Opinión

Tendero

Una de las clásicas figuras que hasta hace pocas fechas se veía en todas las zonas de nuestra ciudad y casi en todos los rincones de nuestra geografía española era el tendero. Era esa persona que regentaba un establecimiento dedicado a la venta de todo lo que la licencia de apertura del local le permitía y mucho más. Y no lo digo de forma irónica.

Este hombre ante todo era un político que estaba allí para intentar ser el capitán de toda la zona que abarcaba. Eran los confesores de todas las mujeres y hombres que iban a ese establecimiento. Una de las ventajas que tenía los agentes de la autoridad era ir a ver a estos hombres cuando tenían algún tipo de dudas sobre la sobriedad de algún componente de la comunidad.

Estaban al día de todo lo que se manejaba en el barrio, ya que las mujeres, como de costumbre, no ocultaban absolutamente nada de nadie ni si quiera de ellas mismas, o sea no tenían frenillo en sus lindos labios. Cuando algún vecino tenía problemas económicos iban directamente a estos personajes para decirles si era posible que les fiara la compra durante el tiempo indispensable para poder restablecer los problemas normalmente económicos que atravesaban la familia en cuestión.

La tarjeta de crédito todavía no había llegado a entrar en acción en las fechas que estamos recordando. Estas que nos arruinan en el momento que nos excedemos un poco de lo normal metiéndonos esos porcentajes desorbitados. Ya que estos sectores normalmente eran de personas con un nivel medio, bajo en la escala monetaria, o sea de renta. Por eso siempre intentaban ir a comprar las cosas necesarias para una vivienda en un lugar determinado todos los días. Ya fuera por empatía hacia esa persona o por encontrarse lo más cerca posible de su vivienda habitual.

Creo recordar que el pan, los productos lácteos, las bebidas, tanto alcohólicas como las gaseosas, para que cuando fueran a la casa a comer tenerlas lo más frescas posibles y los productos frescos como las frutas y las verduras, además de algunas chucherías como pueden ser las bollerías y los azúcares (caramelos de todos los estilos) eran la base de este tipo de comercio que durante muchas generaciones han estado tanto en barriadas, como en zonas muy concretas, la inmensa mayoría de las veces en el centro de la ciudad.

Lo normal era que las grandes superficies estuvieran apartadas de los núcleos urbanos. Pero los negocios de las grandes empresas querían expandirse y entraron en los territorios que normalmente estaban estos pobres y honrados hombres de barrio, dando al traste de una tacada a estos minoristas que sufrían para poder sacar un buen sueldo para sus casas, pero siendo ayudados por todos los componentes de la unidad familiar.

Por un lado con la competencia desleal de las grandes superficies que ponían el precio costo que le salían a estos hombres, siendo imposible que pudieran competir, solo con la lealtad que siempre han demostrado con sus clientes. Pero esto no era suficiente y viendo que los vecinos empezaron a ir con asiduidad a los almacenes al principio comprando por cajas al mismo precio que les ponían a estos minoristas y posteriormente le vendían hasta una unidad al precio costo.

Era imposible poder mantener a flote estos establecimientos. Pero a pesar de todo tenemos unos recuerdos bastante agradable de ellos por ejemplo cuando existían una serie de marcas comerciales en Ceuta donde teníamos que llevar los cascos para poder llevar a casa el mismo producto. Era la reutilización de los envases que hoy está muy de moda.

Eran normalmente de cristal, y tenían en especial los refrescos un sistema con una lengüeta que cerraba perfectamente gracias a unos alambres estratégicamente puestos que eran únicos en su género, hace pocas fechas y a parte de estar hechas en nuestra ciudad tenían una calidad que siempre estaba muy bien mirada en especial cuando algún familiar se dignaba de venir a visitarnos y le dábamos estos productos a probar. Me acuerdo de las naranjadas, limonadas, colas, las caseras y muy especialmente de las cervezas que popularmente se les denominaban litronas, o carandolas, que tenían un sabor excelente según los buenos catadores que tenemos en nuestra cercana Andalucía.

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