Opinión

¿Somos realmente libres?

El tema de la libertad es muy extenso y está presente en la vida cotidiana de todo ser humano. De alguna forma, las personas no pueden dejar de escoger entre varias posibilidades. Este hecho a algunos individuos les puede angustiar, es decir, les crea una sensación de incertidumbre, porque dependiendo de lo que elijan puede tener unas consecuencias u otras, ya que lo desconocido provoca miedo. Sin embargo, el hecho de poder gozar de libertad para encaminarse a los objetivos de autorrealización es una característica propia del ser humano, a diferencia de los animales, más sometidos a los instintos.

En ocasiones, a la hora de tomar decisiones y ver las limitaciones o las implicaciones en estos momentos de la vida, viene una lluvia de preguntas a la mente de los sujetos que hacen llegar a la duda bajo la palabra “libertad”: ¿somos libres? ¿Somos libres, pero tenemos límites? ¿Por qué no actuamos como deseamos? Y por último: ¿qué entendemos por libertinaje? Una posible respuesta a toda esta línea de pensamientos, sería ver la libertad como pequeños objetivos que tiene todo individuo por cumplir y así llegar a la felicidad y satisfacción, pero sin olvidar también la realidad donde habita a nuestro alrededor.

Por un lado, puede afirmarse que la esencia de los humanos es la libertad. En la ética, la rama de la filosofía que estudia el bien, es el ámbito donde se pueden desplegar mediante el buen uso de la razón las decisiones tratando de hacer el menor perjuicio a los demás y convertirse en seres morales. Sin embargo, la presión social es muy fuerte en la época actual, en la libertad de conciencia radica un espacio que no puede ser colonizado por la opinión general. Esta tensión forma parte de la construcción del individuo como persona; el hecho de que pueda decantarse por una u otra opción es fundamental para construir su personalidad frente a la multitud sin ser coaccionado por otros individuos. Cuando las personas se sienten oprimidas porque no pueden desplegar su esencia, siempre pueden buscar la forma de expresarse. También pueden hacerlo mediante los sentimientos, para así hacer frente a la sociedad la esencia de uno mismo, no dejarse engañar por la apariencia y sobre todo sentirse a uno mismo escuchado.

Sin embargo, hay muchas personas que prefieren que los demás elijan por ellos; son aquellas personas que tampoco quieren hacer un uso crítico de su pensamiento; prefieren seguir a un líder o a la moda del momento. En definitiva, depositan su libertad en manos de los demás, por lo que no es responsable de sus actos, manteniendo una actitud infantil.

En distintas épocas, los filósofos se han hecho cargo tanto del derecho como del peso de la libertad. Por ejemplo, Sartre afirmó que “el ser humano está condenado a ser libre” o como decía Kirkegaard: “la angustia es el vértigo de la libertad. Lo que quieren decir es que la emoción o el sentimiento que acontece con la conciencia de la libertad, cuando los individuos se dan cuenta de que depende de sí mismos el resultado de sus acciones, por tanto son responsables y no tienen excusas; la angustia puede aparecer cuando un propio individuo se siente abrumadoramente responsable.

Por otro lado, la libertad no es algo absoluto. También las personas no son libres porque están determinadas por varios factores (naturales, sociales, culturales y/o políticos), debido a que viven dentro de civilizaciones. Por ejemplo, una persona que vive en Corea del Norte no tiene las mismas libertades que una persona que reside en un país de la Comunidad Europea. En este caso, es verdad que tanto una como otra tienen derecho a ser libres, pero está claro que no es lo mismo vivir en una democracia representativa que en una dictadura. Dependiendo del sistema de gobierno que en cada Estado rija, las posibilidades de ser libre se verán más reducidas o más abiertas. De ser abierta permite conducir al desarrollo de las capacidades individuales y colectivas, motor de progreso y garantía de bienestar. En cambio, si fueran libertades reducidas, afecta a la psicología del individuo, como por ejemplo llegar a sufrir carencia de socialización, falta de tomar decisiones personales, familiares o sociales, tristeza, miedo sobre uno mismo e incluso caer en la depresión o ansiedad.

Así pues, el factor importante a tener en cuenta cuando hablamos sobre “libertad” son los límites, los cuales nos permiten disfrutar de la libertad, creando así un espacio de respeto y cortesía para todo el mundo, sin caer en el libertinaje. Es decir en la libertad negativa, como por ejemplo hacer un mal uso de la libertad de circulación dentro de España; según el artículo 19 de la Constitución Española: “los españoles tienen derecho a circular libremente por todo el territorio nacional”. Por lo tanto, una persona decide viajar de Madrid a Galicia para visitar a su familia, pero como va muy justo de tiempo, empieza a saltarse los semáforos en rojo y las señalizaciones, finalmente le para la policía y le pone una multa. Está claro que puede ir de un lado a otro por todo el país, pero eso no le da el derecho a no respetar las normas de circulación, los peatones u otros conductores de su alrededor, solo porque desea llegar a tiempo. Por consiguiente, estos hechos le pueden causar trágicas consecuencias.

Por último, la libertad es un derecho pero también es una responsabilidad. También, como seres sociales, no existe la libertad absoluta. Además, la libertad está condicionada por la convivencia con los demás. A menudo se dice: “mi libertad finaliza donde comienza la tuya”.

¿Qué se trata de decir con esta afirmación? Pues, que se debe respetar al otro para que también pueda disfrutar de su libertad.

La libertad no garantiza la felicidad, pero ayuda a buscarla. Igualmente, disfrutar de ella ayuda a los sujetos a estructurar su forma de ser y dar paso a una identidad teniendo en cuenta el código moral.

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