Categorías: Sucesos y Seguridad

“Teníamos claro que no nos íbamos sin detenerlo"

Los agentes de la UPR destacan la labor de su otro compañero, José Eladio.
Juan Ferrer, en el Hospital.
No ha pasado ni una semana desde que consiguieran detener a quien, cuchillo en mano, casi mata a uno de sus compañeros y los agentes Rubén y José Antonio no han tenido prácticamente ni tiempo de asimilar la relevancia de una intervención por la cual ya han recibido muchas felicitaciones. La primera, de su jefe directo, el inspector Manuel R.G., con más de 30 años de policía a sus espaldas, curtido en mil y una batallas, y coordinador del operativo que se montó en la madrugada del pasado sábado en las cabañas ‘Miguel de Luque’ para conseguir ponerle los grilletes al agresor. Después han venido felicitaciones del resto de compañeros, del jefe superior y, la más importante, la del agente Juan Ferrer, que se recupera, poco a poco, de las brutales heridas sufridas.

De esta historia se conoce que Ferrer mejora, que Yassine Z. está entre rejas y que el proceso judicial está en marcha, pero faltaban por saber detalles de cómo fue un servicio que no debe ser pasado por alto como ‘uno más del saco’ porque, sencillamente, no lo es. El propio inspector Manuel R.G., y los agentes Rubén C.M., de 27 años, y José Antonio G.P., de 32, explican a ‘El Faro’ cómo se vivió aquella situación. Desde que se recibió la llamada del propio Ferrer avisando de un robo, hasta que llegó a Sala la segunda llamada, ya de su esposa, informando de que el compañero estaba gravemente herido, se activó un dispositivo que fructificó en el arresto, nada sencillo, del agresor.

Los policías de la UPR Rubén y José Antonio, fueron los primeros en llegar a las cabañas, después del zeta enviado en un primer momento. “Nos encontrábamos prestando servicio de seguridad en el Poblado Marinero y al escuchar la llamada nos pusimos en contacto con el coordinador por si se requería ayuda para atender al compañero que estaba gravemente herido... cuando llegamos nos encontramos con un pasillo lleno de sangre, un rastro que conducía a la habitación y que seguimos sin saber lo que nos podíamos encontrar. Se nos había dicho que había una persona muy peligrosa que iba armada y que había herido a un compañero de gravedad”, recuerdan los agentes, quienes, ayudados de una linterna, intentaban hacerse a una situación que ya, de entrada, venía marcada por grandes dosis de riesgo y tensión.

Así encontraron al compañero que estaba tumbado, con heridas bastante graves, al lado su mujer totalmente hundida y taponándole la herida porque salía la sangre a borbotones, acompañada de otro policía que también reside en las cabañas.

Con la llegada del inspector comenzaría una búsqueda complicada y no exenta de riesgos. Primero porque se desconocía cuántas armas podía llevar el agresor y segundo porque había que buscar la zona elegida como escondite en un lugar repleto de maleza y zarzas. Eran las 6.30 horas, la oscuridad jugaba en contra y el perímetro de búsqueda era amplio. El agente Ferrer, herido prácticamente de muerte, indicó que podía haberse escapado por el campo de fútbol cercano. “No veíamos a nadie y se montó un círculo perimetral alrededor de todas las cabañas. Sabíamos que el agresor  llevaba allí desde el lunes y que se movía siempre en taxi, aunque en alguna ocasión lo había subido la Policía Local. Así que no conocía la zona... y no era normal que escapara a Marruecos. Se montó el  dispositivo en García Aldave, Benítez, Loma Larga... alrededor de todo para evitar que saliera. Ahí colaboraron la Guardia Civil y Policía Local que se portaron muy bien, con todos sus efectivos y trabajando codo con codo. Nos dispusieron a toda la gente que tenían para ayudar a detener al autor”, recuerda el inspector.

Fue clave la información dada por una persona del complejo rural que señaló a los agentes que creía haber visto a una persona escapando hacia otra dirección distinta al campo de fútbol. Información que sirvió, y mucho, ya que el agresor había cambiado de rumbo saltando por una valla en la que los agentes localizaron marcas que venían a demostrar que el individuo andaba cerca. “Concluímos que se había escapado por el campo de fútbol, había dado la vuelta y saltado por la valla. Saltamos por ahí y empezamos a buscar”, añade.

Ya comenzaba a amanecer y las tareas de búsqueda se veían así beneficiadas. “Pudimos ver ya que al lado de un pozo” que hay allí cercano “había marcas de sangre. Localizamos un arma entre las zarzas, una metralleta de air soft... Suponíamos que el agresor había querido entrar en el pozo, porque el candado estaba manchado de sangre, pero no pudo. Lo que hicimos entonces fue estrechar el cerco en esa zona concreta, tratando de saber si había una salida.  No la había, tenía que estar ahí”, recuerdan los agentes. Se encontró otra arma en el camino, pero tenían un problema: en frente, una vegetación salvaje impedía cualquier tipo de visibilidad. Las zarzas, de entre tres y cuatro metros de altura se convertían en una trampa para los policías, pero en el camuflaje perfecto para el agresor. Yassine estaba ahí, ¿pero dónde? Los agentes Rubén y José Antonio saltaron a la zona de zarzas. Su jefe inmediato, el inspector Manolo R.G. los perdía de vista. “El terreno era impracticable, teníamos que abrir camino con ayuda de un machete y la defensa. Íbamos avanzando poco a poco y seguíamos encontrando restos: una camiseta con sangre... sabíamos que el individuo estaba cerca pero no por dónde nos podía atacar, porque podía salir de cualquier lado. Teníamos que andar con prudencia porque podía salir de cualquier sitio para atacar. Sabíamos que, como mínimo, tenía que llevar un machete, el que había usado para atacar al compañero porque no había aparecido”, recuerda el policía Jose Antonio G.P., con cinco años de labor ya en el Cuerpo.

A la tensión derivada de ese escenario se apuntaba algo más: el no saber cómo estaba el compañero y el tener muy cerca a una persona agresiva, que había sido capaz de provocar semejantes heridas a Ferrer. “La situación era bastante complicada. Íbamos siguiendo rastros, pistas... y llegó un punto en el que no podíamos avanzar ya más porque nos topábamos con una telaraña de zarzas, ni cortándolas podíamos seguir”, completa el agente Rubén, que lleva ya dos años en las filas policiales. “Llegamos a la determinación de que el individuo estaba allí”, apunta el inspector Manuel. Así que había llegado el momento de echar mano de la pericia, que en el fondo es lo que define a los agentes más sagaces para culminar con éxito las operaciones. El policía Rubén C.M. comenzó a hablar en inglés -idioma del detenido- para atraérselo, engañándolo poco a poco, tranquilizándolo... con tal de forzar así que éste hiciera algún tipo de sonido para cerrar aún más el círculo de acción. “De repente emitió un sonido y ya sabíamos más o menos de dónde procedía aun sin saber el lugar exacto”, añaden. Fue entonces cuando el superior les ordenó que se colocasen los chalecos antibalas y adoptaran las medidas de protección oportunas. “La verdad es que el jefe sabía que el agresor estaba ahí, muy cerca, y efectivamente así fue”. No podían localizarlo porque estaba oculto en un hoyo, a unos cinco metros de profundidad, tapado por la maleza. Se efectuaron dos disparos intimidatorios al aire para que el individuo depusiera su actitud. “Se le dio órdenes de que se dejara ver y entregara las armas, estaba agresivo y no quería colaborar en nada. Viendo que no deponía su actitud, que seguía agresivo y posiblemente llevaba un cuchillo usamos el arma intimidatoria. Eso fue efectivo, porque se vio rodeado. El compañero en inglés le dio orden de enseñar las manos, que estuvieran siempre arriba para colocarle las esposas antes de que bajáramos al hoyo. Lo tuvimos que sacar empujando entre los dos... pesaba unos 110 kilos... cuando estábamos arriba cedieron las zarzas de las que nos íbamos cogiendo y caímos de unos dos metros al boquete otra vez. Tuvimos que salir poco a poco de uno en uno”, recuerdan. En el hueco en donde estaba el detenido se encontró el cuchillo usado para agredir al agente. Además, ocultos debajo de la camisa y colocados en la cintura, a la espalda, portaba otros dos cuchillos más, que obran en poder de la Policía.

Los agentes no dudan en reconocer que el éxito se ha sustentado en la buena coordinación. “Íbamos avanzando con precaución, no saltamos hasta que le pusimos los grilletes porque era una persona muy agresiva y había mucha tensión. Este hombre tenía amenazada a más gente y teníamos miedo de que si escapaba podía volver al lugar y atacar a más personas porque en las condiciones en que estaba... podía hacerlo. Teníamos en la cabeza que había que detenerlo, que de ahí no nos íbamos ninguno hasta que lo detuviéramos”, indican. “Si se llega a escapar hubiera generado una inseguridad ciudadana tremenda por lo agresivo que era, por su corpulencia, por su actitud”.

Y así fue. Tanto que con un turno que debía haber terminado a las siete de la mañana, se marcharon a sus casas a las dos de la tarde, pero sabiendo que el compañero Ferrer estaba ya en planta y el autor de su agresión, en los calabozos. Cierran así una de las intervenciones que, tanto José Antonio como Rubén definen como de las “más complicadas” de su carrera. Lo reconocen mientras que el inspector Manuel, curtido en otros berenjenales, no duda en saber reconocerles, orgulloso, el mérito que han tenido.

Ambos policías, al igual que el detenido, tuvieron que recibir asistencia en el ambulatorio José Lafont de los múltiples arañazos provocados en el rostro y en los brazos, producto de una detención que fue complicada, que hubo que lucharla. Pero como reconocen los agentes de la UPR, lo que importa es que “gracias a Dios el compañero se ha salvado, este individuo está detenido y no ha agredido a nadie más”.

Concedida la Medalla al agente herido

En la mañana de ayer el propio director general de la Policía, Ignacio Cosidó, informó personalmente al agente Juan Ferrer del acuerdo alcanzado para otorgársele, en la próxima festividad del Patrón, la Medalla al Mérito Policial con distintivo rojo. Ya se le ha comunicado al policía de forma directa, después de que se haya aceptado la propuesta que, desde el mismo sábado por la mañana, nada más producirse los hechos, estaba moviendo el propio jefe superior, Pedro Luis Mélida. Una intención que ya se puso en conocimiento del SUP, sindicato al que está afiliado el agente herido. Ayer, su secretario provincial, Jesús González Miaja, se mostraba satisfecho por esta noticia y recalcaba la labor hecha desde la Jefatura para este reconocimiento. La condecoración con distintivo blanco se le dará a los dos agentes que detuvieron al agresor.

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