Fue la mayor asesina en serie de todos los tiempos. Era despiadada, ingeniosa, maquiavélica y extremadamente inteligente.
Mantuvo en vilo durante decenios a millones de personas y sus crímenes se sucedieron implacablemente durante 56 años. Empleó todo tipo de armas, tácticas, conspiraciones y venenos para llevar a cabo, siempre con éxito, sus macabros propósitos.
A los 85 años, una neumonía terminó con su vida sin que ningún cuerpo policial de este planeta lograra inquietarla. Era la envidia de cualquier criminal.
Sin duda, Agatha Christie fue la más grande en su género.
Sus obras, las más publicadas después de la Biblia, iniciaron su mágico camino en el papel libro en 1920. A mediados de 1916, mientras la primera carnicería mundial segaba la vida de miles de personas inocentes, la escritora desempeñó labores humanitarias como enfermera de la Cruz Roja. Y fue allí, cuando la máxima expresión de la miseria humana se hacía dolor, donde Christie generó el primero de sus más de 200 trabajos literarios, teniendo al genial Sir Arthur Conan Doyle como desencadenante de su inspiración.
La novela que nació en el británico hospital para heridas de guerra de Torquay, “El misterioso caso de Styles”, hizo las veces de presentación en sociedad de Hercules Poirot. El peculiar detective belga, con cuidado bigote y bombín aristocrático, logró resolver un caso imposible para la policía en una casa de campo en la región de Essex, y todo a base de lógica deductiva y observación concienzuda.
Tras el rotundo éxito de su primer libro, se sucedieron las novelas, las obras de teatro y de radio, los cuentos o las poesías y todo resultó ser un absoluto y rotundo éxito.
El estilo de la inglesa, de llevar al lector por mil conjeturas erróneas para intentar resolver el enigma, se transformó en el sello particular de las novelas de Agatha Christie y “Los diez negritos”, “Muerte en el Nilo” o “Los relojes” son hoy considerados clásicos de la literatura. Además, muchos de los libros de Christie contenían algo de experiencia personal en su narración. Por ejemplo, el “Asesinato en el Orient Express” tuvo su origen en un viaje que ella misma realizó en el famoso tren, mientras que la trama se fraguó a raíz de la paralización que sufrió el propio Orient Express en el año 1929 en Turquía por una tempestad de nieve que lo dejó inmovilizado una decena de días.
Consciente de la brutal importancia de su labor, Christie quiso poner su propio broche final 40 años antes de irse hacia la mayor biblioteca del universo, dejando escrita su última obra. Muy al estilo que le era tan caro, la literata situó la última historia de Poirot donde todo había empezado: en la casa de campo Styles. Una original forma de cerrar su círculo vital.
Así fue como, en 1975 y a la muerte de Agatha Christie, se publicó por fin, y a modo de epílogo, “Telón”.
Y en esas estamos.
Mala época la que vivimos en la que el “Telón” de la inglesa parece abatirse sobre cualquier atisbo de racionalidad, cuando pensábamos que con la desaparición de “el de acero” todo serían parabienes y fraternidad entre los pueblos.
Telón sobre el concepto de Democracia, prostituido cada vez que se cruzan los intereses de las ciudadanas con las de las poderosas; es decir siempre. En este caso y una vez más, escoja color y bandera para los del bando del poder, la oferta no escasea nunca. De puta pena.
Telón sobre todo lo que rodea la idea de Humanismo que se ha visto engullido por la del “libre mercado” que poco le importa si, en lugares remotos, la vida de una mujer es tan valorada como la de una cucaracha. Y seguimos sin querer verlo.
Telón sobre el librepensamiento, esencia de las francmasonas, porque representa la emancipación intelectual del género humano, algo que evidentemente siempre quieren impedir las que mandan de verdad. Un clásico.
Telón sobre el concepto de solidaridad y/o de apoyo mutuo que provoca que cerremos los ojos, más o menos conscientemente, ante la muerte de miles de personas en las aguas del Mediterráneo en el vano intento de huir de guerras y miserias. Asco profundo
Telón también sobre la inteligencia que está siendo agredida por gruesas consignas dignas de las pardas camisas, por burdas propagandas simplistas y totalitarias líneas de actuación. Definitivamente, no aprendemos.
Y finalmente, TELÓN sobre este H2SO4 al que jamás le ha importado ponerle proa al Levante, por muy incómoda que haya sido la navegación.
Así pues, esta sección ha decidido guardar sus vitriólicas reflexiones en el desván en el que se amontonan las incómodas evidencias. El H2SO4 se retira a sus cuarteles de invierno, pero con el ferviente deseo de que, algún día, dejen de corroborarse las observaciones que de la cruda realidad se han venido realizando aquí que no pocas no han dudado en tachar de alarmistas y apocalípticas, a pesar de las evidencias. Más quisiera este H2SO4 que la historia les diese la razón y que esta ácida recopilación de frases y párrafos sólo sirvan para mofarse del autor. Ojalá.
Usted, como siempre sabrá lo que más le conviene, pero tras muchas vitriólicas entregas descarnadas describiendo lo que nos rodea, quizás haya llegado el momento de que sea usted el que tome el relevo y transforme las palabras en actos. Nos va el futuro en ello.
A modo de algo parecido a una conclusión final, desde este H2SO4 hemos tenido la osadía de usurpar lo que cantaba el célebre poeta anarquista Léo Ferré en su texto “El testamento” y con él afirmar que:
“Pero te dejo esto como una canción tierna
Que tu fantasía sabrá hacer mucho mejor.
Y además también te lego mi voz perdida que podrás oír,
Dejando caer el telón…si así lo deseas”.
Como el mensaje que lanzaron a la Humanidad unas locas utópicas que tuvieron el valor de vivir la libertad con esperanza, este último Vitriolo sólo puede terminar con la frase que culminó la ponencia del “Concepto Confederal del Comunismo Libertario” de la CNT, aprobada en el congreso que se celebró en Zaragoza en mayo de 1936:
“Que todo el que se sienta con inteligencia, arrestos y capacidad mejore nuestra obra”.
Nada más que añadir, Señoría.