Alrededor de 7.000 temporeras marroquíes contratadas para la campaña de la fresa y los frutos rojos en Huelva van a quedarse sin trabajo a lo largo del mes de junio y sin poder regresar a su país debido al cierre de las fronteras decretado por Rabat a mediados de marzo.
Según explicaron a Efe fuentes implicadas en la contratación y traslado de estas temporeras, 3.000 de ellas perderán su empleo la primera semana junio ante el fin gradual de la temporada del fruto rojo, y en las siguientes semanas le ocurrirá lo mismo al resto.
En caso de no mediar alguna solución de tipo político, estas temporeras pasarán a engrosar las listas de marroquíes que han quedado bloqueados en el extranjero desde el 13 de marzo -la semana pasada sumaban más de 31.800 personas- y sin fecha para su retorno.
Los empresarios la la zona de Huelva ya han manifestado su preocupación por el destino de estas temporeras en el momento en que se queden desocupadas, sin saber quién deberá hacerse cargo de ellas si se prolonga su estancia en unos campos donde ya no hay fresa ni frambuesa que cosechar.
Las circunstancias sobrevenidas este año por el cierre de las fronteras benefició de algún modo a las temporeras marroquíes que se encontraban en España ese 12 de marzo, pues todas ellas vieron extendidos sus contratos durante varios meses, llenando así los "huecos" que dejaban sus colegas que no pudieron sumarse a la campaña.
Según este modelo de "emigración circular" (de ida y vuelta) que el gobierno español quiere fomentar con Marruecos, campañas largas como las de los frutos rojos permiten emplear a miles de personas en un sistema de turnos que se extiende desde enero hasta junio.
Este año fueron 16.500 las temporeras seleccionadas para viajar a España, pero el ritmo constante de salidas (tres barcos por semana desde Tánger hasta Algeciras) se interrumpió bruscamente ese 13 de marzo, con lo que solo 7.000 pudieron efectivamente incorporarse a sus puestos de trabajo.
En general, estas 7.000 mujeres son "repetidoras" en campañas similares de años anteriores, y con hijos a su cargo en Marruecos, lo que las hace candidatas perfectas para seguir beneficiándose de esos permisos de trabajo.
La situación de las temporeras se convierte así en un problema ya no agrícola, sino migratorio, en el que están involucrados los ministerios de Interior y de Exteriores de ambos países, y su solución dependerá únicamente de una decisión política por parte de Marruecos.
En el periodo de confinamiento, Marruecos ha permitido que salgan de su país alrededor de 90.000 personas en vuelos y ferris excepcionales de repatriación, pero de sus nacionales bloqueados en el extranjero solo ha permitido hasta el momento el regreso de medio millar por vía terrestre, desde las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.
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