Colaboraciones

Solo un niño

Mouctah aún no ha cumplido los 16 años. Es tan solo un niño. Podría ser uno de nuestros hijos. Él es ese adolescente que saltó la valla hace un mes y terminó ingresado en el Hospital con los brazos y un pie destrozados por la alambrada. Mouctah no es un dato, tampoco una cifra, ni una estadística. Es algo más que un parte de la Guardia Civil, uno de tantos que engrosan la realidad de un vallado que deja demasiados heridos y que también ha sido escenario de muertes.

La mirada de Mouctah es la de un adolescente que ha visto más de lo que debía, es el cobijo de una profunda tristeza, es el visor por el que han pasado demasiadas desgracias. Marchar de Guinea, llegar hasta el bosque de Beliones, esperar y esperar con más niños como él el momento oportuno del salto, arriesgarse, hacerlo y terminar casi muerto mientras dos de tus amigos se dejan ese ‘casi’ en el camino. Ibrahim y Ousmane, otros jóvenes guineanos, están enterrados ya en Sidi Embarek. Él, el ‘bambino’ al que todos protegían, se enteró de la desgracia en el Hospital y ahora la intenta asimilar mientras arrastra su pie destrozado y sueña con que sus manos y brazos vuelvan a ser los de antes de ese 12 de abril.

Mouctah ha encontrado apoyo de otros niños como él en ‘La Esperanza’. Niños solidarios que le han arropado, que le están dando el cariño y la protección necesaria. También de los incansables trabajadores del centro de Hadú, incomprendidos pero ilusionados por sacar adelante a muchachos por los que merece la pena luchar, aunque las barreras físicas y las no visibles sean cada vez más y peores.

Cuando vi a Mouctah no pude más que pensar que tiene solo dos años más que mi niño. Cuando vi sus ojos comprendí que esa estadística, esa noticia sin fondo, ese teletipo sin vida que se difundió un 12 de abril tenía en el fondo un protagonista especial, un auténtico luchador, un niño valiente, un pequeño que quiso tener mejor vida, un niño que ha pasado por demasiadas desgracias continuadas, que ha consumido más dolor del que cualquiera de nosotros pudiéramos entender como ‘propio’ de un pequeño como él.

Mouctah es uno de tantos miles de niños, hombres o mujeres que abandonan sus pueblos, que conviven con la tragedia, que cruzan vallas, que superan tragedias y que llegan aquí, hasta nuestra Ceuta, dejando historias que no pueden ser invisibles. Al menos no merecen serlo. Aunque como dice mi querido Germinal, de usted depende.

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