Los datos del desempleo y de afiliación a la Seguridad Social vuelven a ser espectaculares. El paro cae por debajo de los 2,9 millones de personas (42 mil menos que el mes anterior), que es lo que ocurría en el último trimestre de 2008, antes de la primera crisis financiera. Justamente estas eran las predicciones que hacíamos para el mes de junio con nuestros modelos de series estadísticas. La afiliación a la Seguridad Social sube por encima de los 20 millones de personas (115 mil más que el mes anterior). Del total de contratos firmados, 6 de cada 10 han sido indefinidos (783 mil).
Cualquier economista mínimamente serio, diría que nuestra economía va muy bien, pues de no ser así, ni bajaría el paro, ni subiría el empleo fijo. Incluso admitiría que esta espectacular bajada del paro pudiese ocasionar una pequeña espiral inflacionista, que a su vez produciría en el corto plazo un crecimiento de la producción y el empleo, a consecuencia del efecto ya estudiado de la “ilusión monetaria”. Y este efecto se ha visto incrementado a consecuencia de factores externos causadas por la guerra de Ucrania y la crisis climática. Es lo que expliqué en otra ocasión, a propósito de la teoría de la denomina Curva de Philips.
De hecho, nuestro PIB está creciendo al 6,3 % (1,4% en 2014) y nuestra tasa de paro está en el 13,3% (23,7% en 2014). Esto hace que nuestra tasa de actividad se sitúe en el 58,5%. También es verdad que el índice de precios al consumo ha variado hasta situarse en 10,2 puntos, aunque la inflación subyacente esté solo en 5,5. Pero esta variación hubiera sido mayor si el gobierno no hubiese reducido el IVA de la electricidad desde el 21% hasta el 5% y hubiese puesto un tope al precio del gas, que ha hecho, por ejemplo, que los precios previstos en el mercado eléctrico en estos días se situaran en 146,7 euros para España, frente a los 295,9 euros de Alemania, o los 410 euros de Francia. También se ha reducido 20 céntimos el libro de combustible, se han subido un 15% las pensiones no contributivas, se ha puesto en marcha una ayuda de 200 euros para familias con menos recursos, se ha limitado el precio de la bombona de butano, o se ha reducido el 50% de los abonos de transporte estatal.
Sin embargo, ni los grandes medios de comunicación, ni la ciudadanía, parece que le dan la importancia que merece todo lo anterior. Así, según la última encuesta del CIS, los españoles sitúan el empleo en un casi décimo lugar de su escala de preocupaciones, mientras que la inflación, que es algo temporal, como sostienen todos los expertos, la sitúan en primer lugar, seguida por las dificultades económicas familiares. Es decir, a las medidas estructurales, como la mejora del empleo, para solucionar las dificultades económicas, se les da mucha menos importancia que a una situación coyuntural, de la que, sin duda, se están aprovechando muchas de las grandes empresas del transporte y la alimentación de nuestro país, y de la que están los grandes medios dando noticias casi al segundo.
He leído con interés un artículo de JL Pedreira titulado “De la información desinformativa y las estrategias de manipulación mediática de Chomsky en España”. No dice nada que no se supiera, o se intuyera, pero lo explica muy bien y lo hace en un momento muy oportuno. Comienza con lo que él considera que es la estrategia mayoritaria de los medios de comunicación, desde la moción de censura, dirigidos y personalizados contra el Presidente del Gobierno (PG) Pedro Sánchez, al que se le acusa de ambicioso, personalista, y de querer mantener el “sillón” por encima de todo. Y lo hacen con una técnica de comunicación muy estudiada para diluir el posible impacto de las noticias buenas, acompañándolas de comentarios peyorativos o de contraopiniones. Es decir, formalmente informan de la noticia favorable al gobierno (baja el paro, p.ej.), pero rápidamente la acompañan de información contraria o descalificación (el paro baja porque cuentan los contratos fijos discontinuos y se maquillan las estadísticas con empleo público). Es la técnica denominada “paradoja” en comunicación sistémica, que desactiva el contenido positivo.
Como nos sigue diciendo el autor, los últimos acontecimientos (pandemia, Filomena, volcán, guerra de Ucrania…) han tenido un gran impacto en la ciudadanía y han necesitado un esfuerzo extraordinario del Gobierno de España. Frente a ello, la actitud general de la oposición de derechas ha sido deplorable, de ataque sistemático y de judicialización de las cuestiones más importantes (denuncia del confinamiento en el Tribunal Constitucional, denuncia personal contra el PG ante el Tribunal Supremo). José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo, asevera con rotundidad: “en España se ha producido una intervención judicial en asuntos netamente políticos”. Evidentemente, si estos órganos hubieran sido renovados, como establece la Constitución, quizás la estrategia de la derecha hubiera sido otra.
Mención aparte tienen las noticias falsas, que la derecha difunde con total iniquidad. Por ejemplo, el nuevo líder del Partido Popular declaró el 27 de junio que “El CIS hace las encuestas electorales, el INE el censo e IDRA cuenta los votos; confiamos en los profesionales de estas instituciones, pero no en la voluntad de Sánchez”. Lanzar dudas sobre el comportamiento de estas instituciones es un claro ataque a nuestra democracia.
Como afirma Noam Chomsky, conocer las estrategias de manipulación mediática nos ayudará a poder atajarlas de forma eficaz y eficiente. Y estas estrategias están basadas, por ejemplo, en distraer a la gente para que no se fije en temas importantes de verdad (inflación vs paro); ofrecer soluciones (p.ej. bajar impuestos), pero sin informar de los problemas que puede crear (que no se puedan pagar las pensiones); diferir la solución de los problemas (renovación del CGPJ, p. ej.), sabiendo que es más fácil asumir un sacrificio futuro que uno inmediato; tratar a la gente como si fueran niños (p.ej. sentencias de corrupción del PP o espionaje a Podemos) o idiotas (p.ej. becas para que los más ricos puedan estudiar en colegios privados en Madrid); fomentar que la gente sea más emocional que crítica (p.ej. nacionalismo catalán o mortalidad en residencias de mayores durante la pandemia); hacer que la gente se auto culpabilice de lo que ocurre (aportando solo noticias malas y críticas sin salida a toda la acción de gobierno), para que así se depriman y se inhiban de sus acciones de protesta….
Es decir, no es que España se ha derechizado, ni que el PG solo piensa en él, o que los nacionalistas han dado un golpe de Estado, o que el gobierno de España es ilegítimo. Es que, como decía Pedro Sánchez, “….este es un gobierno incómodo para algunos sectores económicos”. Y por eso la estrategia mediática puesta en marcha desde hace ya bastante tiempo, para forzar un cambio de ciclo político en España, no ha dado tregua ni en los peores momentos de la pandemia. Es la estrategia de la “sociología canalla”.
Pero, como dice nuestro presidente, (también de los de derechas, aunque les pese), “no nos quebrarán”.
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