Volvería al lugar donde nacen los problemas, aunque solo fuese por facilitar la solución; y es que no hay lamento más extendido que el que reza: “si lo hubiese sabido antes”.
El pronóstico que hacía la Organización Mundial de la Salud, según lo cual, en el año 2030, los problemas de salud mental serían la principal causa de discapacidad, se ha quedado antiguo en razón de la pandemia del COVID-19. Ahora nos advierte de una tercera ola, la que afecta a la salud mental.
La constante de gravedad ha empezado a agudizarse azuzada por la incertidumbre en los proyectos de vida, y los episodios de ansiedad y depresión evolucionan a peor.
Es en este punto cuando habría que implementar una acción positiva y consciente, con que vencer a la fatalidad. Estrategia sí; inacción, no.
Solo si dimensionamos bien el problema podremos paliar sus efectos. Así, demandas como dotar de profesionales de psicología la atención primaria, o como incluir en el sistema educativo la asignatura de control emocional, cobran ahora viso de dramática necesidad. Y esto ocurre en un sistema de salud ya de por sí deficitario.
Una vez conocido el peligro, la globalidad debe alumbrar un nuevo concepto de cooperación social que nivele las diferencias. Pero también hay que inicar una estirpe de nuevos individuos, más resilientes, templados, solidarios, capaces de desenvolverse en la complejidad sobrevenida.
Hay una verdad universal: cuando el destino muestra sus cartas de poco sirve la suerte del jugador. No podemos separarnos de nuestro destino, aunque sí podemos condicionarlo si nos antecedemos a su consecuencia.
Igual de importante es que la sociedad aprenda a funcionar como un organismo, donde cada miembro tiene su misión. Los individuos deben sentirse partícipes de esa obra que es la sociedad, en la que todo el mundo aporta su pincelada, sus matices, y su color.
Solo si logramos la inclusión, la sociedad tendrá conciencia de sí, será un organismo, será un sistema resoluble.
La construcción de la sociedad es una ciencia. ¿Os imagináis la ciencia matemática si le faltase algún número?
Os hago ver una razón: el número dos multiplica más que el número uno, y sin embargo ambos son igual de necesarios; los dos guardan la misma esencia.
Si hay algo que dignifica la condición humana es la actitud de ayuda, aquello que nos une a los demás, un vínculo providencial. Si acudimos en ayuda y cuidamos la dignidad, el esfuerzo será mayor, pero el premio será definitivo: la justicia social.
Si obramos en justicia, no solo podremos resolver el problema con prontitud, si no que podremos adelantarnos a su formulación.