Sonreír, decir buenos días, buenas tardes o buenas noches, saludar a un vecino que no conoces de nada, buscar la cordialidad con un compañero de trabajo que termina de incorporarse a la empresa.
La simpatía, la amabilidad y las buenas maneras son ingredientes fundamentales para la convivencia; no se trata de ser hipócrita y cumplir con palabras y gestos vacíos; es ver en el otro una persona digna de respeto y ofrecerle empatía en la frialdad de lo cotidiano.
Escuchar a alguien que pregunta algo, ayudar en la medida de las posibilidades, echarle un cable a alguien desorientado en cualquier aspecto, preguntar por su estado de ánimo, por su salud, por su enfado.
Esperar en el médico interactuando con otros que esperan contigo el turno que se eterniza, dar las gracias en un bar, en un comercio o en cualquier sitio en el que somos atendidos.
Crear un ambiente en el que el otro sienta que no está solo, que no se preocupe, que pierda el miedo, que oiga tu voz en momentos de duda y confusión.
Tomar un café para romper el hielo, mantener la puerta abierta y sujetarla, echar una mano aunque no te lo pidan, vivir con la idea de que cualquier detalle puede salvar de un infierno silencioso al que tienes enfrente.
Acudir a un banco y que no te traten como mercancía, pedir una aclaración y recibirla sin aspavientos, cometer un error y no tener que soportar una retahíla de riñas airadas, no recibir órdenes como látigos, indiferencias como si fueran puñetazos y sentir las bofetadas de un gesto.
No utilizar a nadie ni permitir que te utilice, abrir los brazos pero no dejar que te los corten, dar y recibir besos que no sean de judas, ayudar a resolver un problema sin crear otro problema y saberte retirarte en silencio cuando tu presencia puede incomodar.
Tomarte en serio cualquier asunto en el que quieras participar sin ver en ello un trámite vacío.
Ir a una, estar con el otro codo a codo, enamorar y enamorarte contando un chiste, comentando una noticia, recordando que te deben o que debes un café, jugando un número de lotería a medias, leyendo una noticia o hablando de la lluvia que te ha calado hasta los huesos.
Recitar con Mario Benedetti su defensa de la alegría:
Defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar y también de la alegría
Este CAÑONAZO defiende el derecho a la alegría y el derecho a buscarla sin tener que pedir un rescate.