Llevo mucho tiempo citando dos axiomas míos, uno político y otro diplomático, que constituyen una diarquía básica en el accionar nacional: “A pesar de contar con unas credenciales impresionantes o quizá por eso mismo, España a veces parece tener más dificultades que otros países similares no ya para gestionar sino incluso para definir y hasta para identificar, para localizar el interés nacional”. Y en política exterior, lo que es casi una ley si no matemática desde luego que sí diplomática: “Hasta que España no resuelva o al menos encauce adecuadamente su en verdad harto complicado expediente de litigios territoriales, no normalizará como corresponde su posición en el concierto de las naciones”.
Más allá del plano declarativo, tal diarquía se vertebra, debería de vertebrarse, en un organismo coordinador, quasi sine qua non. Sólo una vez se estuvo cerca de una oficina para los contenciosos (antes asistí al final de un intento con Fernando Morán, aquel ministro a veces ridiculizado con chanzas “generalmente de origen infantil”, según De la Cierva, y quizá despedido por la puerta de atrás, de un Comité del Estrecho, donde yo me integraría con media docena de diplomáticos y militares, pero se anuló, quedó nonato, al parecer porque el asunto, secreto, se filtró en un periódico, creo recordar que de Melilla).
"A pesar de contar con unas credenciales impresionantes o quizá por eso mismo, España a veces parece tener más dificultades que otros países similares no ya para gestionar sino incluso para definir y hasta para identificar, para localizar el interés nacional"
“La crearemos cuando yo sea ministro” me dijo Moratinos sobre mi propuesta de establecer un centro que permitiera tratar correctamente nuestras principales controversias, Gibraltar, el Sáhara Occidental y Ceuta y Melilla, caracterizadas por estar tan entrelazadas que se tira del hilo de una en esa especie de madeja sin cuenda y aparecen inevitable, automáticamente las otras dos. Pero cuando fue ministro no se hizo.
Aunque, claro está, el carácter siempre complicado y en la actualidad particularmente acuciante de nuestros contenciosos urgidos por la necesidad de nuestro vecino del sur de impulsar el Gran Marruecos, y por el Brexit, en el caso de Gibraltar, hace que los aspectos “académicos”, queden postergados a causa de la necesidad de respuesta ante la puntual, amén de persistente, acción exterior, en una partida en la que para colmo y por falta suficiente de previsibilidad, España no juega con las blancas. En tan complicada esgrima, incurrir en un movimiento erróneo se traduce en recibir un touché, sin finta previa, de difícil devolución.
Sigo manteniendo el recurso a la diplomacia regia a fin de facilitar la reunión de alto nivel con Marruecos, sin la cual se antoja harto difícil comenzar a desbloquear el impasse, mientras se sigue asistiendo a su agravamiento ante el empecinamiento alauita fuerte en su redoblada alianza con la Casa Blanca, que cree permitirle una técnica diplomática de quemar etapas, acelerada, a diferencia de Hassan II, maestro en el manejo de los tiempos.
Parece innecesario precisar que el papel de los tronos se limitaría al que corresponde, que se sienten los negociadores. Cualquier otra lectura ha de desestimarse por no profesional.
Respecto de Gibraltar, ya he reiterado que, como los diferendos con el vecino lusitano, Olivenza e Islas Salvajes, constituye asunto de gobierno y así se está llevando. Cuestión diferente sería la del acierto, lo que excede a esta síntesis de urgencia
Pienso que 12 km son suficientes más la península en todo dinero vueltas juergas de todo según el refrán dime cuales tu amigo te diré que eres así tu barrio que llamas cuidad vivirá feliz siempre estaremos juntos y la gente elige con quien se siente de gusto. Pienso que es lógico para todos tantos insultos por nada.
Yo sugiero en la medida posible jurídicamente hablando que las relaciones hispano marroquíes en todos o casi todos los ámbitos tanto culturales económicos y de seguridad así como la lucha anti migratoria o de tráfico ilegal de personas y de productos ilícitos han de ser entre Marruecos y las Comunidades Autónomas dentro de un marco de acuerdos entre las dos partes dejando a parte y a un lado secundario al gobierno español central que vela más por sus propios intereses demagógicos y políticos que los intereses reales de los ciudadanos que componen tanto al pueblo marroquí como el de las comunidades autónomas españolas
Y ya se produjo una vez una situación similar, cuando Marruecos permitió que siguieran faenando en sus aguas jurisdiccionales la flota pesquera andaluza cuando se había interrumpido el acuerdo de pesca con la UE
Por consiguiente establecer convenios o acuerdos de cualquier índole por el bien de nuestros pueblos entre Marruecos y la Junta de Andalucía o la Generalitat de Cataluña o el País Vasco o Galicia no sería de ninguna manera una mala idea para evitar crispaciones políticas que no conducen a ningún lugar y solo entorpecen nuestro desarrollo socioeconómico y cultural y nuestro bien hacer
Seguro que ciertos juristas dirán que tales acciones no encubren los gobiernos autónomos y es competencia del gobierno central pero si se lleva bien acatando cierta sentencia del Tribunal Constitucional en la que Las comunidades autónomas pueden tener acción exterior pero no relaciones internacionales
El Tribunal Constitucional (TC) ha dictaminado en una sentencia que las comunidades autónomas pueden tener actividad exterior, pero no relaciones internacionales, pues la acción en ese ámbito es una competencia exclusiva del Estado. “No toda la actividad exterior puede identificarse como materia de relaciones internacionales”,
Buenos días
La sugerencia aterciopelada que contiene el veneno de la serpiente de lengua bífida.