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Supersticiones marineras

Desde el comienzo de los tiempos, el hombre ha tenido la necesidad de explorar nuevas tierras, encontrar rutas y descubrir nuevos mundos. Fueron varias las grandes civilizaciones que se asentaron a lo largo de Mediterráneo. Los egipcios, fenicios, griegos, cartagineses y romanos, se repartieron en el tiempo su dominio y a la vez sus miedos y supersticiones.
El hecho de enfrentarse a un elemento que puede ser tan hostil, hace que el marinero de siempre, no haya dejado nada al azar. Siempre se ha mantenido en un “status” de autodefensa, o lo que es lo mismo, ha tratado de “atar bien los cabos”, y que casi todo lo sucedido a bordo, venga dado dentro de una rutina de buena suerte. Este hecho, convierte al marinero en un ser altamente supersticioso.
El color negro era rechazado por la totalidad de las tripulaciones. Se decía que era el color relacionado con la muerte y las profundidades marinas.
El viernes estaba considerado “día de mal fario” para zarpar, por ser el día que crucificaron a Jesucristo. En cambio el miércoles era un día optimo.
Escuchar desde el barco el tañido de campanas a la hora de zarpar, era sinónimo de malos augurios.
Nunca hagas daño a una gaviota o albatros, esas aves llevan almas de marinos muertos.
Una persona pelirroja, tenía prohibido subir a bordo, lo mismo que hablar con algunos de ellos , antes de embarcar.
Algunos armadores solían poner una moneda bajo el palo mayor, como tributo a Caronte, que era el barquero encargado de conducir a los muertos a través del rio Aqueronte al reino de Hades, si tenían un óbolo para pagar el viaje. Aquellos que morían y carecían de la moneda, se veían obligados a vagar durante cien años por la ribera del rio. Transcurrido este tiempo, Caronte accedía a portearlos sin cobrar. Por esta razón en la antigua Grecia, los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua, con la que poder pagar al barquero.
Muchas supersticiones marineras, coinciden en lo positivo que es llevar algún gato a bordo y que vivan en las casas de los hombres de mar. Si es negro mejor, ahuyentan el mal fario.
Abrir un paraguas a bordo de un barco es garantía de desastre. Esta superstición también se ha heredado en tierra, y trae mala suerte abrirlo en el interior de una vivienda.
Antiguamente los marineros que se dormían o emborrachaban durante las horas de trabajo, recibían de castigo 24 latigazos. Los compañeros más veteranos, recomendaban a los noveles, que se tatuaran un Cristo a la espalda. Esto tenía dos sentidos; primero, el Cristo velaba por él, de forma que no se quedara dormido ni se emborrachara, y segundo, ningún marinero encargado de dar los latigazos,  se atrevería a golpear al Cristo con saña.
Los silbidos estaban totalmente prohibidos a bordo. Uno de los casos más recientes, es el ·Titanic”.
Los diarios de a bordo de muchos transatlánticos modernos relevan que se han castigado a muchos marinos por silbar. Esta es una superstición que viene de muy antiguo. Cuando los barcos navegaban a vela, se creía que silbar, provocaba la formación de temporales. En cambio los días de calma o niebla, se obligaba a silbar a la tripulación de manera que se levantara el viento y poder seguir el rumbo.
Otras de las creencias era, que los días de calma o niebla, esta desaparecía arrojando una moneda por la borda.
Hoy;  -esto lo saben mis amigos Antonio Fuentes y Rafael Escamez-  cuando se cala el arte de cerco o traiña, el marinero encargado de contar las anillas que se arrojan al mar, a través de la cual, pasa la “jareta”, nunca nombra la anilla número 13, porque se cree trae mala suerte. Es un número de mal agüero. Cuando llega a la anilla número 12, a la siguiente se dice: “y una más”.        
Muy popular entre las tripulaciones de los barcos, hasta tiempos muy recientes, fueron las luces o fuego de San Telmo. Estas son descargas eléctricas que se producen durante las tormentas y se observan en los objetos más elevados de una embarcación.
Los días de grandes tormentas eléctricas, el aire de ioniza y físicamente se observan resplandores brillantes de tono blanco-azulado en estructuras altas y puntiagudas, como mástiles, vergas, pináculos,etcétera. La ignorancia de aquellos tiempos, relacionaban el fenómeno con la aparición de San Telmo, como protector de los marineros en aquellas noches de grandes tormentas eléctricas y lluvias. Hoy lo vemos como un fenómeno físico.
Cristóbal Colón observó el fuego de San Telmo, el 26 de octubre de 1493 en su segundo viaje a América y este hecho es así como lo relata su hijo:
El mismo sábado noche se vio el fuego de San Telmo, con siete velas encendidas, encima de la gavia. Con mucha lluvia y espantosos truenos. Quiero decir, que se veían las luces que los marineros afirman ser el cuerpo de San Telmo, y le cantan muchas letanías y oraciones, teniendo por cierto que en las tormentas donde se aparezca, nada puede peligrar. Esta cita la firma Hernando Colón.
La expedición de Magallanes y Juan Sebastián Elcano en la Primera Vuelta al Mundo, también se topó con este fenómeno, algo muy conocido y popular entre los marineros del siglo XVI y solía aparecer justo en la finalización de una tormenta, por lo que se creía que San Telmo protegía de este modo a los marineros.
Hernan Melville en “Moby Dik” también hace referencia a este fenómeno:
-Miré arriba -dijo Starbuk de pronto-. ¡El fuego de San Telmo en lo alto del palo mayor!.
En efecto, los brazos de la verjas estaban rodeados de un fuego lívido, y las triples agujas de los pararrayos lucían con tres lenguas de fuego. Los mástiles enteros parecían arder.
-¡Fuego de San Telmo, ten piedad de nosotros! -gritó Stubb.
El propio Charles Darwin observó el efecto mientras estaba embarcado en el Beagle, una noche que estaba anclado en el Rio de la Plata y describió el episodio en una carta a J. S. Henslow:
Todo estaba en llamas, en el cielo había rayos y en el agua partículas luminosas, e incluso los propios mástiles estaban coronados de una llama azul.
Siguiendo con nuestra relación de supersticiones, quiero señalar que, embarcar o desembarcar siempre con el pié derecho, atraía la buena suerte.
Las mujeres nunca fueron bien recibidas a bordo, en cambio, Plinio el Viejo escribió: En el mar puede apaciguarse una tempestad, si una mujer se desnuda en la proa del barco.
Traía mal fario, zarpar el primer lunes de abril, día que Caín mató a Abel. O el segundo lunes de agosto, día que el Señor castigó a Sodoma y Gomorra.
Las flores traen mal fario.  Se considera que podían ser utilizadas para coronas funerarias. Siempre son mal recibidas a bordo.
Verter vino sobre cubierta, traía buena suerte antes de zarpar para hacer un largo viaje.
Delfines nadando junto al barco, se ha considerado señal de buena suerte.
Avistar golondrinas desde una embarcación, es buena señal porque significa que la tierra está cerca.
Los marineros cuando duermen a bordo, lo hacen con los pies hacia popa y la cabeza a proa. Cuando muera ya me llevarán con “los pies por delante”.
Todo lo relacionado con el mar o la navegación, está sujeto a la superstición. Hasta el Almirantazgo británico analiza mucho el nombre de sus buques. Por ejemplo, el nombre de los reptiles están prohibidos en la actualidad, debido a que en el pasado, la marina inglesa, ha perdido cuatro Víboras, cuatro Serpientes, una Cobra, un Caimán*, un Cocodrilo, dos Culebras, dos Dragones y tres Lagartos.
Estrellar una botella de vino o champán en la amura de los barcos en su botadura, trae buena suerte  y es costumbre muy antigua que ha evolucionado poco.
Los romanos asociaban el vino con la vida, y por eso, solían quebrar un ánfora llena de vino sobre la embarcación. Afortunadamente esta costumbre evolucionó en el tiempo hasta nuestros días, y no la de los vikingos, que jalonaban la caída al mar, sobre los cuerpos de sus enemigos, los cuales quedaban destrozados por el barco en su descenso, quedando sus cuadernas regadas por la sangre de estos, antes que por las aguas del mar. Esta costumbre traía suerte para sus drakkar y snekkar.
Uno de los barcos que se sepa, que rechazó la costumbre de romper una botella de champán, vino o whisky, sobre su amura en su botadura, fue el Titanic, y todos sabemos la suerte que corrió. El día que lo botaron, sencillamente se izó una bandera roja en la popa y lanzó tres cohetes al aire. Fue un mal fario.
El mundo de la mar, es digno, de interés para unos y de preocupación para otros. 14 años antes que navegara el Titanic, existió un libro de ficción llamado “Futility” de Morgan Robertson que describía un barco llamado “Titan” que se cría inhundible, lleno de gente rica y despreocupada, chocó con algo parecido a un iceberg y se hundió en una noche de abril, además casi coincidían en eslora, peso muerto, capacidad de pasajeros, etcétera. Se considera que el autor usó el libro como una predicción del desastre del Titanic, para otros fue una asombrosa coincidencia. Lo que si está claro, es que los propietarios de la Naviera White Star Line pecaron de autosuficiencia, cuando consideraron que su indestructible e inhundible Titanic, no precisaba de esa obsoleta costumbre, ceremoniosa y supersticiosa, de romper sobre su amura, una botella de champán, vino o whisky. Mal augurio
•El Caimán fue apresado en el Estrecho cuando la guerra incívica española por el Ciudad de Algeciras (La Paloma). Este correo, estaba encargado de hacer la travesía del Estrecho. Entre el 14 de diciembre de 1936 y el 14 de enero de 1937, el buque permaneció en el arsenal de La Carraca, donde lo equiparon con armamento ligero, pasando de inmediato a realizar funciones de patrullero en aguas del Estrecho. Esta misión la estuvo realizando hasta el 28 de mayo del mismo año.
• El Caimán estuvo durante muchos años en el varadero debajo del Puente Almina y fue lugar de residencia y dormitorio de Rafael Cárdenas, nuestro inolvidable “Torón”.

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