Categorías: Sucesos y Seguridad

“Su cara está en mis pesadillas, pero no voy a dejar que me arrebate la libertad”

La víctima de un intento de violación el pasado 19 de febrero en un portal de Villajovita rompe su silencio para que la población femenina sea precavida.

La víctima de una agresión sexual puede tratar de enterrar el abuso, intentar olvidar lo ocurrido o evitar cualquier alusión al respecto. Otras rompen su silencio, como María, en un intento de advertir a la ciudadanía sobre un delincuente que sigue libre en las calles de la ciudad o bien pudo cruzar la frontera. Ella prefiere conservar el anonimato por su familia y seres queridos pero, a pesar de ello, se atreve a contar el intento de violación que sufrió el pasado 19 de febrero en Villajovita.
María ayudó a superar a otras mujeres –durante 8 años en Madrid como trabajadora social en centros de violencia de género– traumas en la órbita del que ella arrastra, pero en su caso causado por un desconocido. Volvía de la Biblioteca sobre las 20.30 cuando, tras ella y antes de entrar en el portal, notó una presencia que seguía sus pasos. Pudo girar y comprobar que alguien estaba detrás de ella, pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando se le vinieron encima, le agarraron del pelo y le empujaron dentro del portal.
Pese a la oscuridad, intuyó que eran hombres y percibió que “desprendían un fuerte olor” que, con posterioridad, asoció a “las escolleras”. Asida del pelo, el agresor estrelló la cara de María contra la pared, probablemente, “para dejarme inconsciente”. Desde el suelo, recuerda haber visto a contraluz como uno salió del portal, mientras que el otro la arrastraba de la pierna hacia el interior de una puerta junto al ascensor que conduce a las plantas superiores y el garaje. “Me desabrochó, abusó de mi cuerpo y, cuando lo intentó con el pantalón, sentí el suelo contra la piel y puede que ese frío me hiciese reaccionar”, reconstruyó ayer durante la entrevista con este periódico visiblemente afectada pese a su fortaleza, un coraje que le permitió zafarse del individuo “del gorro de lana oscuro” que estaba sobre ella.
Durante cinco años, practicó en Madrid mugendo, un arte marcial y de defensa personal. Una disciplina que, junto al instinto de supervivencia, hicieron que estallase y le propinase a su agresor “una patada en la cara y tres puñetazos en el ojo izquierdo”. La luz de la escalera se encendió en ese momento y pudo ver a su asaltante: “Le debí romper la nariz porque sangraba y ví que tenía una cicatriz entre la cara y la mandíbula”. En ese momento, el miserable salió corriendo. Así pudo determinar que ronda “1,74 metros de altura, es delgado y, a pesar de que es joven, no es menor de edad”.
La agredida salió por su propio pie del portal, acudió a una tienda de la barriada y telefoneó a su familia. Además de las secuelas psicológicas, el golpe contra la pared le provocó diversos hematomas y heridas. “La médico forense me dijo que un golpe de esa intensidad contra la sien... Me hubiese provocado la muerte”, desveló María. En su móvil, mostró el resultado de tan despiadado acto, del que aún le quedan ‘huellas’. Sus familiares trasladaron a la fémina hasta una clínica en el Paseo de la Marina; de allí fue a la Jefatura Superior de la Policía Nacional donde interpuso la correspondiente denuncia y, al día siguiente, las pruebas concluyeron en el Hospital Universitario, “donde me atendieron muy bien”.
“Tengo su cara y ese fuerte olor en mis pesadillas”, confesó ayer a este diario, hasta el punto de que siente “ansiedad al entrar en el portal, algo que nunca me había pasado”. María siente que, “han roto una parte de mi vida”. Sin embargo, sostuvo, “no voy a vivir con miedo ni voy a dejar que me arrebate la libertad ni que se la lleve con él”.

Más casos
Desde entonces, ha repasado decenas de fichas policiales en busca del hombre de la cicatriz. Al día siguiente, las fuerzas de seguridad detuvieron a un individuo por atacar a una joven en el centro. “No era él...”, se resignó. Unos meses antes, supo, le tocó a tres chicas. La Policía Nacional, sobre cuya labor y atención no escatimó en elogios, informó a María que por su crueldad y descripción, “debía ser un indocumentado argelino”. A pesar de lo que se pueda pensar, María puntualizó: “No quiero vivir con rencor ni odio hacia ningún ser humano por su nacionalidad, soy humanista”.
No obstante, María, sin voluntad de alarmar, sabe que de “hace unos años para acá se producen más agresiones, robos violentos y empujones” a mujeres, que nunca trascienden a la opinión pública. En su caso, “quiero que todas sepan lo que está pasando en Ceuta, espero ser la última, pero tienen que estar atentas”. María piensa en las jóvenes ceutíes que, “sin necesidad de tener miedo, deben ser inteligentes porque, en esta sociedad, sobre todo si eres mujer, hay veces en las que hay que luchar”. Esta víctima de agresión sexual apuesta por tener nociones de defensa personal porque, llegado el caso, como a ella, “te puede salvar la vida”.
Ahora, María se recupera con valentía arropada por su familia y seres queridos con el deseo de que este drama “nunca se vuelva a repetir”.

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