Colaboraciones

Tabla de Ouija, por JD Benedicto

Hace pocas noches me dieron una confesión muy bonita sobre un misterio que le había ocurrido en su juventud. “Mis padres eran muy religiosos. Llevaban tanto uno como otro su vida diseñada a lo que se dice la Biblia. Por eso cuando estuve buscando una cosa y me encontré encima del armario una tabla de ouija pensé en unos momentos que eso no podía ser de ellos. Lo primero que hice fue esperar a ir al colegio, tendría por aquellos momentos unos ocho años de edad, más o menos, para hablar con mis amigotes lo que había encontrado. Yo la verdad que no sabía lo que podía ser pero confiaba que algunos de mis inteligentes compañeros tanto de estudios como de trastadas, pero sanas, pudieran tener idea de lo que podía ser. Quedamos para hacer un pequeño picnic en el jardín de mi casa en la tarde-noche del sábado. Allí montamos una tienda de campaña con varias sábanas y unas cuerdas que pusimos a manera de techo. Todo el patio era nuestro. Saqué el nuevo juguete y todos lo estuvimos explorando. Y uno de los más listos dijo la palabra clave. “Es una tabla de ouija”.

Nos quedamos perplejos por primero la palabrita y luego esperando saber para que nos dijera para qué valía. Nos puso al corriente con un par de lecciones magistrales y de inmediato nos pusimos a jugar. Aprovechando que nuestros padres habían quedado para cenar y que a pesar de decirnos que nos portáramos bien y ponerles buena cara, hicimos lo que unos buenos niños podrían hacer. Jugamos y primero nos quedamos sorprendidos por el mecanismo y luego por las respuestas. Sobre las dos de la mañana se nos acabaron las pilas y cada uno buscó su manta y a dormir. Por la mañana a eso de las once mi madre nos levantó y nos puso un buen desayuno. Antes de las dos de la tarde vinieron a recoger a todos mis amigos los distintos padres con sus respectivos coches cada uno de ellos. Pero nos quedamos sorprendidos todos mis hermanos incluido el que está relatando ya que una luz bastante fuerte con una altura considerable fuera acompañando a cada uno de los vehículos que llevaban a nuestros amigos. Esto mismo se lo dije a cada uno de los compañeros y me empezaron a decir cosas muy raras que le estaban sucediendo a cada uno de ellos en sus respectivas casas como que a uno se le abrían las puertas de los cuartos, a otros que escuchaban ruidos, etc. Los mismos padres se reunieron y tras las confesiones que nos hicieron hacer a cada uno de nosotros contamos todos la misma canción. Mis padres me echaron una bronca monumental y me dijeron que tirara a la basura la tabla y de paso recogiera todas las hojas del patio, que la verdad que había unas pocas y las tuve que recoger ya que toda la culpa había recaído sobre mi persona por ser el más gamberro de todos nosotros. Cogí mi carretilla la llené de las hojas y también puse como era lógico la tabla de ouija y lo llevé todo al contenedor que se encontraba a un par de manzanas de mi casa. Al día siguiente cual fue mi sorpresa cuando mi padre me dio una reprimenda de primera categoría diciéndome que por qué no le había hecho caso y había dejado en el patio la susodicha tabla, diciéndole la verdad de que si lo había hecho la tarde noche del día anterior. Tuve que nuevamente recoger las hojas que había caído ese día y nuevamente puse la mencionada tabla encima de la carreterilla y fue nuevamente al punto limpio para depositarlo todo dentro del contenedor. Pero cual fue mi sorpresa cuando nuevamente apareció la tabla por la mañana en el patio. Mi padre me quería matar.

Yo le expliqué que tanto el día anterior como el otro yo lo había metido en el contador y que no era broma. Eso le puso con la mosca detrás de la oreja. Este día era martes y como de costumbre mis primos que tenían negocios en los mercadillos de Algeciras estaban invitados para comer arroz en nuestra casa. Era una costumbre de hacía ya muchísimos años. Al llegar ellos les explicó lo que le había ocurrido con la tabla de ouija y rápidamente le dijeron a mis padres que eso no se hacía así sino que se debería de quemar la misma y puesta al revés ya que estos objetos tenía muy malos farios y que la única forma de eliminar los mismos era de esa manera. Como teníamos un horno para hacer el pan en el patio decidimos meter la misma en el horno y hacer lo que nos había sugerido nuestros primos y eso fue lo que hicimos. Después de asegurarnos que había quedado muy pocas cenizas del citado objeto, fue cuando vino la felicidad a nuestro hogar y a todos los afectados de nuestros amigos. Hubo como es natural una reunión a alto nivel entre ellos dando por concluido todos los fenómenos que he narrado. Y pienso incluso ahora ¿fue todo debido a la citada tabla de ouija o fue una cosa casual?”.

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