Los últimos datos del Informe de la Evaluación General de Diagnóstico del Ministerio de Educación reflejan un panorama educativo en Ceuta caracterizado por el fracaso y la injusticia social. Decía Confucio que donde existía una buena educación, no había distinción de clases, y los datos que ofrece el Ministerio constatan que el sistema educativo ceutí es el menos igualitario del país y el más desigual en competencia social y ciudadana. Y es que, al margen de los repetidos datos sobre el fracaso escolar que no dejan de configurar una realidad social embargada e hipotecada en sus aspiraciones de futuro y caracterizada por los proyectos truncados de miles de jóvenes, lo más llamativo es el diagnóstico sobre la educación en Ceuta, ciudad en la que la educación de calidad ha dejado de ser un derecho humano, social y fundamental para convertirse en un privilegio solo al alcance de unos pocos elegidos.
Un sistema educativo que se niega a ofrecer igualdad de oportunidades en su acceso, que se resiste a ofrecer una educación bajo criterios de universalidad e igualdad, y que se caracteriza por ofrecer éxitos académicos en función del poder adquisitivo, es un rotundo fracaso y ha perdido su objetivo en la medida en la que no se educa de una manera uniforme a todos los alumnos. Y lo peor de todo es el silencio y la indolencia de los responsables políticos de la Educación en Ceuta, quienes deberían dimitir si les quedase un ápice de dignidad y vergüenza.
Hemos pasado de tener una educación deficiente a tener una educación deficiente, injusta y elitista donde el poder adquisitivo se ha convertido en factor determinante de los resultados obtenidos, algo intolerable desde cualquier punto de vista.
Los alumnos ceutíes no sólo obtienen los peores resultados, sino que doblan el promedio nacional en los niveles de rendimiento más bajos.
Sólo dos centros, los de mayor nivel económico y cultural de sus familias, La Inmaculada y San Agustín, superan los valores promedio nacionales de capacitación académica.
¿Por qué sólo los centros privados concertados superan claramente las medias?, ¿cómo se explican los responsables de la Educación en Ceuta que unos centros financiados con fondos públicos, regidos por las mismas reglas, incluida la norma de escolarización obligatoria, tengan resultados tan dispares? Yo no tengo respuesta, ni creo que los responsables de la Dirección Provincial la tengan. Pero lo que sí tengo claro es que, a pesar de esas cantidades de dinero invertidas en Ceuta de las que alardean, nada ha cambiado, por lo que, o se han invertido rematadamente mal, o simplemente no han llegado esos recursos.
Cómo es posible que a pesar de una ratio por las nubes, de la masificación que sufren nuestros alumnos en las aulas, no se haya construido un centro de primaria desde hace ya más de quince años, y que más allá de reforzar los recursos materiales y humanos se haya procedido a recortar la plantilla de profesores. No se entiende.
¿Por qué no se han puesto en marcha nuevas estrategias pedagógicas, o por qué no se dota de continuidad y de la relevancia necesaria a algunos proyectos que parecen tener éxito en otros lugares de nuestro país? Tampoco se entiende esta apatía.
Eso sí, cuando alguien, ciudadano de a pie o representante de algún colectivo implicado en el sistema educativo se atreve a criticar abiertamente a la Dirección Provincial, esta sí recibe su correspondiente contestación vía artículo de opinión.
No creo yo que esta sea su función principal. Así vamos.
Ni el alumnado, ni los padres y madres entienden de debates estériles, ni de titularidad de terrenos, ni de firma de convenios, ni de PP, ni de PSOE, sólo entienden y necesitan tener una educación que garantice su función principal, y que lo haga en igualdad de condiciones.
De lo contrario, no sólo estamos invitando al fracaso a muchos y al éxito a unos cuantos privilegiados, sino que estamos fomentado el crecimiento de una brecha social que, más tarde o más temprano, nos pasará factura. Y eso, sí que será imperdonable.
Volviendo a Confucio, no es arriesgado afirmar que manteniendo esta situación en el tiempo, estamos contribuyendo a generar un sistema bipolar, donde los parias seremos aquellos que, víctimas de una construcción humana, no hayamos podido tener un acceso igualitario a la educación.
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