Opinión

Tener derechos históricos y ser diferentes

Hay algunas regiones de España que ilusoriamente presumen de ser “nación”, “país”, “estado”, ser sus ´sus habitantes “diferentes” y tener “derechos históricos” distintos a los demás españolitos de a pie que sólo nos jactamos de ser gente sencilla del pueblo llano. Y a aquí lo único que sabemos es que nadie nos explica en qué consisten sus pretendidos derechos históricos, ni su supuesta supremacía étnica. Sólo sabemos que nuestra vieja “piel de toro” peninsular fue toda invadida, de norte a sur y de este a oeste, por los romanos, vestidos con sus típicos uniformes de “pecholatas”; y que, a partir de su mezcla con los íberos, vándalos, suevos, alanos, godos, visigodos, árabes y cristianos, pues fue como se fue moldeando y formando ese sustrato étnico del actual arquetipo medio español.

Yo creo que, para saber si un territorio es o no “histórico” y sus habitantes son “diferentes” a los demás, nada mejor que remontamos precisamente a aquella misma época romana de la vieja Hispania. Y, entonces, lo primero que nos encontramos es que las tres primeras “regiones” que la civilización romana fundó en España, fueron: Lusitania, Bética y Tarraconense. Así figura en los libros de historia.

Pero resulta que la capital de aquella vieja Lusitania fue la antigua Emérita Augusta (actual Mérida), que también fue, y sigue siendo, todo un portentoso emporio de arte monumental y arquitectónico romano que para sí quisieran tener otras muchas regiones y ciudades de España y que, además, después fue también dos veces capital nacional de la España visigoda y de todo el extenso territorio que comprende la actual Extremadura.

Entonces, si a Lusitania (actual Extremadura), le correspondió también la primicia “histórica” de haber sido por igual una de aquellas tres primeras regiones de España, ¿por qué no puede tener también “derechos históricos”, si en realidad todas las regiones han tenido su propia historia en el devenir de los tiempos?. ¿Es que sólo van a poder tener derechos históricos y ser diferentes, precisamente, las dos regiones que ellas por su cuenta y riesgo se los arrogan, cuando fueron en el pasado los únicos territorios españoles que nunca pasaron de ser más que un simple condado catalán dependiente del viejo reino de Aragón, o meros señoríos de las antiguas “Provincias Vascas”?. Y, que sepa, ambas regiones son en la actualidad Comunidades Autónomas como las demás, todas sometidas al artículo 14 de nuestra Constitución, que dispone que todos los españoles somos iguales ante la ley.

"No cabe duda que esa indolencia nuestra de los extremeños ha sido luego la causa de que a lo largo de la historia hayamos sufrido el olvido, el abandono y la desconsideración del poder central, porque de antemano se sabe que Extremadura no es reivindicativa ni conflictiva"

Eso sí, empezando la casa por el revés, nos encontramos con que, si Extremadura es en algo “diferente” de esas otras regiones que se creen que sólo ellas tienen derecho a serlo, no es por tener estas últimas “distintos” sus genes étnicos, sino que sólo lo es la región extremeña porque nunca ha sido conflictiva, sino pacífica, jamás ha dado ningún problema al resto de España; es decir, los extremeños rara vez protestan o reclaman, ni son supremacistas, ni arrogantes, ni prepotentes, ni presuntuosos, ni pedigüeños, pese a lo injustamente que tantas veces se les ha tratado por los poderes centrales.

Y aquí hay que acordarse de leer al que fuera célebre cura y poeta de Saraicejo (Cáceres), Francisco Gregorio de Salas, claro exponente del costumbrismo individualista rural extremeño, cuando escribió: “Espíritu desunido/ anima a los extremeños/ jamás entran en empeños/ ni quieren toman partido/ cada cual en sí metido/ y contento en su rincón/ aunque son hombres de razón/ vivo ingenio y agudeza/ vienen a ser por pereza/ los indios de la Nación…”.

Ciertamente, esa apatía, esa pereza, esa indolencia, ese abandono y esa indiferencia y despreocupación que se nos imputa por lo nuestro, es algo que los extremeños tenemos que desterrar y quitarnos de encima como lastre. Tenemos que espabilar más, y no resignarnos ni conformarnos con quienes pretendan avasallarnos o darnos como limosna lo que nos corresponda por derecho y estricta justicia.

Y es que, si a los extremeños tuvieran que catalogarnos conforme a algún patrón que por nuestra idiosincrasia y forma de ser nos caracteriza, yo diría, utilizando un símil gráfico, que somos algo así como en su curso fluvial se comporta uno de los principales ríos de Extremadura, según lo describiera Camilo José Cela, al decirnos: “Guadiana, río misterioso que se esfuma, que sale y se vuelve a ir, y torna a mostrarse, aquí quiero y aquí no quiero, y aquí ni quiero ni dejo de querer”.

Pues, esa desgana, esa tibieza y esa dejadez hacia los propios valores extremeños, resignándonos dentro de Extremadura a ni siquiera reivindicar nuestra forma de ser y ni siquiera lo que en derecho y justicia nos corresponde, contrastan luego con el coraje, el empeño, la audacia, el arrojo y las ganas de aventuras que suele poner la gente extremeña cuando salen hacia otros mundos desconocidos a acometer las más difíciles empresas, sin tener miedo al riesgo, ni a embarcarse hacia océanos embravecidos y mares procelosos, pese a ser los extremeños de tierra a dentro.

No cabe duda que esa indolencia nuestra de los extremeños ha sido luego la causa de que a lo largo de la historia hayamos sufrido el olvido, el abandono y la desconsideración del poder central, porque de antemano se sabe que Extremadura no es reivindicativa ni conflictiva y que sus gentes no van nunca a dar ningún problema a España, sino que siempre darán de ellos lo mejor a cambio de nada de los demás. Lo dijo también el escritor extremeño Rivas Mateos: “Los extremeños, dieron por España tantas vidas cuantas vidas se necesitaron. Lo hicieron sin protestar, abrazados a la bandera nacional, y en silencio, que es como se sufre el verdadero dolor”.

Y eso nos ocurre a los extremeños, porque, si bien es cierto que nos caracterizan cualidades y rasgos tan positivos como son el ser sencillos, llanos, sinceros, sufridos, sacrificados, austeros, acogedores, hospitalarios, soñadores, gente trabajadora y honesta, personas serias y de acreditada probidad, en las que tanto se puede creer y de la que tanto se puede esperar, también somos luego un poco apáticos e indiferentes a la hora de defender más y mejor nuestros derechos y nuestra propia causa, como podría hacerse divulgando más nuestra historia, dando a conocer más nuestros valores, y haciendo ver todo lo que Extremadura ha aportado a España a lo largo de su devenir histórico, de forma auténtica y real, pero nunca inventado, que es lo que alguna que otra región hace. Buena prueba de ello se tiene en que Extremadura está todavía por descubrir, no está suficientemente puesta en valor.

"Yo creo que, para saber si un territorio es o no “histórico” y sus habitantes son “diferentes” a los demás, nada mejor que remontamos precisamente a aquella misma época romana de la vieja Hispania. Las tres primeras “regiones” que la civilización romana fundó en España, fueron: Lusitania, Bética y Tarraconens"

Y eso perjudica mucho a Extremadura y a los extremeños, porque la guerra de las marcas, o de la buena imagen, no sólo se gana luchando como antiguamente se hacía, con la espada y la cruz en la mano, haciendo heroicidades y civilizando al Nuevo Mundo, sino también plasmando luego con la pluma la auténtica historia, que por algo ambas armas – pluma y espada – han batallado siempre juntas. Y los extremeños somos valientes e intrépidos hasta el punto de merecernos con toda justicia el propio apelativo de afamados “conquistadores”, pero luego terminamos nosotros mismos siendo conquistados por los que acaban aprovechándose de nuestras propias conquistas; y, desde luego, lo que no somos capaces, es de presentar al resto de España y del mundo el buen nombre y la relevante imagen que Extremadura y los extremeños por propio derecho, mérito y justicia nos merecemos.

Bien entendido que en modo alguno se pretende pedir aquí nada de eso que se parezca a los tan esgrimidos “derechos históricos”, ni “hechos diferenciales”, ni “derechos forales” aunque todavía tengamos vigente el Fuero extremeño del Baylío, ni “deudas históricas”, ni “cupos” territoriales, ni “balanzas fiscales”, ni “privilegios” algunos, sino sólo mostrar la realidad histórica de Extremadura, que es una de las regiones más dignas de España, con personalidad extremeña propia, con su específica singularidad y con una identidad perfectamente definida como territorio regional sólidamente asentado.

Y esa auténtica realidad histórica de Extremadura, también le confiere los mismos "derechos históricos" que pretendan atruirse como propios cualesquieras otras regiones que se arroguen los mismos como únicos, propios y "diferentes", sin serlos.. Su territorio estuvo entre los tres primeros que tuvieron propia personalidad regional y configuración político-administrativa. La antigua Lusitania, ya existía en el siglo I a. C. como la segunda región más conocida y más extensa de Hispania, detrás de la Bética. En todo lo demás, Extremadura es una realidad histórica que trae causa de haber sido fundada entre las tres primeras regiones de nuestro país. Su única "diferencia" respecto de las demás, no es ni "histórica" ni genéticamente "diferente", sino que le viene de haber sido siempre considerada como de peor derecho que otras que tanto presumen de lo que carecen...

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