Categorías: Opinión

Steve Jobs

En este espacio dominical en el que llevo ya más de un año escribiendo y que puede ser al mismo tiempo un modo de terapia para otros o tratamiento autoaplicado para mí mismo, según se mire, he procurado tratar sobre temas muy variados (aunque autoimponiéndome yo mismo el veto a la política) y mezclando artículos, relatos y comentarios sobre algunos personajes que por algún motivo me han parecido interesantes.
Así, sobre estos últimos, recuerdo haber escrito sobre Manuel Elkín Patarroyo, Leopoldo Abadía, Valentín Fuster, Vicente del Bosque y mis amigos Pedro Cabrera y Juan Antonio “Turu”. Por razones de cercanía y amistad y porque conozco bien lo que hacen, mis dos amigos han sido los más entrañables.
Hoy quiero dedicar de nuevo este espacio a otro personaje que en las últimas semanas ha hecho correr auténticos ríos de tinta en todo el mundo y ha acaparado el protagonismo de la mayoría de los medios de comunicación audiovisual. Y lo ha hecho por el triste motivo de su muerte. Como ya se imaginarán, me estoy refiriendo al norteamericano Steve Jobs, uno de los cofundadores de la empresa Apple.
Podría decirse que con este hombre ha ocurrido algo similar a lo que sucedió con el Cid Campeador, pues si el valeroso guerrero ganó su última batalla después de muerto, creo que Steve Jobs también le ha hecho la mayor campaña publicitaria a su compañía después de abandonar este mundo.
Y llegado este punto, les tengo que decir que si hace diez días me hubieran preguntado quién era Steve Jobs, sinceramente no hubiera sabido responder. Incluso si hubiese visto una fotografía suya, tampoco hubiese sabido identificarlo. Sin embargo, hoy todo el mundo sabe quién es Steve Jobs, tal es la fuerza de los medios de comunicación.
Si me hubieran dicho que Steve Jobs fue el cofundador de Apple, una poderosa empresa de informática americana y me hubiese quedado sólo ahí sin hacer más indagaciones, mi idea sobre ese hombre hubiese sido la de un avispado empresario que tuvo el acierto de fundar una exitosa empresa y que posteriormente se hizo multimillonario. Hasta ahí nada diferente a la de otras historias de personas que se han enriquecido a través de los negocios. Pero hoy día, gracias a Internet, es muy fácil recabar información sobre algo o sobre alguien, acceder a archivos audiovisuales y a variado tipo de material informativo. Y puedo decirles que  después de las indagaciones que he hecho, detrás de este hombre había algo más que un buen olfato para los negocios.
Pero tampoco seamos extremistas. Quizás porque la muerte exacerba los elogios, he leído cómo se le ha comparado con Einstein o con Leonardo da Vinci y tampoco es para tanto. Este hombre no era un científico. Era una persona extremadamente inteligente y un gran tecnólogo y empresario, con una gran visión de futuro, pero no otras muchas cosas con las que ahora se le ha comparado.
Como se podrán imaginar, en Internet hay infinidad de información sobre él. Sin embargo, oyendo la radio (siempre la radio, mi inseparable compañera) el día de su muerte alguien habló de su famoso discurso de graduación de 2005 en la Universidad de Standford. Por desgracia, estamos hartos de oír discursos totalmente vacíos de contenidos, ante los cuales supone una auténtica pérdida de tiempo el escucharlos. Pero también es cierto que ha habido algunos discursos en la historia de la humanidad que han sido capaces de cambiar el discurrir de la mente de las personas y de cambiar también el propio curso de la historia. Léanse, por ejemplo, alguno de los discursos de J. F. Kennedy o de Marthin Luther King.
Sin que mis expectativas acerca del susodicho discurso de Steve Jobs en Standford llegasen a tanto, pero ya que algunos de mis comentaristas radiofónicos preferidos lo recomendaban, me dispuse a buscarlo en Youtube. Lo encontré con suma facilidad. Les aseguro que no me defraudó por su contenido, por su amenidad y por su brevedad.
Aunque lo mejor que pueden hacer ustedes mismos es oír el discurso del propio Jobs (está en Youtube traducido al español), a lo largo de este artículo voy a tratar de hacer un resumen de los contenidos que considero más importantes. Lo haré en primera persona, a modo de modesto homenaje póstumo a este hombre desconocido para mí hasta hace unos pocos días.
“Quiero comenzar diciéndoles que nunca me he graduado en una Universidad y que este acto es lo más cerca que he estado de una graduación. A lo largo de este discurso quiero contar tres historias sobre mi vida.
La primera historia habla sobre conectar los puntos. Mi madre biológica era una estudiante universitaria joven y soltera que me dio en adopción porque tenía claro que mis padres debían ser titulados universitarios. Al final las cosas se rodearon de tal forma que mis padres adoptivos no fueron universitarios, sino que mi padre era un humilde electricista. Sin embargo, cumplieron su promesa de que yo iría un día a la universidad, aunque la dejé al cabo de seis meses y acabé abandonándola definitivamente a los dieciocho meses, después de que mis padres hubieran gastado todos sus ahorros en mi matrícula.
Después de eso, dormía en el suelo de las casas de mis amigos, recogía botellas de Coca-Cola para ganar los cinco centavos que pagaban por cada una de ellas y comía una vez a la semana en el templo de los “Hare Krishna”. Durante ese tiempo me dediqué a hacer cosas que todas calificaban como estúpidas, como estudiar caligrafía, pero que a mí me interesaban. Me gustaba estudiar cómo escribir letras bonitas, con una caligrafía realmente bella. Diez años después, cuando estaba diseñando el primer ordenador Mac, me fue de gran utilidad para construir un ordenador con ese tipo de caligrafía.
No puedes conectar los puntos mirando hacia delante, sólo puede hacerlo mirando hacia atrás. Por tanto, tienes que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Creer que los puntos se conectarán te dará la confianza de creer en tu corazón. Esta forma de confiar nunca me ha dejado tirado y ha marcado la diferencia en mi vida. Ese es el resumen de la primera historia que les quería contar.
La segunda historia es sobre el amor y la pérdida. Junto con mi compañero Steve Wozniak, fundé Apple en la cochera de mis padres. Tenía veinte años y en diez años la compañía pasó de ser sólo nosotros dos a valer veinte mil millones de dólares y tener cuatro mil empleados. Sin embargo por una serie de situaciones rocambolescas que ocurrieron, con treinta años el Consejo de Administración acabó despidiéndome. Tuve que comenzar de nuevo y ahora me doy cuenta de que echarme fue lo mejor que me pudo pasar.
Era de nuevo un principiante liberado para entrar en uno de los periodos más productivos de mi vida. Creé dos empresas y me enamoré de una mujer maravillosa que después se convirtió en mi esposa. Una de las empresas es ahora la principal empresa de animación por ordenador y la otra es actualmente el corazón de Apple. Volví de nuevo a Apple y fundé una maravillosa familia. Nada de eso hubiese ocurrido si no me hubiesen echado de Apple.
Fue una medicina horrible, pero el paciente la necesitaba. A veces la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No pierdas la fe. La única cosa que me mantuvo en marcha fue el amor por lo que hacía. Tienes que encontrar qué es lo que amas y esto vale tanto para el trabajo como para la vida personal. Sigan buscándolo hasta que lo encuentren, no se conformen.
La tercera historia es sobre la muerte. Cuando tenía diecisiete años leí una cita que decía más o menos que si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón. Desde entonces, cada mañana me he mirado al espejo y me he preguntado: si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?. Y si la respuesta era no durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.
Saber que voy a morir pronto es la herramienta más importante para tomar las decisiones más importantes de mi vida. Frente a la muerte todo se desvanece: las expectativas de los demás, los proyectos, el orgullo, el miedo al ridículo o el fracaso, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.
Recordar que vas a morir es la mejor forma de evitar la trampa de creer que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. Cuando hace un año me diagnosticaron un cáncer de páncreas incurable con una esperanza de vida de tres a seis meses, me aconsejaron que lo dejara todo y me fuera a casa a descansar, a prepararme para morir. Sin embargo, tras ese diagnóstico atroz, me operaron y ahora me encuentro bien.
Nadie quiere morir, ni la gente que quiere ir al cielo. Sin embargo, la muerte es el destino que todos compartimos y quizás sea el mejor invento de la vida, porque retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo, es el agente de cambio de la vida. No gasten el tiempo viviendo la vida de otros, no se dejen atrapar por el dogma que es vivir según los resultados de la vida de otro. No dejen que el ruido de las voces de los demás ahogue sus propias voces interiores. Tengan el coraje de seguir su corazón y su intuición. Ahora que ustedes se gradúan, les deseo una cosa: sigan hambrientos, sigan alocados”.
Hasta aquí el resumen que he intentado hacer de ese discurso de Steve Jobs con motivo de la Graduación de los alumnos de la Universidad de Standford en 2005. En definitiva, son sólo ideas pero ya hemos visto muchas veces que son las ideas las que transforman y mueven el mundo.
Definitivamente, creo que Steve Jobs no era un simple empresario de éxito. Detrás había, al menos en la última parte de su vida, un hombre con un pensamiento preocupado en cuestiones profundas: la felicidad, el destino, la muerte, la conjunción de las cosas, la intuición, escuchar al corazón, ser fiel a tus ideas… No sé si fue así durante toda su vida o en los últimos años la dura lucha que mantuvo con la enfermedad lo hizo ser así.
Todos los días por la mañana al levantarme oigo los comentarios que sobre algún tema hace Antonio García Barbeito en Onda Cero. Con su peculiar acento y gracejo sevillano, rebosan inteligencia y sensibilidad. El día en que murió Steve Jobs dijo de él: “Quizás Dios se lo ha llevado pronto con Él para que meta todo el contenido del cielo en la pantalla de un ordenador”.

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