Los días que se ve más animado y tiene algo que le obliga a salir de su casa, Daniel Muñoz, vecino de la barriada Juan de Juanes de Ceuta, baja las escaleras del tercero donde vive, sale al portal y vuelve a bajar cuatro tramos de escaleras hasta llegar al aparcamiento para personas con movilidad reducida.
Pero ahí no se acaba su odisea. Si va al centro de salud de Puertas del Campo, no hay aparcamientos habilitados. Si va al hospital, donde sí que los hay, están a 500 metros de la puerta, con obras de por medio y, denuncia Muñoz, “solo un par de plazas habilitadas para personas con movilidad reducida”.
Hasta tal punto ha llegado la situación para Muñoz, con un 54% de incapacidad y 7 puntos de movilidad reconocida, que ha comenzado a medicarse para aliviar el dolor de las tres hernias discales que le machacan cuando tiene un día más intenso.
“Esta tarde tendría que salir a unas cuantas cosas pero ya no salgo porque tengo la espalda reventada. Tengo que estar a base de tranquilizantes, porque a mí estas cosas me suponen un esfuerzo grandísimo. Aparte, ya me crea un malestar en las extremidades y en la espalda que me dejan K.O. todo el día. Ya me tengo que sedar, tomar mi medicación y me deja atontado todos los días, además de completamente desmoralizado”, denunció este martes a El Faro.
Reconoce que se llega a medicar con opiáceos para aliviar tanto dolor. “Derivados de la heroína, como quien dice vulgarmente”.
“Y luego voy al médico y me pide reposo total. ¿Reposo, cómo? Con los 500 metros que tengo que recorrer de vuelta hasta el coche y luego sortear las escaleras. Se me acaba inflamando el nervio ciático”, explicó.
Por eso, prosigue, a veces llama al 061 para que vengan a pincharle, aunque este punto también depende de quién esté al otro lado. “También pasa que el médico que está de guardia me diga que no, que tengo que pincharme, que no tiene ganas de ir. Prácticamente tengo que llamar día sí día no a urgencias”, aseguró.
Ante esta situación, hay momentos en los que no le queda más remedio que salir, a pesar de los dolores. Es cuando acude a una resonancia, o al traumatólogo, o al especialista. Pero él no es el único.
“Yo, gracias a Dios, tengo 47 años, y dentro de una crisis de este tipo, puedo incluso andar sin muletas. No puedo pegarme una carrera ni dos kilómetros andando, pero tengo conocimiento de que vecinos míos dependen de sillas de ruedas y, a una de ellos, le faltan incluso hasta las extremidades, no tiene piernas. Y ellos tienen una rampa a medio kilómetro, sorteando toda la barriada para poder subir. Siempre, por muchas facilidades que te pongan, la alternativa es recorrer medio kilómetro o 400 metros. Nunca vas a librarte de subir un tramo de escaleras”.
Daniel y sus vecinos de bloque denunciaron la situación ante la Ciudad, sin respuesta. “Mis vecinos también hicieron sus expedientes y los llevamos al registro”, explicó Daniel, quien en su caso concreto lo presentó hace un par de años. Lo ilustró con las mismas fotografías que ha facilitado a este periódico.
Para él, el problema que presenta Ceuta respecto a las personas con una movilidad limitada o muy reducida se encuentra en la propia orografía del lugar. “Ceuta es muy complicado, porque son todo cuestas”. Aunque sí percibe que el centro está “mejor habilitado para este tipo de personas y situaciones”.
Muñoz lleva cinco años viviendo en Juan de Juanes, de la que señala que es “una barriada antigua” que le obliga a “sortear” los obstáculos arquitectónicos “todos los días”.
Solo en el bloque donde vive, hay otras dos personas con movilidad reducida. En el portal de al lado, una señora a la que le faltan las extremidades. “Y sí o sí tiene que sortear escaleras”, insistió.
No se explica cómo es posible que la plaza de aparcamiento habilitada que tiene, pueda estar a tal desnivel que tenga que superar cuatro tramos de escaleras. “Tengo mi plaza de discapacitado en mi barriada, con mi matrícula. Aparco mi coche, pero luego tengo que subir las escaleras porque no ponen nada para hacer más sencilla la subida de estas. Nada que facilite el acceso”.
Hay vecinos que están diariamente dependientes de sillas de ruedas… Imagínate la odisea de una persona que llega y tiene que soportarlo.
La historia de Muñoz se remonta a hace cuatro años, cuando a causa de una caída durante su jornada laboral, quedó incapacitado. Este vecino de Juan de Juanes, natural de La Línea, trabajaba en la construcción. El accidente se produjo al caer desde un andamio.
Reconoció que intenta salir lo menos posible a la calle, y aseguró que se animó a denunciar la situación, que califica de “indignante”, tras ver que no pasa nada y que está “padeciéndolo en vivo”.
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