La suerte de vivir en Ceuta

En toda identidad humana hay un componente filogenético y otro social. Venimos al mundo con una personalidad que se va perfilando con los años merced a nuestro crecimiento físico, intelectual y a nuestro entorno sociocultural. Los paisajes urbanos y naturales que sirven de escenario a nuestras vidas juegan también un rol importante en lo que somos. Los que hemos nacido en Ceuta o vivimos en esta tierra sagrada, mágica y mítica nadamos en un mar de luz y de agua salada. La luz y el mar son dos ingredientes fundamentales en la composición de la identidad de los ceutíes. Esta luz se torna roja y amarilla en los amaneceres y atardeceres que atisbamos al asomarnos por la ventana o contemplamos con plenitud desde el Monte Hacho o las playas de Benzú.

Viene a mi recuerdo un día de principios de agosto, en el que soplaba un fuerte viento de poniente, y bajé a los acantilados cercanos a Benzú para ser testigo del descenso al inframundo del astro rey. Me costó mantener el equilibrio mientras escribía. Las gotas del encrespado mar salpicaban mis gafas y el objetivo de la cámara. El viento pasaba las hojas de la libreta como si quisiera escribir relatos inéditos incluso para mí. La lucha era titánica. Un tipo de batalla de la que podría hablar el Atlante dormido que presidía el bello ocaso que contemplaba.

Escribir bajo la emoción que me provoca la naturaleza de Ceuta es para mí un auténtico placer. No es fácil expresar en palabras lo que siento y pienso, pero el esfuerzo creo que merece la pena. Escribió mi admirado Henry David Thoreau que “quien escribe un diario Unas nubes estilizadas y verticales filtraban los postreros rayos solares y contribuían a la exaltación de la escena. El sol en su descenso atravesó una ancha franja nubosa para asomarse al instante aún más brillante y luminoso. Había adquirido en pocos segundos la forma de una redondeada pepita de oro incandescente que al tocar el mar desprendió una sinfonía de colores anaranjados y rojizos… Mientras contemplaba este extraordinario espectáculo con gran emoción, me sentí un hombre afortunado por tener la oportunidad de vivir en Ceuta y disfrutar de estos emotivos momentos.

es un proveedor de los dioses. Cuando expreso un pensamiento boto una nave que ya no surca mi puerto, sino que se dirige al piélago”. No sabemos el destino de nuestros escritos ni tampoco el de nuestros actos y palabras. Veo cada vez con más claridad mi vida, y la de los demás, como un barco que surca en un océano infinito sin puntos de referencia en el infinito y dejando que un soplo divino conduzca nuestra nave siguiendo un derrotero que sólo ellos conocen. Confiar en esta fuerza que infla nuestras velas aporta tranquilidad y serenidad. No obstante, nuestra vida no puede limitarse a dejarse llevar por el viento de los acontecimientos. Hay que coger con fuerza el timón y enfrentarse a las tempestades. La vida es, como dice Félix Rodrigo Mora, lucha y esfuerzo desinteresado.

Hay que luchar por las cosas que uno ama y por los ideales en los que uno cree. Dando por hecho que a quien uno más quiere es a los miembros de su familia, siento un especial amor por la naturaleza y el patrimonio cultural de Ceuta. No es un amor del todo desinteresado. Los quiero, entre otras cosas, por todo lo que me dan. Todos los días me regalan su luz, sus colores, sus paisajes, sus aromas y sus sabores. Gracias a ellos mi vida se ha ido llenando de experiencias significativas y gratificantes. Estas experiencias me empujan al mundo imaginal en el que reinan las emociones, los ideales y los sueños. En este mundo intermedio que se abre en “la confluencia de los dos mares” se habla el lenguaje de los arquetipos, los símbolos y las imágenes, es decir, lo que el sabio Salomón llamaba “El lenguaje de los pájaros”. Como ellos volamos en este mundo hacia el misticismo, la filosofía y la poesía.

Una tenue frontera separa el mundo imaginal de aquellos que llamamos “el mundo real”. Existe, desde mi punto de vista y siguiendo a mi maestro Patrick Geddes, dos tipos de vida: la vida práctica sencilla (el trabajo, la familia, los amigos, etc…); y la vida plena y efectiva. A esta última, que es la que merece la pena ser vivida, no se puede llegar sin pasar antes por el mundo imaginal, y sin el coraje suficiente para vivir la vida con decisión y valentía. Como hizo Thoreau, y he hecho yo, siempre que he podido, me he acercado a la naturaleza “porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario”.

Sí, vivir es caro. Hay que ser muy valiente y decidido para vivir tu propia vida y no la que te quieran imponer la sociedad o las personas que te rodean. Llegar a ser lo que somos es, según Carl Gustav Jung, el verdadero propósito de la existencia. Sin embargo, todo conspira para que nos adaptemos a un modo de vida que nos separa de la naturaleza, nos aísla de los demás y mata por inanición a nuestra alma. Una amplia mayoría de los ciudadanos viven atrapados en el cuadrante de la vida práctica en el que todo gira en torno al trabajo y un tiempo de ocio hedonista y nada trascendente. El culto al confort (Waldo Frank) ha hecho mella en nuestra sociedad y cuenta entre sus seguidores a buena parte de Occidente. El confort es el ídolo de nuestro tiempo y en torno a él se practican todo tipo de ritos y sacrificios. Lo primero que muchos sacrifican es su propia vida. Aquellos que tienen la suerte de contar con un empleo dedican muchas horas al trabajo y pocas a la familia y al autodesarrollo personal. Ya en 1934 Mumford decía que “demasiado aburrida para pensar, la gente leía; demasiado cansada para leer, podía ir al cine; incapaces de ir al cine, podían encender la radio”. Por aquel entonces todavía no había aparecido la televisión y mucho menos internet y las redes sociales. Este estado inducido de continuo aburrimiento, hastío y fracaso resulta fundamental para el mantenimiento del vigente sistema económico basado en el consumo desaforado.

La reflexión anterior la planteo como preámbulo a una invitación general a todos los ceutíes para que aprovechen la oportunidad de vivir en un lugar tan especial como Ceuta. Resulta innegable que todos tenemos que hacer frente a obligaciones económicas cuyo cumplimiento requiere recibir su salario como contraprestación a unas horas semanales de trabajo. No obstante, lo que distingue uno u otro tipo de vida es lo que hagamos con nuestro tiempo de ocio. Podemos decantarnos por lo que Cicerón denominó “otium cum dignitate” (ocio digno u ocio que merece la pena) o por esa forma de muerte en vida que consiste en sentarte delante de la Tablet o el móvil y pasar con el dedo una pantalla tras otra sin saber muy bien lo que se busca.

Con el magnífico clima que tenemos en Ceuta, con la belleza de nuestros paisajes y con la exuberancia de la vida en múltiples formas, merece la pena abandonar el hastío y perderse por los montes y las costas ceutíes. Cada uno puede elegir la modalidad que más le guste: andar, correr, montar en bicicleta, etc…Hacerlo solo o en compañía. Da igual cómo lo hagamos. Lo importante es que tengamos siempre presente el testimonio de aquellos que, como Emerson, Thoreau o Whitman, nos enseñaron que la democracia debe ser revitalizada por el contacto regular con la naturaleza. Ella nos aporta salud y nos hace elevarnos mediante su belleza. Nuestra luz, nuestro mar, nuestros árboles y todas las criaturas con las que compartimos esta tierra mágica, sagrada y mítica consiguen apartarnos de las continuas distracciones y nos conducen al centro de nuestro ser. Allí la luz del amor y la sabiduría es capaz de dar color a nuestra vida e iluminar el tortuoso camino de nuestra vida.

En estos tiempos de tribulaciones, me gustaría transmitir un mensaje de esperanza. No todo está perdido. La historia de la humanidad está repleta de lo que Stefan Zweig llamó “momentos estelares”. Tengo la sensación de que los ciudadanos están empezando a despertar después de muchos años de letargo. Las viejas formas de participación política han demostrado su ineficacia para resolver los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad en su conjunto (el cambio global, la crisis económica, la pobreza mundial, etc…). De igual forma, las llamadas instituciones democráticas son marionetas en manos de las grandes corporaciones internacionales. No les importa el futuro, tan sólo piensan en la acumulación de riqueza. Y frente a este desalentador panorama atisbo a una generación de jóvenes con una mayor agudeza para captar la realidad y a una mayor capacidad de auto-organización y sinergia para lograr la conservación de la naturaleza.

Los detalles

Vivir es caro sí, vivir es caro. Hay que ser muy valiente y decidido para vivir tu propia vida y no la que te quieran imponer la sociedad o las personas que te rodean.

Culto al confort (Waldo Frank) ha hecho mella en nuestra sociedad y cuenta entre sus seguidores a buena parte de Occidente. El confort es el ídolo de nuestro tiempo y en torno a él se practican todo tipo de ritos y sacrificios