El Tarajal es una frontera que muchos arrancarían si pudieran para dejar de frontera solo el aire. Muchos para los que su horizonte es únicamente cruzarla. Un límite que separa Ceuta y Marruecos y que hace casi cuatro meses un vecino país inapelable decidió cerrar por seguridad ante la pandemia mundial provocada por el coronavirus. Han pasado 119 días, también con sus noches, desde aquel 13 de marzo que dejó atrapados en nuestra ciudad a centenares de personas.
A pesar de que el país vecino prolongó ayer el estado de alarma hasta el 10 de agosto, tiene una importante decisión que tomar. España y la Unión Europea ya han movido ficha en las pasadas semanas y estarían preparadas para esa posible apertura y la Operación Paso del Estrecho que conllevaría. Pero Marruecos tiene ahora la pelota en su tejado y debe decidir si mantendrá cerrada sus fronteras terrestres por más tiempo o si las abre y en qué condiciones. Una decisión en la que Ceuta también tendría algo que decir y que también está preparada para lo que pudiera pasar.
Sin embargo, los marroquíes a los que ese cierre dejó varados en nuestra ciudad también tienen, y mucho, que decir. Después de cuatro meses abandonados a su suerte por su país ya no saben cómo gritar que por favor quieren volver a sus casas, con sus familias en Marruecos.
No son solo números, ni cientos de personas, son historias con nombres y apellidos que han sufrido y de qué manera estos más de cien días. Víctimas también del COVID-19, pero de otra manera. Se vieron en la calle, sin dinero, sin comida y apenas con lo puesto, pero por lo menos con techo sobre el que resguardarse: el Pabellón de La Libertad durante tres meses y en el último mes, un nave del Tarajal.
El tiempo pasa lento cuando uno está lejos de los suyos, al menos así lo considera Ali El Banaisati. Su historia es diferente porque él es residente en España desde hace 22 años, aunque vive temporadas en Alhucemas con su familia cuando le sale trabajo y otras en Pozuelo de Alarcón. Pero lleva cuatro meses “atascado” en Ceuta.
“Necesito salir a Marruecos porque tengo mis hijos muy chiquininos, mi mujer está recién operada, la frontera está cerrada y nosotros queremos salir de aquí. Estamos sin comida ni nada, solo con lo que nos da la Cruz Roja y estamos aquí perdidos”, explicó.
Una de sus hijas murió hace poco tiempo y ese recuerdo le persigue. Pero, tiene otras dos. La pequeña nació en diciembre y él no dudó en estar allí en Marruecos acompañando a su mujer, pero en febrero volvió a España y desde entonces no ha podido volver a ver a su familia. “Siempre que me llaman, me dicen que tengo que ingresar a Marruecos y mi hija de seis años está siempre diciéndome: Papá tienes que volver”.
Ha estado hasta hace unas semanas durmiendo con un amigo en la calle hasta que decidió hace tres días irse a la nave del Tarajal.
Khadija El Hourra y Saida Bouchaib son dos de esas trabajadoras del hogar, que prestan servicio en casas y que se quedaron atrapadas por el cierre inesperado de una frontera. Sus ojos muestran el cansancio de una espera que no termina. Solo quieren volver a casa con su marido y sus hijos.
Khadija confesó que está bien en la nave del Tarajal, pero necesita volver a Marruecos con sus hijos de 15, 14, 7 y 5 años. “No estuvo en Ramadán con ellos y ahora también en la Fiesta del borrego no va a estar”, explicó Saida por Khadija, que no sabe español.
Ambas iban en aquel autobús que tuvo que darse media vuelta en la madrugada del 25 de mayo. A pesar de su timidez, son muy contundentes en sus palabras. “Para el rey por favor deja a nosotros salir a Marruecos”, continuaron.
Khadija solo lleva tres semanas en la nave del Tarajal. Estuvo en casa de la señora para la que trabajaba y la misma fue la que la apuntó en las listas que manejaba Luna Blanca, pero no llegó a estar en el Pabellón de La Libertad. “Como no me llamaban” decidió irse para el Tarajal.
Las dos han dejado a sus familias al otro lado: el marido de Khadija apenas tiene visión y está al cargo de sus hijos, y Saida espera el momento de ver a sus dos nietos que no paran de preguntar por ella. Saida ha perdido diez kilos en estos cuatro meses y “aunque tengo 59 años, en mi cara parece que tengo 80”.
Hayat Akrouh es otra empleada del hogar que cada mañana cruzaba desde Rincón al lado español para trabajar en una casa en Ceuta. Los dos primeros meses ella y su hija estuvieron en casa de las dos hermanas que tiene en nuestra ciudad, pero hace dos meses una de ellas las echó. El último mes que estuvo abierto se quedaron en el Pabellón de la Libertad y ahora están en el del Tarajal.
“Venía a trabajar dos días a la semana y ese día cuando vine cerraron la frontera y me quedé aquí con mi hija que ese día vino conmigo. No dicen nada, no quieren abrir la frontera. Lo que queremos es irnos a nuestra ciudad, nada más. Pero nadie dice qué día van a abrir la frontera”, comentó visiblemente emocionada.
Son muchas las emociones que han vivido y el sufrimiento que aguantan bajo sus espaldas. Su hija de 20 años no es tan fuerte y “está muy mal”. Tampoco entiende que no les dejen volver cuando “en Rincón no hay mucho virus”.
No llegó a apuntarse en las listas que permitieron a algunos de sus compatriotas volver a su tierra y se emociona al recordar que sus dos hermanos, que ahora son su única familia, están solos en Marruecos porque su madre falleció. Estos días, se acuerda aún más de ellos por la proximidad ya del sacrificio de la Pascua, una fiesta clave para la comunidad musulmana, al igual que el Ramadán.
Sin embargo, Aicha Hatout vino a Ceuta con su marido para visitar a la familia. Su marido consiguió volver a Tetuán en el último momento, pero ella pensó que el cierre sería por poco tiempo y prefirió quedarse unos días más aquí.
“El día antes al día 13 de marzo ella vino para ver a su familia con su marido y después de entrar la frontera estaba cerrada. El marido salió, pero ella se quedó aquí con la familia y ahora quiere marchar”, relató Saida en su nombre porque Aicha solo sabe hablar árabe.
La familia de Aicha quiere que vuelva cuanto antes. Aunque tiene diez hijos, “todos casados ya, menos el pequeó de 20 años que vive con los padres”, le echan de menos. “Su nieta chiquitita siempre llora y llora y dice que quiere ver a su abuela”, continuó Saida.
Ambas estuvieron presentes en una de las noches más difíciles e imposibles de olvidar como los momentos vividos durante las repatriaciones. Marroquíes que llevaban atrapados más de 70 días en una ciudad que no era ni es la suya, algunos enfermos, otros cargados de hijos e incluso mujeres con bebés. Confusión acerca de unas listas en las que estaban apuntadas. Tocaban con las yemas de sus dedos su regreso, pero tuvieron que volver a la Libertad minutos más tarde.
“Nosotros salíamos a Marruecos a la frontera con el autocar. Pero, cuando salió la Policía para hablar con la Policía marroquí nos cogieron los pasaportes. Estuvieron dentro dos horas y al final volvieron y los policías nos dijeron que Marruecos no quiere que nosotros marchemos para allá”, comenta Saida Bouchab, una de las que iba en aquel autobús que tuvo que darse media vuelta en la madrugada del 25 de mayo. Algo que aún no entienden por qué fue así cuando otros tuvieron más fortuna y consiguieron pasar al otro lado del Tarajal.
Todos ellos agradecen a “los españoles que nos están tratando muy bien” y a los voluntarios de Cruz Roja, que se han convertido en estos meses en su familia, en su hombro en el que apoyarse y en su paño de lágrimas cuando parece que su propio país les daba la espalda. Pero, muchos se plantean ponerse mañana a las puertas del Tarajal si hoy Marruecos no se pronuncia con respecto a la frontera con Ceuta. No aguantan más esta situación, no paran de darle vueltas a la cabeza a todas horas y “la perderemos si seguimos aquí”.
Esta es la realidad de los cerca de 120 marroquíes que están atrapados en el Tarajal y que deambulan sin rumbo por Ceuta. El pasado miércoles Marruecos anunció que a partir del martes 14 de julio permitirá a sus nacionales y residentes regresar en barco o avión. Pero, ¿qué pasará con los que están en Ceuta? ¿Cuánto tiempo más van a tener que esperar a que abra la frontera?
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