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Solemnidad de la Pascua Militar: La puesta en valor de la honrosa Carrera de las Armas

La multiplicidad de desafíos y el elevado nivel de incertidumbre que define los escenarios actuales de choque, hacen dificultoso pronosticar cuándo, cómo y dónde se hace indispensable operar, de ahí que se demande a los profesionales de las Fuerzas Armadas hallarse a gran altura en cuanto a disponibilidad y preparación, en base a las destrezas y estimaciones de las propias acciones.

Contexto en el que se precisa poner el máximo ahínco como la intuición adecuada, con el propósito de anular cualquier atisbo de intimidación que se pretenda manifestar.

Como asimismo, tomando las medidas pertinentes que contrarresten cualquier agresión hostil que quebrante la coyuntura de la vida en sociedad.

En este afán de proyección operan los integrantes de las Fuerzas Armadas velando sin desfallecer.

Observancias y bondades de una Institución como la castrense que reacciona instintivamente y con celeridad, producto de esa entrega sin límites al ordenamiento jurídico y al servicio de la Patria.

Baluartes cimentados en valores como la lealtad, el espíritu de generosidad y de sacrificio o el propio valor impulsado, engalanan a los miembros de las Fuerzas Armadas en ese respeto a la Insignia Nacional y a los demás símbolos que constituyen la Nación y el Estado, como el acatamiento a la Carta Magna y al Estado de Derecho.

Actores de un Ejército llegados desde las diversas partes de la geografía española, hoy unidos por una misma lógica al surgir de la sociedad con la que se sienten respaldados y que salvaguardan afanosamente de manera virtuosa.

Valores contrastados que no es legado exclusivo de los componentes de las Fuerzas Armadas, sino que forman parte de esa voluntad colectiva como es el pueblo español.

Por lo que la profesión militar es un menester que conlleva hacer las cosas bien, aplicar la máxima energía para alcanzar los numerosos propósitos, designios y propuestas, como la aceptación del compromiso de las propias funciones. Dicotomía de quiénes así se prestan por un fin como el referido al hacerlo con talante propio y firme empeño.


De ahí que la Carrera de las Armas sea una labor de inmensos vínculos humanos, con tipologías específicas que la dimensiona del resto de los oficios en el marco de la sociedad. Hombres y mujeres citados con orden y sin pausa a estar dispuestos sin ningún tipo de escusas al cumplimiento del deber.

Pero la influencia de su razón social hace que esta profesión no pueda ser ejercida de manera personal o autónoma, sino más bien con el carácter jerárquico y disciplinado que a lo largo de la historia siempre le ha acompañado.

Distinciones que en nuestros días se hacen imprescindibles en la médula del Ejército de España, para la adquisición de esa cota de superación tanto personal como en grupo que conlleva prosperar en las tareas confiadas.

De manera que es la sociedad la que legítima a las Fuerzas Armadas el mandato de su Defensa. Como del mismo modo, la que demanda que su proceder sea formalizado en entornos éticos y que las operaciones materializadas al respecto, queden forjadas en los valores fundamentales del respeto inexorable por los preceptos del sistema democrático.

Como Organización las Fuerzas Armadas propagan la defensa de la legalidad y de los principios constitucionales como garantía de los derechos y libertades. Acreditando con su maniobrar la rúbrica del orden y de la paz común, preservando responsablemente la convivencia democrática que fortalece y enriquece la vida colectiva.

Labor incesante enmarcada en la exquisitez junto al ejercicio de las actividades cotidianas, que desencadena el complemento del buen hacer al armonizarse como Institución plenamente adaptada a los tiempos que vivimos.

Características que la identifican consigo misma como de su pertenencia a la sociedad a la que sirve con desvelo y aplicación. Corroborándose que la profesión militar es origen de principios, valores, virtudes y deberes.

Fuerzas Armadas que en la Solemnidad de su Pascua tal como se hacía en el siglo XVIII teniendo por garante a S.M. el Rey Carlos III, conmemora con los máximos honores la apertura de un nuevo año militar.

Gesto protocolario que se perpetúa con la Onomástica del Día de la Epifanía del Señor, ensalzando con ambición de proyección el reconocimiento a lo verificado en el ciclo anterior. Quizás, algunas de las vicisitudes puntuales acaecidas a lo largo del año consumado, ocupen una de esas páginas memorables de la historia del Ejército de España.

Síntesis de un encaje solícito de la Pascua Militar que con distinción está presto a ser revelado públicamente, poniendo en manos de la ciudadanía española su ejercicio constitucional. Y lo hace sencillamente ratificando las líneas de acción mediante un futuro compartido. Esencia castrense como instrumento insobornable y a la vez poderoso del Gobierno de la Nación, que sostiene explícitamente el destino de un Estado de Derecho esculpido en la Constitución.

Pero no omitamos que las Fuerzas Armadas convertidas en forjadoras de la Soberanía Nacional, nutren eficazmente la Unidad Territorial de España. Como de la misma forma con su accionar nos colinda al espíritu de la democracia.

Conjunciones que afianzan incomparables constataciones como la armonía, la convivencia plural o esas libertades y derechos conquistados que hoy se hacen tan esenciales entre la ciudadanía y a la que todos sin distinción nos hemos aferrado.

Evidencia elocuente que en un día tan marcado para los integrantes de los Ejércitos como del resto de la ciudadanía española, subyace incólume la figura insigne del Soldado de España, como base de la Estructura Orgánica y Ejecutiva de las Fuerzas Armadas.

Soldado de España a la que le une inexorablemente su relación de servicios profesionales con las Fuerzas Armadas, actualmente introducido de pleno en ese menester inacabado de perfeccionamiento virtuoso y en esa práctica común que le lleva a consagrarse por el bien de todos.

Automatismos de adhesión surgidos desde los valores morales y éticos emanados instintivamente, dando paso a la experiencia atesorada y a las lecciones aprendidas, complementadas asiduamente con pautas de comportamientos refinados al servicio de la sociedad.

Predisposición le lleva a requerir de la unificación de un marco de principios como de un acervo de valores que operen como tutela de actuación. Vigorizándose el correcto ejercicio de la práctica profesional, donde finalmente es posible labrar el imperativo del máximo común denominador que desemboca en la fusión del esfuerzo magistral.

Hombres y mujeres con los que se recapitula la Solemnidad de la Pascua Militar, exhortados a rehuir de conductas indignas que pudieran disipar la prudencia y la templanza. Aspectos que se hacen primordiales para desenvolverse eficazmente en la miscelánea de los contextos que se ciernen.

En el marco contextual de la Festividad que se rememora en lo expuesto, con emoción y satisfacción declaro la dicha de haber pertenecido y siempre pertenecer a un relato de vida ahora dispuesto a eternizarse y quedar incrustado en esa parte que es de todos y que simboliza a ese Soldado siempre Solícito e Imperecedero de España. Realidad que rememoro tras los numerosos destinos en la Comandancia General de Ceuta, Guarnición y Plaza que me hizo nacer como Infante a la edad de dieciséis años.

Biografía castrense cristalizada e instada sanamente en asimilar la mesura frente a la prontitud, la solidez ante lo imprevisto, la valoración sobre lo infundado o la firmeza ante las avenencias disociadas de analogías enmascaradas.

Un instante por aquel entonces, que quedó inmortalizado y engrandecido en un profundo sentimiento de gratitud hacia ese beso a la Bandera, símbolo de mi entrega total a la Patria y en el que dejé confirmado a perpetuidad mi amor al Ejército y a España.

Sin embargo, aquello revelaría ser el custodio de los símbolos que representaban la tierra que me vio surgir, viviendo verdaderamente por lo que se desea y esto es innegable si se está dispuesto a morir incluso por ello.

Convirtiéndose paulatinamente en un parecer trascedente y en un reclamo constante a la fidelidad, al deber y al honor. Sentimientos que se hacen recónditos al contemplar unas Fuerzas Armadas que tratan de alcanzar con el máximo honor y distinción ese grado de preparación táctica y técnica congruente, para así dar cumplimiento a las innumerables misiones tanto operativas como de adiestramientos encargadas.

Soldados de España citados a ondear conductas saludables que objetivan esa capacidad y vigor, asentadas en una consistente formación en valores y en la prolongación del reajuste de enseñanzas, que conforman el estricto cumplimiento de las tareas encomendadas con el esfuerzo añadido sin fronteras que derivan de la honorabilidad.

Es así llanamente como se refuerzan con complicidad las conjunciones morales de la Milicia de España.

De ahí que nuestros ojos puedan contemplar con clarividencia, la estela de un Ejército renovado, cohesionado y plenamente eficiente. Sucinto al desvelo, la profesionalidad, el pundonor, el espíritu de servicio y ese anhelo perdurable hacia la mejora de las diversas perspectivas entre el Ejército y la sociedad por la que vela con diligencia.

Institución castrense que tras la senda ilimitada de los tiempos se perpetúa en la figura sublime del Soldado de España. Excelso y justo elemento siempre hacendoso que no tiene precio. Pero también, atributo cardinal persistentemente expectante como centinela avanzado por la custodia de la Soberanía Nacional.

Por lo tanto, es justo y obligado señalar, que en el interior de las Fuerzas Armadas cohabitan hombres y mujeres versátiles con gran capacidad de adaptación y un elenco de valores morales que como patrones de vida irrumpe en sanas virtudes.

Poniéndose de manifiesto en cada una de las piezas que concretan el molde de las Fuerzas Armadas, la efectividad del grado de excelencia alcanzado, como el alto sentido de la disciplina y la extraordinaria dedicación en las competencias profesionales adquiridas.

Anclado en este intervalo, tras treinta y dos años de amor y fidelidad inagotables como Soldado de la Infantería del Ejército de Tierra, testifico ante Dios y España haber tenido que asumir un adiós involuntario y doloroso, perpetuándome a la situación administrativa de retiro por incapacidad permanente.

A pesar de ello, con profunda vocación y firme lealtad me hallo citado a un llamamiento afín: “Dignificar a quiénes me antecedieron en el fiel cumplimiento del deber, conformado por hombres y mujeres honradamente distinguidos, con elevada eminencia de compromiso e íntegra intuición en el honor. Un beneficio moral que como integrante de las Fuerzas Armadas ha quedado irremediablemente esculpido en mi alma, dándole eternamente cobijo y que siempre preservaré allí donde esté”.

Por lo que encomiar la Celebración de la Pascua Militar es el reconocimiento a ese día a día, año tras año y así hasta haber completado una travesía profesional yuxtapuesta al honor, la disciplina, el respeto, la abnegación, la lealtad, el compañerismo y ese deseo infinito de fidelidad a la Bandera de España.

Danto vida, cuerpo y alma a ese Perpetuo Soldado de España, que obedece sin pausa al Mando mediante el comedimiento, el espíritu de firmeza e inextinguible rectitud. Considerando las obligaciones debidas como hábitos de conducta en el acatamiento exhaustivo del cumplimiento del deber.

Por tal motivo, en ese celo constante de la esfera castrense se requiere enmarcar estilos de vida dentro de unos parámetros morales incuestionables.

Pero si por el contrario no existieran dichos precedentes, se correría el riesgo de confundir actitudes, principios y valores y consecuentemente cumplir con el deber motivado por ambición subjetiva, y no por convicción íntima de estar enriqueciendo al prójimo o a la sociedad en su conjunto con la traza de un fin común: Servir a la Nación por medio de ese ejercicio siempre silencioso y constructivo de las Fuerzas Armadas.

Sentido del compromiso adquirido que fluye en el corazón del Ejército de España, hoy aleccionado con el empeño de admitir limitaciones como el espíritu de sacrificio personal, la estimación de los valores humanos, la percepción del distintivo subjetivo, la vocación de servicio o el reconocimiento del compañerismo sin distinción de razas o procedencias.

Pascua Militar que reproduce vivir abrazado a valores como resultado de ese clima moral y de esa educación que sólo puede producir sus frutos, si suscitan verdaderamente la práctica de esas virtudes. Inculcación que conlleva pautas pertinentes de comportamiento, cuya finalidad no es otra que acrecentar el espíritu de cuerpo.

Celebración que pone de relieve valores éticos y morales, puntos en los que confluyen tanto normas como percepciones con el deber y el ser. Observándose con el rigor que merece tanto la progresión como la actuación íntegra ejercida durante los diversos transcursos de la trayectoria profesional, de aquellos hombres y mujeres que tienen la distinción de aferrarse a la honrosa Carrera de las Armas.

Pascua Militar que emplaza aceptar, asumir y superar los múltiples requerimientos que por el bien de la Nación, el Ejército dignamente reclama a ese noble Soldado de España. Aceptando sin dar marcha atrás el compromiso de los propios desempeños.

Fundamentación que da protagonismo a la disciplina al ser cultivada como máxima expresión en el credo del Ejército Español, haciendo más virtuoso a ese Soldado en quién todos miran al ejercitarla en el cumplimiento del deber.

Soldado de España quién en su palpitar siempre acompasado y renovado, pretende comprometerse por la culminación de una misión y de una apelación encomendada para la eternidad.

Quedando desenmascarada la inclinación vocacional de quién tiene el honor de refrendar estas líneas.

Vocación a una profesión que demanda ese servicio esmerado y que es edificada y reavivada cada jornada, haciéndola propia consigo misma al ser compartida con el resto de la ciudadanía española.

Inclinación vocacional asentada profunda e íntimamente en el corazón de este siempre Soldado de España.

Celebración de la Pascua Militar que nos otorga descubrir a hombres y mujeres diligentes, que bajo un mismo uniforme y Bandera se hacen resolutivos como polivalentes ante las numerosas adversidades que residen.

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