Opinión

Mi solidaridad con Ceuta

El poeta ceutí, Luis López Anglada, cantó a su ciudad natal, diciéndole: “Ceuta es pequeña y dulce, está acostada en los brazos del mar como si fuera una niña dormida, teniendo la espuma de las olas por almohada. Ceuta canta latines cristianada con la sal del Estrecho marinera, al espejo del mar, acicalada. Ceuta es una andaluza niñería que, si saltar pudiera, saltaría la comba del agua y sal de océano. Allí está entre la arena y el mar, como una niña que bajó a la playa y se le fue a la madre de la mano”.

Y es que Ceuta, ha sido siempre una ciudad muy codiciada. Las distintas culturas que, sucesivamente, fueron pasando por ella la fueron ocupando, porque es una preciosa ciudad que sobre los años de 1950 fue llamada “Perla del Mediterráneo”. Situada en un punto muy estratégico, es encrucijada de dos mundos: occidental y oriental; la bañan dos grandes mares: Atlántico y Mediterráneo; conviven armónica y pacíficamente en ella cuatro culturas: cristiana, musulmana, hebrea e hindú.

La poblaron fenicios, llamándola: Abyla; griegos: (Hepta Adelphois); Los romanos  (Septen Frates) y Pomponio Mela: (Exilisa); también la dominaron: vándalos, bizantinos, árabes: (Septa), portugueses, y éstos la cedieron a España; pero no de buen agrado, sino porque así se lo exigieron los propios ceutíes entonces empadronados en Ceuta, para que dejara de ser portuguesa y se hiciera española.

"Ceuta fue por primera vez española cuando el 12-09-1580 el rey Felipe II accedió al poder en España, habiendo reclamado la incorporación de Portugal a la corona española"

Ceuta fue la única ciudad española donde sus ciudadanos gozaron del merecido privilegio de haberla hecho española los mismos antiguos ceutíes lusitanos que en 1415 la conquistaron, porque ellos lo quisieron voluntariamente. Y, ese privilegio no pudieron tenerlo ni los propios españoles peninsulares, a quienes, nada más nacer, les venía “impuesta” la condición de su carta de naturaleza “española”, sin que ellos por su propia voluntad pudieran elegir otra nacionalidad distinta.

Con razón dicen los ceutíes que ellos son los ciudadanos que más españoles se sienten, más incluso que los propios peninsulares. Y de ello se jactan y hasta les gusta presumir, porque en Ceuta no se puede decir que se marcha alguien de allí para España, que rápidamente los ceutíes replican airados que ellos también son España. El mismo alcalde de Ceuta, cuando el año 2007 visitó la ciudad el entonces rey, don Juan Carlos, en el discurso de recibimiento, comenzó diciendo: “Majestad, acaba de atravesar el Estrecho, y ha llegado a Ceuta, pero no ha salido de España”, según yo mismo presencié “in situ”.

Ceuta fue por primera vez española cuando el 12-09-1580 el rey Felipe II accedió al poder en España, habiendo reclamado la incorporación de Portugal a la corona española, que como entonces la ciudad pertenecía a Portugal tras haberla ocupado los lusitanos el año 1415, pues al haber fallecido en combate su rey portugués, Sebastián I, luchando contra los sarracenos en la batalla de Alcazárquivir, fue enterrado en Ceuta durante tres años, para ser llevado después a Lisboa y ser allí definitivamente inhumado.

"En aquella época todavía no estaban construidas las carreteras nacionales y se viajaba a caballo a través de caminos vecinales abruptos y polvorientos"

Como se sabe, el rey Felipe II era hijo del emperador Carlos I de España y de la emperatriz Isabel de Portugal, con la que contrajo matrimonio en Sevilla el 11-03-1526, viajando primero ella a la capital hispalense, saliendo de Lisboa hasta Badajoz y después hasta Sevilla. Carlos I salió de Madrid, pasó por Toledo y otras ciudades, también en dirección a Sevilla, donde contraerían matrimonio. En aquella época todavía no estaban construidas las carreteras nacionales y se viajaba a caballo a través de caminos vecinales abruptos y polvorientos.

Al llegar el emperador a Extremadura, lo hizo por el término municipal de Mirandilla, mi pueblo, entrando por el Puerto o desfiladero de la Sierra y sobre el mediodía llegó a dicha localidad la nutrida comitiva; paró a comer con todo su cortejo y extensa comitiva que se iban agregando de gobernadores y autoridades de las provincias por las que iba pasando el monarca, ignorándose qué casa o moradores lo acogieron en Mirandilla, aunque se intuye que fuera en el palacio que allí posee el Marqués de la Encomienda, a espaldas de la majestuosa iglesia.

Después salieron por la tarde hacia Mérida, donde ese día pernoctaron. Eso aconteció el día 3-03-1526. Después, llegaron ambos contrayentes a Sevilla.

En 1640 estalló una rebelión en Lisboa de la nobleza portuguesa, que fue secundada por todas las colonias en África, con la única excepción de Ceuta, que siguió siendo leal y fiel a España. En esa situación se llegó, de “facto”, a la firma en Lisboa en 1668 de la paz definitiva entre España y Portugal, en cuyo artículo 2º se establecía que la ciudad de Ceuta seguiría siendo española, no porque Portugal así lo hubiese querido, que abiertamente se opuso, sino porque así lo quisieron y exigieron los propios ceutíes, que fueron los únicos en adherirse a la causa de España, acordándolo democráticamente en un plebiscito.

Al triunfar la rebelión lusitana, Portugal se independizó de España; por lo que se rompió la unidad hispano-portuguesa, siendo proclamado rey de Portugal el duque de Braganza, como Juan IV.

Lo anterior, claramente nos está indicando que son radicalmente inveraces las afirmaciones que Marruecos pretende hacer ver al mundo que Ceuta es suya, pero que está siendo “ocupada” por España. Lo que es absolutamente incierto, porque nunca España llegó a ocupar Ceuta, sino que la recibió “cedida” legalmente por Portugal, según las condiciones que el Derecho Internacional exige para que tal cesión sea legítima. De eso debería ser lo primero en que se instruyeran las autoridades del vecino país, antes de reivindicarla sin aparente conocimiento de su historia.

Portugal cedió Ceuta a España, aunque no porque quisiera hacerlo de buen agrado, sino porque los mismos portugueses que la conquistaron así lo exigieron, libre y democráticamente, conforme al Derecho Internacional, según lo acordado en el artículo 2º del Tratado hispano-portugués firmado en Lisboa en 1668.

Fueron los propios ceutíes, entonces residentes en Ceuta los que, primero, solicitaron por escrito en 1640 al rey español Felipe IV que habían acordado de forma libre y voluntaria cambiarse de ser portugueses a ser españoles, cuya carta de naturaleza española la solicitaron por escrito, lo mismo que por escrito le fue luego concedido por dicho rey, cuyo texto normativo era del siguiente tenor literal:

“Yo el rey, a los que este edicto vieren que la ciudad de Ceuta me ha pedido que, en consideración a la fidelidad y lealtad con que siempre han procedido los caballeros y moradores, derramando su sangre en mi servicio, pidiéndome perdón general de todas Las culpas por las cuales estén procesados y esté actuando contra ellos el juez Bernardo de Sampayo de Morais y que fueron sueltos libremente, sin pagar nada, y que así se procediese contra los castellanos que están presos por orden del Gobernador don Francisco de Almeida, teniendo en consideración y deseando hacerles merced que por su lealtad merecen, tengo por bien y me place de conceder perdón genera y que no se proceda contra ninguno de ellos ahora ni en ningún tiempo, porque así es mi voluntad; y también quiero y mando a todos ministros y oficiales que tengan conocimiento de éste que lo cumplan y hagan cumplir sin duda ni embargo ni dilación y porque así lo tengo por mi servicio y este edicto valdrá, puesto que no ha pasado por la Cancillería y que en defecto tenga que durar más de un año a pesar de la disposición del Libro II, título 39 y 40, que dispone lo contrario, el cual se registrará en el Libro de Cuentas de dicha ciudad. Y, para agradecérselo, les otorgó el título de “Muy Leal y Fidelísima Ciudad”.

Y aquellos valientes ceutíes fueron leales servidores a Ceuta y a España, habiendo luchado bravamente, muriendo miles de ellos defendiendo la causa suprema de mantener a Ceuta española, tal como le había sido cedida, incluso llegando a jurar morir por España, hasta el punto de tener colocada a la puerta de entrada a Ceuta por el Cristo del Puente el siguiente lema: “Muertos sí, vivos, jamás”.

"Los árabes el año 711 conquistaron e invadieron toda la Península Ibérica, precisamente forzando su paso a través de Ceuta"

Y también fueron miles de ceutíes y de españoles los que, luego, lucharon y murieron por mantener a Ceuta española, habiéndoles costado conseguirlo “sangre, sudor y lágrimas”, sufrir continuos cercos y sitios que alguno de ellos duró hasta 33 años seguidos, como el que cruelmente le impuso el rey Muley Ismail, quién categóricamente aseveró: “Ceuta no es ni española ni marroquí, sino que es de Dios, que la dará a quien en batalla la gane por las armas”.

La batalla se dio muchas veces y siempre la perdieron los vecinos del sur y la ganaron los españoles. Los musulmanes trataron por todos los medios de reconquistarla lanzándole aterradores ataques y emboscadas, sobre todo, los años 1732, y 1757 y 1790. Han pasado ya más de seis siglos de aquello desde que en 1415 Portugal conquistó Ceuta, y es ya hora de aceptar aquella derrota, de vivir en paz, sin tensiones, en mutua convivencia y en buenas relaciones de sincera amistad y recíproca vecindad, como seres civilizados del siglo XXI.

Los árabes el año 711 conquistaron e invadieron toda la Península Ibérica, precisamente forzando su paso a través de Ceuta. A España país le costó después reconquistarla 781 años, hasta 1492, que se reconquistó Granada, ultimo baluarte árabe en España. A aquellos españoles les costó entonces miles y miles de vidas para sacudirse aquella injusta invasión sufrida, habiendo dirimido aquel contencioso por las armas en época en que en Europa y todo el mundo era generalmente reconocida la conquista por la fuerza de las armas. Ahora, nada le reprochamos de eso al país vecino, a través del que recibimos tan cruel invasión. Pues, igualmente, Marruecos ahora debería ser lo suficientemente caballeroso para saber ganar y “perder”.

Nadie desde Ceuta expone su vida para pasarse al vecino país; mientras que cada día muchos jóvenes marroquíes, desesperados, se juegan la suya a nado entre espigones, fronteras, vallas y alambradas, para pasarse a Ceuta en busca de la libertad y mejor nivel de vida.

Como se sabe, Ceuta es una ciudad preciosa, encantadora y acogedora, como lo demuestra el hecho inequívoco de que en ella viven y conviven, armónica y pacíficamente, unas 84.000 almas de hasta cuatro culturas y religiones que ni siquiera se plantean entrar en Marruecos.

Ceuta es una ciudad de muy reducido espacio, sólo 18,5 kilómetros cuadrados, pero con una densidad de población de 4592,38 habitantes/km2 (un 477,38 % más que la media normal); cuya población tiene que vivir encerrada, teniendo por un lado la frontera marroquí cerrada, y, un país limítrofe, empeñado más cada día en ahogar económicamente a Ceuta hasta someterla; abriendo y cerrando sus fronteras por mera conveniencia, según mejor o peor humor con que cada día se levante, lo mismo invadiéndola con más de 10.000 niños menores no acompañados, que cerrándola a cal y canto, como desde 1918 lleva cerrada sin previo aviso.

"Cuando llegué en 1958 a Ceuta, recuerdo que algunos compañeros me vaticinaron que en mal momento había llegado a ella, porque Marruecos la había reclamado"

La única vía de escape de los ceutíes es coger los fines de semana el barco para poder expansionarse en Algeciras y el Campo de Gibraltar; la vivienda está muy cara en Ceuta, igual que los alquileres. En concreto, que en ella se debería promover y fomentar la vida más fácil y entender sus problemas con mayor comprensión y magnanimidad; por eso se entiende que debe ser una cuestión más bien de ayuda y apoyo del Estado, tal como recientemente su alcalde así parecía clamarlo.

En Ceuta es muy necesario crear las condiciones necesarias para que allí haya vida y arraigo en la permanencia de sus habitantes. Para eso, el punto de apoyo lo encuentran allí en esa simbiosis que se da entre el pueblo, Ejército y de más instituciones, junto con el espíritu de patriotismo español que allí se respira.

Pues bien, en este momento, quizá, de deprimente desánimo, de desesperanza, de incertidumbre, de aparente incierto futuro, pues en mi modesto caso concreto, que he residido hasta 27 años en las tres veces que voluntariamente quise ir a ella destinado, que en ella consumí lo mejor de mi juventud, que mi hijo y mi hija nacieron en ella, humildemente me solidarizo con Ceuta, me adhiero a sus posibles problemas y quisiera insuflarle ánimo, serenidad, confianza, compresión y cariño.

Cuando llegué en 1958 a Ceuta, recuerdo que algunos compañeros me vaticinaron que en mal momento había llegado a ella, porque Marruecos la había reclamado y el futuro que se cernía sobre ella era bastante desalentador; pero desde entonces han transcurrido ya 66 años, y Ceuta ahí sigue blandiendo y ondeando la bandera española en alto, para que su imperecedera españolidad no decaiga, ni se olvide.

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