De nuevo, los MENA están de moda. Como viene sucediendo en las últimas décadas, cada cierto tiempo, este colectivo se convierte en objeto de una fuerte polémica entre el conjunto de la ciudadanía. Que nunca se traduce en nada positivo. Un hecho puntual, una imagen disruptiva propagada con furor por las redes sociales, una declaración inoportuna o la simple evocación de sensaciones o recuerdos altamente contagiosos, son motivos suficientes para desencadenar la tormenta. A partir de ahí, los “incondicionales de la intransigencia” se hacen fuertes vociferando sus proclamas cruelmente excluyentes, arrastrando a una mayoría de indolentes gregarios que se suman con extrema facilidad al linchamiento de personas vulnerables asidos (casi siempre, como argumento infalible) a la defensa de su familia (sus hijos e hijas, idénticos en el fondo a quienes vituperan). Es como una especie de enfermedad social crónica que estamos condenados a sufrir. Es realmente lamentable la escasa (o nula) capacidad que tiene esta Ciudad para la reflexión, el debate y la conclusión. Quizá porque confundimos reflexión con “reordenación de prejuicios”, debate con “algarabía de tópicos” y conclusión con “lugares comunes”. Este es un ejemplo de manual de esta terrible discapacidad. Porque no se puede entender que sobre esta cuestión, conocida de manera muy detallada en todas sus dimensiones y vertientes, nuestra sociedad aun no tenga formada una opinión clara y definitiva. La presencia de menores marroquíes no acompañados en Ceuta (con la intención en muchos casos de trasladarse a la península) no es un “problema” coyuntural ni episódico, sino un fenómeno de naturaleza estructural. Y como tal hay que considerarlo y abordarlo. La Ceuta que entre todos hemos ido configurando es una Ciudad de “frontera abierta”, en la que las interrelaciones con Marruecos (en todos los ámbitos, desde el económico al social, pasando por el familiar) son cada vez más extensas e intensas. En este contexto es imposible siquiera plantearse un modelo de “relaciones interesadamente selectivas” (no podemos pretender que desde Marruecos pasen a comprar, pero no para ser atendidos en el hospital; o entren para cuidar a nuestros mayores, pero que los menores no se introduzcan para intentar “coger el barco”). Esta es una posición que, no sólo es más que discutible desde un punto de vista ético, sino que entra en una frontal colisión con el principio de realidad. Esta es la premisa de la que todo el mundo debería partir. Los MENA procedentes de Marruecos forman parte del tejido social ceutí. El debate se debería centrar en cómo se pueden (y se deben) articular las políticas más adecuadas y eficaces para lograr que puedan desarrollar sus proyectos vitales de la mejor manera posible orientados por los principios y valores en los que se asienta nuestro modelo de convivencia. Es una pérdida de tiempo y energía, además de una fuente inagotable de frustración y exasperación, alimentar la ignominiosa expectativa de que se puede “limpiar Ceuta de menores no acompañados”. Pero lo más lamentable de esta turbina ideológica es que los partidos políticos, siempre celosos de sus votos y temerosos de quedar “fuera de juego” de los fangos ideológicos mayoritarios por funestos que sean, se dedican a difundir mensajes ambiguos que de algún modo dan crédito a esa ensoñación racista, de la más rancia xenofobia, de que “los van a conseguir echar”. Así hemos podido oír a los Presidentes de Ceuta y Melilla (tristemente secundados por el PSOE) anunciar que van a promover “cambios legislativos” para alcanzar este objetivo. Porque “todo el mundo” sabe que los MENA “son un problema”. Mienten de manera deliberada y consciente. No es posible en España hacer una ley que permita “expulsar a un menor”. Lo impide nuestra constitución y todas las leyes y tratados internacionales suscritos por nuestro país, Los derechos del menor gozan, en la civilización occidental, de una especial (e innegociable) protección. Lógica y afortunadamente. El sarcasmo de nuestro Presidente, de acompañar esta mentira de un piadoso “lo mejor es que estén con sus familias”, sólo puede añadir un “cum laude” a ese doctorado de cinismo institucional que ha cursado durante su etapa de gobierno. Otros piden el “cumplimiento del tratado de repatriación firmado con Marruecos”. No se sabe si son ingenuos, falsos o directamente zotes. El citado acuerdo (que existe) se ciñe al estricto cumplimiento de las normas que respetan los derechos del menor. Y se cumple. En todo el país… menos en Ceuta y Melilla. Porque Marruecos considera que “no se puede repatriar a quien a está en su patria” (o todavía no se han enterado los responsable políticos de un determinado rango cual es la postura de Marruecos respecto a Ceuta). La consecuencia de esta incomprensible vacilación es que no se hace absolutamente nada, mas allá del lamento (de muchos), el engaño (de unos pocos) y la consternación (de todos, aunque por motivos muy diferentes). A los MENA no se les expulsa (porque no es legal) pero tampoco se les atiende (para evitar el efecto llamada que puede soliviantar a los detractores de la solidaridad, que son mayoría, y pueden mermar la cosecha de votos). Pondré un solo ejemplo que explica esto sin necesidad de más argumentos. En un centro en el que se “atiende” a más de cien menores de estas características, no existe un psicólogo. Moralmente delictivo. El Gobierno se limita a hacer lo mínimo imprescindible para evitar que la fiscalía de menores lo pueda encausar por incumplimiento de sus competencias de “tutela efectiva” a la que tienen derecho estas personas. Ceuta necesita sacudirse los prejuicios y complejos que la acosan y le impiden caminar con paso firme hacia la modernidad. Este es uno de ellos. Hay que aprender a convivir con los MENA. También son “nuestra gente”. Y tratarlos como se merecen. Seres humanos indefensos y desvalidos que han crecido en la más dura adversidad y han forjado su personalidad en el más amargo sufrimiento. Pero que a pesar de tanto infortunio, tienen sueños, esperanzas y horizontes (como todos los adolescentes); y por ello necesitan afecto, comprensión y ayuda. Por eso necesitamos un cambio radical de política, tanto en su concepción como en su aplicación. No consiste en “aguantar” a los menores sino en “educarlos” en el sentido más pleno del término. Conocer sus inquietudes, ganarnos su confianza, desarrollar sus talentos y capacidades, y poner a su alcance los medios precisos (materiales y humanos) para que consigan sus objetivos. No siempre dará resultado. Habrá que gestionar conductas y comportamientos incorrectos. Habrá que castigar y sancionar. Nada que no pase diariamente en nuestros hogares. Sin tanto ruido ni tremendismo. La adolescencia siempre fue una etapa evolutiva del ser humano tan apasionante como complicada. La de todos.
Parece mentira que este ciudadano no se dé cuenta de que el futuro de Ceuta (y de Melilla) será más que problemático respecto de seguir siendo territorio español o marroquí. Parece mentira que el señor Aróstegui no se dé cuenta de que Los MENA marroquíes son parte de lo que se ha venido en llamar Caballo de Troya de Marruecos en ambas ciudades, cuya finalidad es, no necesita demasiada explicación, incrementar la población de origen marroquí en ambas ciudades, y los MENAS forman parte de ese plan diabólico. Históricamente, siempre que nos las tuvimos tiesas con el moro, siempre salimos, o bien, haciendo concesiones, o bien, con el rabo entre las piernas. Y además siempre ha habido colaboracionistas por medio, como en este caso, es el señor Aróstegui.
Recientemente, se ha detectado en la ciudad de Melilla pasaportes de marroquíes que intentaban entrar en la ciudad, o solicitar una visa en los consulados españoles de Marruecos, que en la casilla en donde se consigna el lugar de nacimiento del portador del pasaporte aparecía Melilla-Marruecos o Ceuta-Marruecos. Los portadores de dichos documentos habían nacido en centros médicos (hospitales) de Melilla o de Ceuta. Se ve meridianamente claro que Marruecos aprovecha lo más mínimo para sacar provecho de la situación. Les das la mano y te cogen el brazo.
Pero a estos colaboracionistas les pasa como a las lechuzas, por mas luz que les echen menos ven. La táctica de Marruecos es la de apoderarse de un territorio (recuerden el Sahara) sin despeinarse, sin pegar un tiro. Aquí vienen al pelo aquel dicho de que "por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, un caballo y por un caballo, un caballero". Interpreten ustedes lectores qué corolario se puede extraer de ese dicho. Por otro lado, qué verdad es aquella que nos recuerda que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido desde dentro. Pues usted mismo lector.
Recientemente hemos sabido que la evolución demográfica de Ceuta y de Melilla, entre 2002 y 2013, ha experimentado un crecimiento poblacional que supone un aumento porcentual del 19,2% en Ceuta, y del 27,1% en Melilla (media española 13,8%); y que entre 2016 y 2031 se prevé que la evolución demográfica porcentual en Ceuta será del 5,1% y en Melilla, del 13,5%, (media española –1,2%).
Cifras de autentica barbaridad para ciudades de 19 km2 (Ceuta) y 12 km2 (Melilla). ¿De dónde provienen esa población? No hay que ser muy avispado para colegir que del vecino Reino de Marruecos. ¿Será problemático el futuro de ambas ciudades, o no? Con colaboracionistas como el señor Aróstegui, el futuro se ve más negro que el ala de un cuervo.