Los casos de personas mayores que fallecen solas en sus domicilios particulares y sus cuerpos son hallados días después del fallecimiento empujan a la reflexión de todos para intentar poner en marcha mecanismos para evitar situaciones de este tipo.
Los datos oficiales ya evidencian que la vida en soledad es una realidad para muchas personas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España existen 4,7 millones de hogares unipersonales y el país ha rebasado el umbral de los 2 millones de mayores de 65 años que viven solos. De ellos, más de 850.000 tienen 80 o más años.
En unos casos, esta soledad es no deseada, mientras que en otros es elegida. En cuanto a la primera situación, en el caso de personas mayores y cuando quieren continuar en su domicilio particular, la necesidad de la intervención de una persona de apoyo parece evidente. Mientras que en el segundo, en muchos casos, este apoyo tampoco deja de ser importante. Y es que la legítima aspiración de disfrutar de una vida independiente es compatible con contar con una persona de apoyo, por ejemplo el asistente personal, que en muchos casos incluso resulta imprescindible. El asistente personal no resta participación a la persona ni es una amenaza para su intimidad, sino que se presenta como ese apoyo necesario para lograr la vida independiente. Pero este acompañamiento también se puede llevar a cabo a través del voluntariado.
Vivir solo no es un problema, pero a veces sí lo es las condiciones en las que se hace y cuando no es elegido. Esta última situación afecta al bienestar de la persona e incluso a su salud, y la soledad viene acompañada de otro problema: la invisibilidad.
El estudio ‘Soledad y riesgo de aislamiento social en las personas mayores’ alerta de que el sentimiento de soledad se vuelve preocupante entre los ancianos. Esta investigación pone de manifiesto que el 39,5 por ciento de las personas mayores de 65 años presenta soledad emocional y el 29,1, soledad social, que hace referencia al sentimiento de pertenencia a un grupo.
Este mismo estudio señala el fomento de las relaciones sociales como una acción crucial para disminuir la sensación de soledad entre las personas, y avisa de la importancia de actuar contra la soledad, un fenómeno que “podría ir en aumento en los próximos años debido a los factores demográficos”.
Debido a que se desconocen casos concretos ya que el sentimiento de soledad se queda en la esfera de lo privado, sería interesante contar con una estadística de personas mayores que viven solas por voluntad propia y quienes viven esta situación de manera forzosa, para diseñar estrategias para ayudarlas o apoyarlas en cada caso, lo que tendría un impacto positivo en su bienestar y su salud.
Combatir la soledad no deseada debe ser tarea de todos, máxime cuando se trata de un problema que parece invisible en nuestra sociedad. A veces la solución no pasa por recursos económicos sino por potenciar lazos afectivos incluyendo a estas personas en la vida de nuestras familias, de movimientos vecinales o de la sociedad en general, fomentando acciones de voluntariado. Y es que, con pequeñas acciones, los ciudadanos pueden cambiar la vida de estas personas. Colaboremos para combatir esa soledad no deseada y también para mejorar la calidad de vida de quienes han elegido vivir en esta situación.
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