“¿Ya se encuentra mejor? ¿Cómo ha amanecido hoy? ¿Se ha tomado toda su medicación? Bueno, pues para cualquier cosa nos vuelve a llamar”. Una de las telefonistas del Centro de Operaciones Autonómico de la Cruz Roja en Andalucía, situado en Sevilla, acaba de colgar el teléfono. Hablaba con uno de los cerca de 800 usuarios del servicio de teleasistencia que hay en Ceuta.
El coronavirus ha pillado a mucha gente más sola de lo que normalmente están y son muchos los usuarios que durante este año de pandemia han decidido pasar a formar parte de la gran familia de “abuelitos” Cruz Roja y contratar el servicio de teleasistencia.
Ya sea en forma de medalla o de pulsera con un botón rojo, para muchas personas mayores que viven solas o tienen miedo a necesitar ayuda y verse en ese momento solas este dispositivo se ha convertido en una garantía de salud, o simplemente en un amigo con quien poder hablar un rato.
Para muchos ancianos en este botón rojo se encuentra un seguro de vida. Cuando les ocurre algo saben que solo tienen que pulsar. “El dispositivo va conectado a la línea de teléfono de la casa y la persona ante cualquier incidente lo pulsa. Tiene un alcance de 100 metros e incluso se puede usar en la bañera. No le pasa nada por mojarse y por eso mismo porque muchos accidentes de las personas mayores ocurren en la bañera”, comenta Isabel Brasero, portavoz y responsable de comunicación de Cruz Roja Ceuta.
De esta manera, un micrófono de alta sensibilidad recoge todo lo que dice el usuario, esté en el lugar que estén en la casa y un potente altavoz posibilita la comunicación como con un móvil manos libres. El dispositivo tiene una batería que dura unos tres días. Si no se recarga no funciona. Por eso hay que hacer habitualmente un chequeo para comprobar que funciona perfectamente.
Una asistencia que está disponible para cuidar de nuestros mayores las 24 horas del día los 365 días del año. El servicio tiene una clara vocación de asistencia ante problemas de salud o accidentes, pero también sirve para paliar la soledad de personas que pasan mucho tiempo solas.
“Normalmente lo tiene gente que vive sola, pero también lo tienen algunos matrimonios que ya son mayores, o gente que se encontraba perfectamente pero ha pasado una enfermedad y ya no se maneja igual que antes y los hijos deciden ponérselo, o también gente que no está del todo sola, pero que pasan el día solas y así se sienten menos solas. Para ellos es un plus de seguridad”, explica Isabel Brasero.
Una vez que la persona toca la medalla la llamada llega a una centralita en Sevilla, donde un profesional moviliza los recursos necesarios. Cada usuario cuenta con una ficha abierta en la que se recogen todos los datos relevantes para poderles dar la atención más ajustada a lo que necesite. “Las personas pulsan el botoncito porque les pasa algo o porque lea apetece hablar o tienen alguna consulta, no tiene por qué ser una emergencia sanitaria, puede ser llamar bomberos o un tema de seguridad. Estamos para lo que les haga falta”, detalla.
También se hace el camino contrario: una vez a la semana los usuarios reciben una llamada para ver si todo está bien o tienen alguna necesidad.
Antes, a través del programa de teleasistencia, voluntarios visitaban a los usuarios de Cruz Roja. Una atención que en muchos casos no sólo servía para acompañar a las personas mayores que viven solas, sino para “vigilar sus necesidades”. Pero ahora, con la pandemia hay que limitar al máximo el contacto físico con los usuarios para evitar riesgos y posibles contagios, aunque si es estrictamente necesario sí que pueden ir a las casas.
Un trabajo y atención que facilita la vida a aquellas personas que por diferentes motivos viven solas. “Los voluntarios estamos para eso, para captar esas necesidades”, remarca la responsable de comunicación de Cruz Roja, quien recuerda que ahora las cosas son diferentes y “hemos estado agarrados al teléfono todo el tiempo también durante la pandemia”.
“Muchas veces se han resbalado y no les pasa nada como para ir al hospital, pero necesitan que alguien les ayude a levantarse porque no puede por sí mismo. A lo mejor acude una vecina porque nosotros al ponerles la teleasistencia, les solemos pedir dos o tres contactos cercanos al domicilio y que esas personas tengan llave. Pero la mayoría de las veces es porque se sienten solos, necesitan hablar y alguien que les haga compañía”, aclara Brasero.
El apoyo psicológico ante la soledad de meses encerrados en sus casas también ha sido una labor importante en este departamento de teleasistencia. Una labor necesaria, que los voluntarios de Cruz Roja valoran, pero que sobre todo los usuarios agradecen mucho. A golpe de botón están atendidos.
Gloria Espinosa Vega no vive del todo sola porque su hija pasa las noches con ella, pero hace 7 años y medio, en octubre de 2013, al morir su marido y quedarse sola en casa, decidió empezar a usar esta medalla. El próximo domingo 28 de marzo cumplirá sus 84 años, aunque reconoce que aún puede hacer de todo y valerse por sí misma. “Durante el día sí que estoy sola y la verdad que así me siento más acompañada. Gracias a Dios no lo he necesitado por ninguna urgencia, pero son maravillosos. Me llaman muchísimo, cuando es mi cumpleaños también, a veces para ver si funciona bien y unas dos veces al mes para ver qué tal estoy y si necesito algo. Charlamos un poquito, probamos que funciona y poco más”, comenta. Unas llamadas que valoró especialmente durante el confinamiento. “Me llamaban varias veces también para preguntarme si necesitaba algo, que me hicieran la compra, o tirarme la basura, y para cualquier cosa están siempre ahí. La verdad que son muy atentos. Me siento más tranquila al tener el botón y no me siento tan sola cuando estoy sola. Están siempre muy pendientes de nosotros y eso da mucha seguridad la verdad. Yo lo tengo todo el tiempo puesto.
Isabel Méndez Méndez no era de primeras usuaria de este servicio, sino que lo era su hermana, África. “Lo tenía mi hermana que en paz descanse, pero hace ocho años ella falleció. Yo fui la que se lo gestionó todo y lo solicité porque yo estaba bien y tenía que salir a hacer la compra y mis cosas y me daba miedo dejarla sola y que le pudiera pasar algo. Cuando murió, llamé para quitarlo y me dijeron que como yo estoy sola, que me lo quedará y eso hice”, comenta la ceutí de 81 años que vive sola desde entonces en su casa en la calle Velarde con su “pulsera roja”. Por ahora “gracias a Dios” Isabel no ha tenido ninguna emergencia y no ha necesitado pulsar el botón. “Pero ya cada vez puedo hacer menos cosas sola porque tengo una enfermedad y me asfixio mucho, me canso y me da seguridad tenerlo. Lo que antes tardaba en hacer media hora, ahora lo hago en una, pero todavía puedo vivir sola”. Durante el confinamiento sí que estos voluntarios fueron sus “ángeles”. Isabel tiene que acudir una vez al mes al Hospital para recoger su medicación. “Yo llamaba y ellos me los traían. Además, estoy en la Cruz Blanca y una vez o dos a la semana vienen y me ayudan con la comida, los mandados, o me limpian un poco. Me siento muy atendida y contenta porque sé que cuando necesite algo, ahí los tengo”, concluía.
Paquita Campos Guerrero es una de las usuarias que sí que ha pulsado el botón en una ocasión. “Hace dos o tres años cuando estuve con la pierna mala, mi hija lo pulsó y llamó para que me llevaran en la ambulancia a hacerme una radiografía. Es la única vez que lo he necesitado porque no podía andar”, recuerda esta ceutí de 78 años. Hace 16 años enviudó y al quedarse sola, decidió ponérselo. “Yo he sido voluntaria muchos años de Cruz Roja vendiendo lotería, haciendo cursos y siempre muy contenta. Y desde que murió mi marido y mi hermana pues me mudé aquí al centro y me lo pusieron. Mis hijos vienen de vez en cuando, pero vivo sola. En el confinamiento ellos me llamaban, pero no necesité nada porque me fui a pasarlo a casa de mi hija”, explicaba.
Entre las llamadas protocolizadas existe una muy especial. Aparece el aviso en el ordenador para realizarla cuando coincide con la fecha de nacimiento de alguno de los usuarios, cuyos aniversarios figuran en la base de datos. “Les llaman desde Sevilla para felicitarles el cumpleaños. Es algo que les sorprende y les suele gustar mucho”, señala la responsable de comunicación de Cruz Roja Ceuta. Ahí descansa el lado más rutinario y sin sobresaltos del trabajo diario. Pero también hay llamadas de emergencias. “Otro de los servicios es de acompañamiento al hospital o a un centro sanitario para hacerse alguna prueba o porque tienen una cita médica. Lo solicitan, nosotros nos organizamos y un voluntario les acompaña. Este también es uno de los servicios más demandados. O, por ejemplo, también les llaman y les dan consejos cuando hay una ola de calor o de frío. El caso es estar siempre ahí”, destaca Isabel Brasero.
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