Categorías: Colaboraciones

Tercera etapa. Llegada a O Cebreiro

Un mojón manda a los bicigrinos continuar por la carretera. Comienzan unas rampas tremendas que me obligan a realizar zig-zag en la estrecha carretera. Son las 12:15, esto es tremendo, estoy solo, la pendiente me obliga a parar continuamente. En una de mis paradas, me adelanta una chica muy delgadita,  prácticamente sin equipaje, que me da ánimos. Al rato la alcanzo ya que está descansando, y me aconseja que no mire lo que queda. No puedo, vuelvo a parar. En esta parada me adelanta un chico, este sí va con alforjas,  nos damos ánimos. Se me hace imposible seguir, cada 15 o 20 metros tengo que descansar, ya estoy empujando la bici, porque pedalear me es complicado.  Menos mal que llevo la mochila de hidratación con bastante agua, ya que hace mucho calor, y no hay sombra por ningún sitio. Paro en una fuente, un oasis en la subida, el agua está helada, me refresco y me fijo que tiene una placa que me da mucho “yuyu”.

Me pongo en marcha rápidamente, veo que a 100 metros tras de mí, vienen tres chicos empujando las bicis, (a ver si me alcanzan y no sigo solo). Continuo entre pedaleo, empujar y parada hasta que en la carretera veo pintado “Bar a 1.000 metros”. ¡Madre mía!, ¡que largo se me hizo ese kilometro!. Llego a Laguna de Castilla (2Km. de O Cebreiro), es el último pueblo de Castilla y León en el camino. Estoy ya bastante cansado, son las 15:00 horas. Me encuentro en la terraza del bar al chico y a la chica que me habían adelantado; repongo líquidos y lleno la mochila de hidratación. El chico me pregunta por sus tres amigos que estaban subiendo, le digo que ya están para llegar; la chica se marcha, quiere terminar la subida. Me quedo con los cuatro jóvenes, son unos “salaos”, dos catalanes, un sevillano y un madrileño. Al poco tiempo, aparecen los peregrinos jinetes, estos no están cansados. Tras el descanso, los cincos iniciamos la subida de los dos kilómetros que nos resta hasta Cebreiro. En los primeros compases,  dos de ellos se adelantan y nos dejan, otro dice que no puede, se baja, tiene que empujar. Me quedo en la subida con uno, pero a 200 metros yo ya no puedo, tengo que empezar a empujar la bici. A los pocos metros de culminar la subida se me une el que había quedado detrás,  y empezamos a pedalear lo poco que nos queda, el se adelanta, y yo me quedo haciendo fotos a un paisaje impresionante.

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