Sombras chinescas

El Presidente del Gobierno nos presentaba el miércoles pasado una situación de emergencia nacional a la que no se podía aplicar la capacidad de elección, pues a su entender estamos en un callejón tan único, unidireccional y estrecho que es imposible cualquier otra maniobra. No hay otro horizonte, ni se admite que lo haya. Con la arrogancia que la mayoría absoluta permite, se oyó la cerrada ovación cuando el Presidente anunciaba otro trasquile al rebaño (y aún alguna expresión malsonante e impropia de una representante popular). No existe por tanto la posibilidad de buscar espacio de consenso con la oposición, porque el Parlamento ha dejado de ser el ámbito de la acción política institucional para convertirse en una asamblea de socios en la que la dirección y su equipo imponen los criterios aplicables a la empresa.
El día de ayer, 12 de julio, se clausuraba la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera con visibles tensiones y notables desacuerdos, que afectaban incluso a la trama política del PP, pues algunas de las autonomías gobernadas por dicho partido, como Castilla y León y Extremadura, llegaron a abstenerse en la votación, recuperando in extremis a Galicia, mientras que votaron en contra Canarias, Cataluña, Andalucía y Asturias. El consejero de nuestra Asamblea fue de los que se adhirieron no sabemos si con entusiasmo a los planteamientos del Gobierno o a regañadientes. Ya lo sabremos, porque tiene entre sus preocupaciones la de darnos explicaciones al respecto. Pero a nuestra inteligencia se oculta el mecanismo del juego de sombras chinescas con que nos sorprendieron los abstencionistas. ¿Acaso una nube de humo del PP para que parezca lo que no es? ¿O un premio de consolación política como el propuesto por la secretaria general del PP de Ceuta, Yolanda Bel, para los empleados públicos reconociendo su sacrificio? ¿Les va a conceder una placa honorífica o a colgarles una medalla? La señora Bel no tuvo bastante con la ocurrencia y enganchó rápidamente con el vacío de las arcas que ha encontrado su partido, una verdad convertida en tópico por la propaganda del PP. Ya sabíamos que Zapatero dejó los fondos públicos tiritando, pero mucho me temo que como el PP siga con el serrucho de los recortes en la mano nos quedaremos sin la calderilla y sin las arcas. Por otra parte, hasta el 2015, año en que la medida de su partido, que reducirá el número de concejales, se haga efectiva, tiene tiempo de aplaudir entusiastamente.
Todo estos juegos de trile los conoce ya hasta el más lego porque es el mecanismo que se nos aplica de forma automática y el que estamos acostumbrados a soportar. La economía, como diariamente podemos contemplar, ha invadido el núcleo de la política como, en su momento, ésta lo contaminó todo en un proceso que puede estar llegando a su fin. Lo cierto es que vista nuestra historia reciente, tenemos no sólo el derecho, sino también la obligación de preguntarnos cómo hemos podido llegar a hundirnos lentamente en este pantano. Y es esa atmósfera irrespirable la que desanima hasta el cansancio a los ciudadanos, la que los hace abominar de una clase política de la que desconfían por su pobreza intelectual, por su sectarismo y dogmatismo más romo, porque, en definitiva, ni la sienten cercana ni por la ética regida.