colindantes a Ceuta y Melilla. Terminó con las deportaciones masivas de 2005, donde miles de personas fueron conducidas al desierto y abandonadas a su suerte en expulsiones colectivas”.
En el documento se alude a la feminización de la inmigración, es decir, a cuando empiezan a aparecer más mujeres en las rutas. En el año 2009 se recoge el fallecimiento de hombres, mujeres y bebés cerca de Perejil. Las supervivientes fueron deportadas al desierto. “Ese mismo año desapareció un niño de 11 años. Desesperado su padre había negociado con un pasador que pudiese cruzar la frontera para después llevarle a vivir con su hermano. El pasador le aseguró que tenía contactos, el niño nunca llegó”. “Llama la atención que ‘la guerra de las fronteras’ no se muestre menos intensa ni siquiera con la infancia migrante”, expone.
El verano de 2013 es recordado, en este exhaustivo informe, como el “verano de las redadas” en el norte de Marruecos. “Piernas, cabezas y narices rotas por los golpes de los militares o bien por las caídas. También hay muchas heridas por cortes producidos por la valla o por los machetes que llevan las fuerzas de seguridad. La verdad es que vemos de todo, incluso personas muertas”, declara un médico que pide ocultar su identidad por cuestiones de seguridad. “Las vallas matan y nos hieren cada día. Sabemos que los cuchillos los van a poner también del lado español. Pero eso no nos preocupa mucho. Cada día, cuando hay una redada, los militares intentan partirnos las piernas para evitar que podamos correr. Estamos acostumbrados a la violencia y a las cuchillas que nos matan”, explica el maliense A., de 28 años.
El momento de cruzar la frontera se traduce en un “apostar entre la vida y la muerte”. Ca-minando Fronteras ha documentado en un año, de septiembre de 2015 a diciembre de 2016, 309 alertas en el mar, correspondientes con 7.079 personas. De ellas 388 fallecieron o desaparecieron y solo 22 fueron identificadas (31 eran mujeres y 122 niños o adolescentes). Por tierra han sido 23 desde las vallas de Ceuta y Melilla, en ellas 2.213 personas fueron víctimas de desplazamientos forzosos, 569 de devoluciones en caliente, 739 heridas por la violencia ejercida por las fuerzas de seguridad y 6 perdieron la vida.
En el informe se indica que la coordinación entre España y Marruecos en los rescates en el mar es más ineficaz cuando se trata de control migratorio. Se hace alusión a las “devoluciones en caliente en el agua” que “provocaron accidentes que terminaron en tragedias”. Los rescates en Marruecos se demoran horas y sus medios no están preparados. Cuando hay dificultades o caen al agua no están preparados para salvarles la vida.
Las devoluciones en caliente en el agua son resaltadas por las comunidades migrantes como el mayor riesgo para la vida en el mar, en la zona de Ceuta. “Los hermanos llamaban a la Cruz Roja pero no vinieron. Estaban los policías españoles y luego los marroquíes. Mamá gritaba porque los marroquíes empujaban la barca y se movía mucho. Mi hermana pequeña iba pegada a mamá, porque ella no es fuerte como yo y se podía caer al agua. Gritaba a los policías españoles para que me cogiesen pero tal vez no sabían inglés. Los marroquíes no nos dieron mantas y tenía frío, mucho frío. Mamá lloraba y mi hermana pequeña también”, se recoge de una sesión con un niño de 6 años, nigeriano.
En cuanto a las entradas por la valla se denuncia que no se respeta el derecho de asilo y que de nada sirven las oficinas de asilo a donde no pueden llegar los subsaharianos. El informe recoge la documentación de 13 intentos de acceder por la valla, entre ellos están documentados 1.115 desplazamientos forzosos, de esos 213 eran adolescentes entre 14 y 17 años. Se documentaron 466 heridos de consideración grave, entre ellos 17 adolescentes y 311 devoluciones en caliente, entre ellas 68 adolescentes.
También se cuestiona los protocolos y se alude de forma específica a la criminalización y estigmatización que está sufriendo el colectivo inmigrante. “Si fuesen violentos durante todo este tiempo no habría habido víctimas mortales sólo de un lado del conflicto bélico. ¿Quién de vosotros puede saltar un foso, pasar unas concertinas, subir dos vallas de seis metros y seguir corriendo? Tal vez es la fuerza y la fe la que da miedo. Los forcejeos pueden producir roces pero no hay una actitud pro-activa para el daño. Es extraño porque somos muchas personas pero la realidad está ahí, los muertos son de nuestro lado y sólo se nos han imputado delitos leves, que en muchas ocasiones se producen por el propio encontronazo entre cuerpos. Hay una consigna cuando nos organizamos y es no hacer daño. Forzar la entrada sin causar dolor y la sangre que cae al suelo es la nuestra”, explica el camerunés D., de 42 años, líder comunitario.
Hablan también de las mafias: “Claro que hay organización, claro que estamos organizados, para mover a un grupo de 600 personas hay que organizarse. Pero, ¿organizarse es algo malo? ¿Es algo que tiene una condena?. Muchas de las veces cuando saltamos la policía nos interroga, quién organizó, hay que señalar a los compañeros pero se equivocan cuando buscan mafias. No sé cuál es el concepto de mafia de los estados europeos, ellos también son para nosotros una mafia. Y también participan del negocio de nuestro paso, hay funcionarios que cobran, o pateras que salen a una determinada hora, o pasan escondidos en un coche. Hemos visto corrupción en funcionarios de las fronteras de Ceuta y de Melilla, cuando pasas en el coche o cuando pagas para entrar por la puerta grande, pero no vas a denunciar porque es una de las vías para pasar”, añade O., nigeriano. La falta de identificación de fallecidos así como la violencia sexual de las mujeres y niñas tienen también su espacio.

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