La historia de mi vida va acompañada de historias de terror, de miedo, de pánico y de angustia. Personajes, sueños, situaciones, pesadillas, oscuridad, películas y juegos de juventud que te hacían pasar la noche en vela, mantenerme despierto y alerta durante la vigilia.
Cada edad va definiendo lo que somos ante la manera que tenemos de afrontar las facetas de la vida; el miedo es una de ellas, su evolución puede llegar a dibujar estados profundos de la conciencia que se comunican con el inconsciente y se hacen presentes en esa personalidad dificil de explicar cuando queremos definir lo que somos, cómo somos, y por qué nos manifestamos de una u otra manera.
Miedo es una emoción natural que se caracteriza por experimentar una sensación desagradable e intensa ante la percepción de un peligro real o imaginario. Tenía miedo a la oscuridad, miedo a no estar cerca de mi madre, miedo al dolor de una inyección, miedo a ir al colegio por primera vez y a que mis hermanos me dieran un susto.
Todos los hemos tenido en mayor o medida y los hemos ido salvando con los años.
El terror es más peliculero y, aunque sea contradictorio, puede gustarnos experimentarlo. La adrenalina, la dopamina y el cortisol influyen en cómo reaccionamos ante experiencias que nos inducen miedo.
Las "Historias para no dormir" de Chicho Ibañez Serrador fueron mis primeros firteos con el terror: muertos, chirriar de puertas, cementerios, noches torrenciales, fantasmas y voces de ultratumba. Conseguir que mi padre no nos mandara a la cama era un logro. Los dos rombos nos mandaban durectamente a dormir.
En la adolescencia jugábamos a la güija, tenía como objetivo contactar con espíritus o «almas en pena», difuntos y también demonios. También poder charlar con personas queridas y oírlas decir que estaban estupendamente o fatal cuando algún gracioso simulaba ser el Medium.
Los cementerios se convirtieron en lugares tenebrosos y la idea de visitarlos por la noche paralizaba al más valiente de la pandilla.
También tuvieron su sitio los locos asesinos como el de las películas gore que te daban una puñalada sin venir a cuento o te cortaban el cuello con la motosierra.
Se me olvidaba contar que el Lute fue la primera persona de carne y hueso al que tuve pánico. Nunca supe la razón.
Frankenstein era una mezcla extraña de temor y terror; las mismas fuerzas utilizadas por el ser humano para controlar la naturaleza se vuelven contra nosotros. Un monstruo debe ser malo pero él se empeña en no serlo. El pueblo quería un monstruo en condiciones.
Drácula fue de mis favoritos: sangre, vivir en un ataud, salir por la noche, el vampiro que muerde a sus víctimas y la estaca en el corazón que termina con su vida eterna. "Los muertos no tienen alma, por eso no se reflejan en el espejo”.
El hombre lobo nunca consiguió erizarme el pelo ni que mi ritmo cardiaco saliera de lo normal; una criatura mitológica que durante el día era una persona como cualquier otra, pero las noches de luna llena se convertía en una especie de lobo con rasgos humanos y normalmente con instinto asesino.
Nunca supe por qué tenía que ser una bala de plata lo que acabara con la vida del licántropo.
Destacaría estas cuatro películas en la memoria de mis terrores favoritos:
‘El Exorcista’, el mal en estado puro.
‘El Sexto Sentido’, la capacidad de ver a muertos que no saben que estar muertos.
‘El Resplandor’ con los ingredientes perfectos. Aislamiento, paranoia, demencia, alucinaciones, el laberinto de setos, el frío, el niño que tiene el poder de intuir el peligro, la habitación 237, las gemelas muertas que aparecen en los pasillos, la mujer de la bañera, el instinto asesino llevado por el delirio y la escena de la fotografía. ¿Ya había estado allí el protagonista? ¿Vuelve de nuevo al Hotel Overlook?
Con la madurez dejé los terrores y empezaron los pánicos vividos en una realidad que podía ser terrorífica. No sabría definirlo pues es una mezcla de experiencias que se combinan entre ellas y no sabes qué desencadena la ansiedad, la depresión, la tristeza, la impotencia, la soledad y la enfermedad.
El miedo al fracaso, a no poder alcanzar los proyectos, a la necesidad de caerle bien a todo el mundo a amar a escondidas, a salir del armario, a no atreverme a ser yo mismo.
Ahora habito otro tiempo, el tiempo de la superación.
Hay otros miedos nuevos que me producen un temor más terrorífico y existencial: perder la ilusión, estar de vuelta de todo, la insolidaridad, la indiferencia, la hipocresía mundial, la vejez, los nuevos dráculas que nos sacan la sangre para hacernos artificiales.
Es curioso; pasar de temer a la muerte a tenerla como compañera de vida.
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