Opinión

Sonetos del amor oscuro

El amor oscuro, el amor disimulado, esquivo, el amor callado que se marcha porque no puede quedarse, el amor enamorado que carcome las entrañas por ser tan cercano pero tan imposible.

Esta noche salí a la calle, los penitentes habían dejado de procesionar por la lluvia que arreciaba a ratos.

La ciudad fue escondiéndose, transformándose en callejones oscuros como la boca de un lobo. La intemperie recordaba al Londres de las películas del misterio.

Decidí perderme, ponerme en peligro y salir de mi zona de confort. Intentaba encontrar a alguien desconocido que no tuviera rostro, que sus manos fueran invisibles pero ciertas, sus abrazos y sus besos anónimos y fugaces, su cuerpo etéreo como un viento de paso que te envuelve el deseo.

Recordaba a García Lorca en los Sonetos del amor oscuro: el amor pasional, escondido, innombrable.

La homosexualidad de Federico representa esa homosexualidad de pesadumbres, de persecuciones y de batallas perdidas.

Vicente Alexandre lo conocía y así lo dibujó con palabras: Federico era capaz de toda la alegría del Universo; pero su sima profunda, como la de todo gran poeta, no era la de la alegría. Quienes le vieron pasar por la vida como un ave llena de colorido, no le conocieron. Su corazón era como pocos apasionado, y una capacidad de amor y de sufrimiento ennoblecía cada día más su noble frente. Amó mucho y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo".

Esa noche quise ser Federico, quise ser uno de sus sonetos y encontrarme con alguien para volar a los paraísos prohibidos.

Y el mar de estrellas devolvió a la orilla del infierno una voz que sabía pasajera como los cometas que dejan un rastro de segundos.

Me pidió dinero, me preguntó cuánto le pagaría. Yo solo quería conversar, desvelar la conexión de la primavera con el invierno; y así nos entregamos la confianza de su presente y de mi pasado.

Sellamos el principio de una amistad, una botella con mensaje lanzada en los mares del levante.

Me dispuse a escucharlo mientras la lluvia había comenzado de nuevo.

Mi vida es de un color gris, un gris no oscuro, un gris no claro, el gris más intermedio de los grises; no significa que sea aburrida, sino más bien un punto en común de la felicidad y el dolor. Crecí con muchas diferencias entre mis primos y yo. Mi comportamiento afeminado se convirtió en un rechazo por parte de mis tíos y tías que me hizo sentir a veces muy inferior.

No sufrí mucho ya que siempre recibí amor de mi madre, padre y hermana mayor.

Mi familia ha sido humilde y he aprendido a ser agradecido.

Soy demasiado curioso, tanto que he de decir que me he roto varios huesos, pero nunca me ha frenado querer conocer las pequeñas cosas del mundo y cuando empecé a ver sus matices blancos, también vi los oscuros.

Vi algo que no había notado antes, y es que nadie es malo del todo porque... ¿Acaso existe el bien y el mal?

La belleza es lo más parecido a un matiz blanco, a algo puro y bueno... lo más cercano al sentimiento que nos une y destruye como humanos.

El amor une porque es lo que nos atrae a lo que nos hace felices. Consideramos amor a todo aquello que cuidamos, empatizamos y lo que queremos cerca para ser nosotros mismos. Un hombre que no es feliz es porque no tiene amor, un hombre que tiene poder, pero tiene amor, puede tener empatía por lo que considera igual a él, y un hombre que tiene poder pero no tiene amor, seguirá buscando el amor en el poder. Un hombre sin amor llega al odio.

Tal vez sólo somos una causalidad que surgió con el simple afán de existir. Estamos aquí y debemos aprovechar lo que tenemos, si nuestro cuerpo está diseñado para ser feliz, si existe el amor, debemos ser felices lo poco que estemos. Creo que no sólo estamos diseñados para ser felices, sino para estar feliz en un grupo de personas; esto es para mí el significado de la empatía.

Sólo puedes querer que alguien que consideras un igual, que sienta lo que tú sientes. Si soy feliz y quiero que esta persona también lo sea y eso es lo que me hace más feliz.

Si en el amor no nos consideramos iguales podemos llegar a la apatía, al desprecio o incluso al odio, por el simple hecho de que no se acerca a lo que queremos

Aunque no salvemos el amor, aunque esté echado a perder, podemos sujetarnos a nuestro matiz gris; eso nos hace humanos.

Hoy buscando el deseo me encontré a Federico y lloré todas las veces que lo asesinaron a las cinco de la mañana.

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