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“Sólo faltaría que uno no pudiese sentirse español en Cataluña”

De padre barcelonés y madre malagueña, ese mestizaje social que el ala extremista del nacionalismo catalán aún no ha aprendido a digerir, Albert Rivera (Barcelona, 1979) irrumpió  en 2006 en política con una apuesta que sus contrincantes auguraron abocada al fracaso. En sus primeros comicios autonómicos debutó con tres escaños y desde entonces ha multiplicado su presencia en la Cámara hasta nueve. Y las últimas encuestas vaticinan que puede convertirse en breve en la tercera fuerza política de la región. El anunciado referéndum independentista que enarbolan CiU y ERC le ha colocado en vanguardia de quienes apuestan por alimentar, sin complejos, el binomio catalán-español y huir del separatismo.
–Su formación ha sido una de las impulsoras de la concentración contra la independencia que ayer reunió a miles de personas en Barcelona. En el convulso escenario catalán, ¿es complicado reconocer que uno se siente español?
–Sentirse español no es complicado, porque se siente o no se siente. Sólo faltaría que uno no pudiese sentirse español en Cataluña, ser como quiere. Lo complicado es decir y actuar en consecuencia, decir con normalidad que uno quiere seguir perteneciendo a su país, seguir siendo español y ciudadano de la Unión Europea. Eso, hoy en día, es ir contracorriente de la oficialidad de Cataluña. El Gobierno catalán y las instituciones subvencionadas están trabajando para separar a Cataluña del resto de España. Oponerse a eso es, en definitiva, oponerse a la línea imperante. En cualquier caso, estoy convencido de que tensar la cuerda, como están haciendo Mas [Artur Mas, presidente de la Generalitat y de CiU] y Junquera [Oriol Junquera, presidente de ERC], llevará a que cada vez más catalanes queramos ser españoles, mostrar públicamente nuestra voluntad de seguir unidos.
–¿Qué ha ocurrido en Cataluña para que, al menos en apariencia, una mayoría política y social haya dado el salto del nacionalismo a la deriva independentista?
–No es una cuestión sólo de Cataluña, sino de todo el país. España está sumida en una profunda crisis y el nacionalismo y el separatismo, como ha ocurrido a lo largo de la historia, están aprovechando la situación de debilidad –institucional, económica y política– para intentar romperla. El nacionalismo aprovecha el lema Tenim pressa [Tenemos prisa], para sacar partido de una nación con problemas. No hacen más que aprovechar la situación de una España que no funciona, tampoco en Cataluña, y venden la idea de que sería una maravilla separarse de España porque es un país que no funciona por naturaleza, cuando eso tampoco es cierto. Responsabilizo al Gobierno actual y al anterior, al PSOE especialmente, por no haber abonado nuestro país cada día y dejar en manos del nacionalismo, a su suerte, durante más de 30 años con pactos, con apoyos con cesiones, una tierra tan importante y que representa tanto económica y socialmente como Cataluña.
–¿Culpar al otro, en este caso al resto de España, no es un argumento pobre cuando de lo que se trata es de camuflar una mala gestión propia de décadas?
–Sí. El nacionalismo está intentando tapar una gestión pública deficiente. Cataluña es la comunidad con más deuda de toda España. Está rescatada y no tenemos liquidez ni para pagar a los funcionarios. Hemos tenido que ser rescatados por el Fondo de Liquidez Autonómico. A eso se suman los muchísimos casos de corrupción que afectan al principal partido, CiU, que es el que gobierna. Y todo esto sumado a la incapacidad de unos gestores que, lejos de sacarnos de la crisis, se dedican a la propaganda y  a la cortina de humo. Las prisas del nacionalismo son proporcionales a a la crisis, a la caja vacía y a los casos de corrupción que les afectan.
–Pero entre la ciudadanía parece haber calado el mensaje de “hay que escapar de España porque nos roba”.
–Eso es mentira. Culpar al resto de España de los males de la mala gestión de la Generalitat es inmoral. Pero eso no ha sabido ser contrastado con los datos verdaderos, de las relaciones comerciales, sociales... de todas en conjunto entre los españoles y Cataluña. Cuando uno miente, la mejor manera para combatirlo no es el silencio, es la verdad, la transparencia, la información. El Gobierno de España, tanto Zapatero como Rajoy, han sido incapaces de tener un plan estratégico y de comunicación, de explicación de la verdad: que Cataluña sale beneficiada de estar en la UE y en España, que las empresas catalanas tienen relaciones amplísimas con España, que más de la mitad de los intercambios comerciales de Cataluña son con el conjunto de España o que el paro y las pensiones en estos años de crisis están siendo sufragados de forma favorable para los catalanes con fondos del Estado. Es del todo mentira que Cataluña tenga una situación financiera económica o mala por culpa del resto de España. La tiene mala por su mala gestión. España está en crisis, también Cataluña, pero culpar de los males a un ciudadano de Andalucía o de Madrid... qué culpa tendrá. Eso ha calado, porque el populismo es nefasto y el nacionalismo está haciendo mella en ese caldo de cultivo que es la crisis. Los gobiernos de España no están sabiendo contrastar e informar, dar transparencia a esas relaciones entre Cataluña y el resto del país que son históricas y reales.
–Esa ansia independentista gira ahora en torno al hipotético respaldo ciudadano a la secesión que evidenciaría un referéndum. ¿Se atreverá finalmente Artur Mas a convocarlo? Parece que en unas semanas ha pasado del ‘sí, por encima de todo’ al ‘esperemos a ver si nos dejan’...
–El único referéndum en democracia es el que se convoca con acuerdo a las leyes. El resto es ilegal, no tiene cabida. Eso pasaría por que el Gobierno de España convocase el referéndum con apoyo mayoritario de la Cortes, refrendado por el Rey y se consultase a todo el pueblo español. No soy partidario de él porque para lo único que serviría es para dividir a la sociedad catalana, cuando el principal problema de la sociedad no es tener fronteras o no con el resto de España sino salir unidos de la crisis y reforzar el sistema económico, político... El problema no está en ser españoles o no, sino en la crisis económica e institucional que vive España. No soy partidario de ese referéndum, ni siquiera convocado por el Gobierno de España, pero la forma sería ésa. Participaríamos en ese caso, porque como dice la Constitución el pueblo español es soberano. Pero Mas no quiere eso, quiere un referéndum de la Generalitat con sus preguntas y sus respuestas, obviando la soberanía nacional, al margen de la Constitución y de la ley. No sólo no participaríamos, sino que se debería impedir.
–Las últimas advertencias de la UE, alertando de que una Cataluña escindida de España saldría automáticamente de los 28 y tendría que renegociar su adhesión, ¿pueden ser definitivas para frenar las aspiraciones del independentismo o seguirán adelante?
–Ha estado bien que lo hagan, aunque tarde. No hace falta ser un lince para saber que si se sale hay que volver a entrar. Aquí se ha mentido deliberadamente, pero como nadie ha respondido ni ha contrastado en los últimos años ha ido calando la idea de que Cataluña podría secesionarse de España y han salido los dirigentes europeos a decir la verdad. Ha sido un jarro de agua para Artur Mas, porque él se ha vestido siempre de europeísta cuando en realidad es antieuropeísta. La política que hace es separatista, cuando la UE es todo lo contrario. Han recibido la respuesta lógica. Si vas a un lugar llamado Unión Europea a defender la desunión, te llevas un jarro de agua fría. Lo único sorprendente es que lo mismo que hace la UE no lo haga el Gobierno de España, que no explique la realidad a los catalanes. La mejor manera de combatir el populismo de la mentira es la información, la transparencia y la verdad.
–¿El referéndum es el último cartucho político de Artur Mas? Parece en una situación similar a la de Ibarretxe cuando el Congreso le tumbó su plan soberanista...
–Sí, puede ser así, aunque creo que el último cartucho ya se lo jugó con las elecciones anticipadas del año pasado. Quiso sacar mayoría absoluta y sacó una simple y muy baja. En cualquier situación de libro él hubiera dimitido, pero no lo hizo, sigue yendo adelante de la mano de Junqueras. Es un cadáver político e intenta vivir sus últimos momentos de gloria. Quiere pasar a la historia como el hombre que convocó a los catalanes por la independencia, y lo está intentando a cualquier precio. Es un político de huida hacia delante, de confrontación y convulsión social. Conducir a la gente hacia un muro y decirles que la culpa es de los demás es muy irresponsable. Está jugando con fuego, fracturando a la sociedad catalana en dos bloques de unos contra otros. Es nefasto. Le hemos invitado a dimitir,  pero no lo ha hecho. También le hemos pedido que rectifique, pero tampoco. Sólo nos queda esperar a que, como vaticinan las encuestas, tras otra caída de CiU Artur Mas deje la presidencia de una vez por todas.
–Con referéndum o sin él, independientes o integrados como hasta ahora en el Estado autonómico, ¿corre el riesgo Cataluña de fragmentarse en dos por una brecha que aísle a separatistas del resto de ciudadanos?
–A mí, como ciudadano de Cataluña, es lo que más me preocupa. Que ocurra como en los peores momentos del País Vasco, cuando entre las familias, la gente, los vecinos, llegó a tensarse la cuerda, a no hablar de política porque se crispaba el ambiente, por los sentimientos en juego. Eso es nefasto. En Cataluña pese a la gestión desastrosa esto no había pasado, pero ahora lo estamos viendo y lo sabemos los que vivimos allí y hablamos con gente de diversa ideología. Y eso llevado al extremo de una huida hacia delante y forzar un referéndum que fuera declarado inconstitucional es una irresponsabilidad de unos políticos que deberían velar por la unión y la convivencia y no por el conflicto social. Artur Mas está dispuesto a cualquier precio a seguir con la fractura aunque se rompa en dos la sociedad catalana.
–¿Hay personalidades, grandes empresas y asociaciones catalanas que no se atreven a decantarse en público contra el proyecto independentista por temor a represalias? Una de las pocas voces que se ha escuchado en ese sentido es la de José Manuel Lara, el presidente del Grupo Planeta, que advirtió de que estaba dispuesto a trasladar la sede social de su multinacional a Madrid.
–Sí, claro, sin duda. Muchísimos grupos y gente con la que hablas, desde todos los puntos de vista económico, social... Hay mucha gente que está preocupada y temerosa de lo que pasa, pero no lo dice públicamente porque tiene sus consecuencias. Son 33 años de gobiernos nacionalistas sin casi alternativa. Sólo han cambiado las personas, pero la ideología es la misma. Quien se mueve no sale en la foto, no recibe subvenciones, no tiene contratos de la Administración. Quien se queja recibe el ostracismo y el señalamiento como disidente por parte de la oficialidad. En una sociedad abierta donde hay gobiernos que respetan la pluralidad y la identidad única uno puede discrepar, pero cuando uno tiene que estar “conmigo o contra mí”, es malo. La última prueba es la propuesta de Mas de hacer una lista de adhesiones al Gobierno catalán de personas, empresas. Una lista de buenos y malos, de los que están con él y los que no. Eso es así, como el editorial conjunto de 12 periódicos para defender al Gobierno autonómico frente a la sentencia del Constitucional... Cosas que demuestran que en Cataluña la sociedad está amordazada, temerosa, y nadie se atreve a alzar la voz porque conlleva  consecuencias económicas y sociales.
–Y frente a ese escenario, ¿cuál es la propuesta de Ciudadanos?
Es una propuesta por elevación. Lo que hace aguas, lo que necesita una reforma de arriba a abajo, es el país, España. Hay que reconducir los valores fundamentales de la libertad, de la igualdad, de la solidaridad, reforzar los pilares fundamentales. También el sistema político de partidos, la ley electoral, la reforma educativa... La vertebración de un proyecto común, que es el mejor antídoto frente al separatismo. Una España con una democracia fuerte, con unas instituciones revalorizadas, con un sistema político moderno y abierto al ciudadano, una Administración ágil que sirva a a personas y empresas, un sistema educativo potente que forme el espíritu crítico. Es el mejor antídoto para que el separatismo no tenga un caldo de cultivo como tiene ahora. Nuestro diagnóstico es reformar España, no romperla, y que tampoco se tenga que mirar hacia otro lado. El PP y el PSOE están mirando hacia otro lado, están en lo urgente pero no en lo importante. No hay plan estratégico para un proyecto común español. Desde Cataluña tenemos que decir a los españoles que nuestro proyecto común que es España necesita una reforma atractivo para todos, también para los catalanes. Esa modernización es un muro frente al independentismo y el nacionalismo. Esto no tiene solución sólo para darle la razón a los nacionalistas. Intentar hacer un referéndum cada cuatro años y estar todo el día debatiendo de forma permanente me parece que no es la solución. Y dar más concesiones al separatismo tampoco, porque quedan ya pocas. Sólo les queda la independencia y el referéndum, porque todo lo demás lo han reivindicado durante los últimos 30 años...

La formación que supo saltar del cartel al ‘Parlament’

Poco, o casi nada, se conocía de Ciudadanos más allá de Cataluña hasta que quien estaba llamado a ser su líder apareció desnudo en el primer cartel electoral. En aquella cita, la de 2006, se colaron en el ‘Parlament’ con tres escaños. Seis años después ya habían multiplicado su presencia en la Cámara autonómica hasta ocupar nueve de los asientos reservados a la oposición. “Desde entonces uno ha madurado, ha aprendido de los errores y ha tenido aciertos por el camino. Ciudadanos es un partido humilde, que nació de una plataforma cívica, con un éxito brutal de entrada, pero tuvimos errores de crecimiento y hemos sabido rehacernos y crecer”, confiesa Rivera al repasar su corta pero intensa trayectoria. “Ahora las encuestas  nos sitúan como posible tercera fuerza política y hay que tomarlo con humildad, ilusión”, advierte ante posibles triunfalismos. Tiene claro cuál es el hueco que ocupa en el electorado “como plataforma que nació frente a un nacionalismo creciente y un vacío electoral que existía”, el mismo que les ha transformado “en un partido que se convierte en alternativa y que puede liderar un grupo de partidos que en un momento dado pueda formar un gobierno frente al separatismo”. No duda de que “ése es el camino”. En lo personal se define como “el mismo de siempre, con las mismas ganas, fuerzas y humildad del primer día, pero con la madurez de haber visto en siete años cómo se organiza un partido, desde dentro y fuera de la política”. Todo ello con “preocupación e ilusión, porque este país merece la pena, aunque habrá que remangarse...”.

efe El líder de Ciudadanos, ayer durante la concentración en Barcelona.

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