Esta isla, el distrito más meridional de Nueva York, ha sido para nosotros todo un descubrimiento. También lo fue para Jane Fonda y Robert Redford, en Descalzos por el parque. Pero lo que más nos llamó la atención, desde el principio, fue el servicio gratuito de Ferry que le une con el sur de Manhattan, durante 24 horas. Sí, como lo leen. En el país en el que se cobra, casi, hasta por el aire que se respira, y en la ciudad emblema del capitalismo más radical, ¡el Ferry que nos lleva a Staten Island es gratuito!. Porque así lo decidieron en su día las autoridades de Nueva York (aconsejo al lector documentarse acerca de las razones históricas, y hasta románticas, de esta decisión). Lo cierto es que, según los datos del Departamento de Transporte de la ciudad, el Staten Island Ferry lo usan unos 20 millones de personas al año (casi 65.000 al día), y realiza una media de 100 viajes diarios.
Lo que permite este eficaz servicio público de poco más de 20 minutos (el embarque se hace en menos de un minuto, al no ser necesaria la documentación, ni los tickets), además de que la isla haya dejado de ser el “distrito olvidado” de Nueva York, es que cientos de neoyorquinos puedan vivir alejados del mundanal ruido de los rascacielos, pagando un tercio del precio del alquiler medio de Manhattan. También que miles de turistas, como nosotros, disfruten de unas inigualables vistas de Nueva York y de la Estatua de la Libertad. O que te puedas embarcar a las 6 de la tarde, coger uno de los autobuses que salen de forma coordinada desde la estación de atraque, en la céntrica St. George, ir hasta la playa, comer en un tranquilo restaurante con vistas al Atlántico, y volver para estar en tu apartamento antes de las diez de la noche. Quizás estos sean los cálculos que las autoridades neoyorquinas hicieron en su momento. Seguramente, lo que se obtiene en impuestos por los gastos que hacen los miles de viajeros que allí se desplazan, compensa, con creces, los costes del servicio. Pienso que no sería descabellado estudiar algo parecido para Ceuta. Al menos, la alternativa de la naviera municipal.
Nuestro trabajo ya va dando sus frutos. La obtención de datos se resistía. Apenas hay estadísticas oficiales sobre la temporalidad en la contratación en los EEUU. De forma socarrona, un colega me decía que esto se debía a que aquí todos los trabajos son temporales. Pero hemos podido obtener otros datos que nos aproximan a dicha situación (una de las causas de la siniestralidad laboral a nivel internacional). Las primeras estimaciones econométricas, con datos agregados a nivel nacional, ya se han obtenido. Parece que se confirman dos hipótesis importantes. Primera. Que también en este país, la edad del trabajador, el tamaño de las empresas y la precariedad en la contratación (medida por los distintos tipos de pluriempleo), influyen de forma significativa en la siniestralidad laboral. Segunda. Que el hecho de pertenecer a una raza, afortunadamente, no tiene relación estadística significativa con los accidentes laborales.
Rosa, en su trabajo de documentalista, también ha hecho la descripción de un interesante artículo de prensa del año 42, en el que se da cuenta del amplio grupo de voluntarios (66 doctores, 120 enfermeras y 500 personas de oficios varios) que se formó entre el personal del viejo Long Island College of Medicine of Brooklyn (actual Downstate Medical Center), para participar en la II Guerra Mundial. Algún día se tendrá que analizar, de forma serena, y al margen de ideologías políticas, la magnífica labor que hizo la juventud americana a favor de la causa de la libertad en Europa. Es una deuda que tenemos con ellos. No con los que después vinieron a hacer negocio con nosotros. Me refiero al pueblo sencillo y solidario que dio su vida por defendernos frente al fascismo.
Pero no quiero acabar este artículo sin comentar dos interesantes visitas a los barrios de Harlem y del Bronx. Los dos tienen fama de peligrosos. Idea que se fomenta, incluso, desde alguna de las líneas de autobuses turísticos que te pasean por la ciudad. Quizás para que no se te ocurra ir por tu cuenta y les chafes el negocio. Nosotros lo hicimos. En Harlem asistimos a una sobrecogedora sesión de Spiritual Gospel, en una de sus múltiples Iglesias Baptistas. En el Bronx fuimos al espectacular jardín botánico y al famoso Yankees Stadium. Cierto es que si no estás acostumbrado a las gentes de Nueva York, estas líneas de metro te pueden causar impacto. Nada importante. Lo cierto es que en ambos barrios pudimos comprobar, en la práctica, la aplicación de la teoría criminalista de las Ventanas Rotas.
Como ya he explicado en alguna ocasión, según esta teoría, si determinaos barrios de las ciudades se dejan sin asistencia, sin limpieza, sin reparar las ventanas rotas de los edificios, sin policías que las patrullen; poco a poco van quedando en manos de los delincuentes. Las viviendas se infravaloran. Las gentes decentes abandonan el lugar. Las bandas de criminales se hacen con el control. Es lo que ocurre en infinidad de urbes del mundo entero. También en algunas partes de Ceuta. Para nuestra sorpresa, en estos dos barrios de Nueva York, tradicionalmente acosados por la delincuencia, además de por los problemas sociales, no vimos ni una sola ventana rota. Ni una calle sin barrer. Ni un solo edificio o parque público sin adecentar. Por el contrario, observamos a gente paseando por sus calles, como nosotros, y a niños jugando en sus parques. Y en el metro, también a alguna que otra pandilla de jóvenes que hacían Break Dance, para entretener a los viajeros y, de paso, ganarse unos dólares. Experiencias urbanas inolvidables que seguiremos contando.
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