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“Los socialistas no se mueren, se siembran”

Docente y destacada figura de la política ceutí durante la transición y la época dorada del socialismo local

Natural de Magaz de Pisuerga, Curiel estudió el bachillerato con los Marianistas, interno en Valladolid. Después cursó la carrera de Magisterio en Palencia, en cuya provincia comenzó a ejercer hasta su destino en Ceuta, donde se jubiló. Miembro activo de Acción Católica, en su pueblo, con el cura como centro de todas las actividades, aquella militancia le marcaría de por vida. - No había Falange, con lo cual no estuve en ella nunca. Allí empecé a comprometerme políticamente, cuando el consiliario de Acción Católica de la catedral de Palencia nos introdujo a tres compañeros y a mí en movimientos obreros y de protesta o cuando nos íbamos a Valladolid a montar un número. Son recuerdos que quedan perennes. -Muy diferente aquella Ceuta a la que llegaste hace 38 años a la actual… R- Y tanto. Hoy puedes participar en movimientos sociales, en actividades reivindicativas, militar en un partido o en un sindicato. Entonces era imposible. No podías ni comprar libros, que yo procuraba agenciármelos a través de librerías o contactos con compañeros de la Península. Te hablo de 1975, cuando yo ya militaba en el PSOE. -¿Cómo se produce tu arribada al Partido Socialista? A través del hijo de Fructuoso Miaja. Un día y a propósito de hablar de libros, me invitó a su casa, donde me presentó a su padre y me mostró su biblioteca. A partir de entonces, todos los días me iba a tomar café al ‘Noray’, que era donde podías hablar de política. Allí conocí a Francisco Vallecillo, a Miguel Guerra, a González Azcune, a Pepe Montes, a Nemesio… Luego, en Magisterio, entré en contacto con Pepe Escribano, con Paco Arrillaga… Y cuando se creó el PSOE local ingresé en él, por eso mi carné es el número siete. De todos aquellos once primeros me parece que quedamos muy pocos. -Pese a tu juventud de entonces, te convertiste muy pronto en uno de los pesos pesados del partido. - Me limité a trabajar, que es algo que me caracteriza cuando me implico en algo, y en el congreso de 1981 fui elegido secretario general y miembro del Comité Federal. Al año siguiente teníamos la candidatura de Fraiz para el Congreso, que quisimos explotar y luego resultó fatal, en contra de algunos compañeros que sostenían que el candidato para el Congreso debía ser yo. Particularmente pensé que era mejor que el elegido fuera una persona con militancia combativa e institucional y que, además, era concejal. Fui de suplente, con el acuerdo de que si ganábamos las municipales de 1983, Paco Fraiz renunciaría y yo sería el diputado, quedándose él al frente del Ayuntamiento. No sucedió así y a partir de ahí se formó un cisma enorme porque había compañeros que creían en el partido como institución, mientras que otros creían en las personas como institución. Uno de ellos era Paco Fraiz. No contribuían al gasto en el partido, que hubo mucho, que nos costó bastante dinero a los militantes, y a partir de ahí se rompió. "A mí me encanta lo de sacar la escuela de las cuatro paredes y hacerla permeable a la sociedad" -Y entonces te saliste del partido. - Los miembros de la Comisión Ejecutiva que yo presidía por no estar de acuerdo con la línea que marcaban desde el Ayuntamiento fuimos expulsados del partido. Otros no esperaron a que los echaran y decidieron irse. Y desde esos momentos el PSOE ha ido de capa caída. Recuerdas ahora todo aquello y dices, hombre, sí es verdad que entonces sí que se trabajaba y se militaba, se proponían y se hacían cosas, se estaba en la calle en contacto con la gente, y ahora ni con los militantes hay contacto. -¿Crees que entonces se hacía política mejor que ahora? - Los políticos se han vuelto más cómodos y la política es la de institucionalizar las personas, no los grupos políticos. Ahora ya no se va a hacer una campaña para el partido sino para Fulanito, Menganito, para don Juan o don Pedro… Y no. La política la concibo yo como de grupo, en la que los hombres y las mujeres ejerzan esa política de militancia, de compromiso, de acción, y todos, conservadores o socialistas, creo que tienen que vivir de acuerdo con sus principios. Yo siempre digo que los socialistas no se mueren, se siembran. Y es verdad, porque los socialistas siguen desde las Juventudes. Por eso, en el momento actual del PSOE me da mucha alegría ver como esas Juventudes Socialistas están haciendo la oposición al Gobierno con propuestas, datos y trabajo. - ¿Algún recuerdo especial de aquella época tuya? - Me emociona cada vez que recuerdo cuando en la primera campaña que salía yo con el coche me abordó una señora mayor y abrazándome me decía: ¡hijo, hijo, yo creí que nunca iba a poder ver esto! Poco después me volvió a suceder lo mismo con un anciano que, con lágrimas en los ojos, me comentaba también que ya podía morirse tranquilo. "Si naciera otra vez volvería a hacer lo mismo, aunque con la experiencia matizaría algunas cosas” - Dados los tiempos que corrían también te encontrarías con algún desagradable contratiempo. - Haciendo campaña con el coche, al pasar entre el Instituto y unas viviendas militares me lanzaron desde una ventana un par de pedradas de órdago que impactaron en el vehículo. Yo entonces, - ahora pienso que fui un inconsciente -, me salí del vehículo, cogí el micro y comencé a llamarles fascistas, que se atrevieran a bajar y frases más gruesas que me reservo. - Te recuerdo en tus mítines con una agresividad muy peculiar. - Lo reconozco, sí. Pero entiendo que un mitin es una concentración para atraer a los que no son militantes con unas soflamas, con algo que les llame la atención, y para los que lo son, animarles a que sigan en esa idea y vayan recogiendo voluntades para luego votar. Recuerdo que en una ocasión un señor de AP bajó de su casa y me puso como un trapo. No digo su nombre porque aún vive y… (carcajada) - ¿Nominarías a alguien en especial en la historia política local de aquellos años? - Paco Vallecillo. Era un hombre íntegro y convencido. Dinero que tenía y dinero que hacía falta, él lo ponía. Me acuerdo también de Nemesio, Miguel Guerra, González Azcune, Arrillaga, Escribano. Gente joven y mayor que yo tengo siempre en la memoria porque eran personas que en aquella época, y luego también, han sido y son socialistas. Algunos ya fallecieron desgraciadamente… Bueno, se sembraron, como yo digo.
Curiel en su época mitinera, ‘le enfant terrible’ del PSOE.
- ¿Cómo recuerdas el 23 – F? - Todavía con un poco de trauma. Tuve una llamada de un compañero de la Policía Nacional que me dijo, Alejandro no te preocupes y estate tranquilo, que si pasa algo yo te saco. No ocurrió nada y a la mañana siguiente me refirió lo mucho que le había costado dar con un traje para mí ya que tenía dispuesto un uniforme para sacarme. Eso te llena de satisfacción y orgullo de saber que cuentas con gente así como compañeros y amigos. - Años después fuiste secretario general de UGT. - En unos momentos de crisis acudieron a mí y tras presentarme al congreso salí elegido. Me votaron todas las federaciones, menos la mía, la de FETE, curiosamente. Por cierto que el primer día, cuando fui a tomar posesión, me encontré en la sede con el juzgado y la guardia civil, porque iban a embargar todos los bienes de UGT. Luego con diálogo y negociaciones se paró la demanda que había presentado un empresario ceutí y solucionamos el problema. Como secretario general estuve dos años en este sindicato cuyo objetivo es trabajar por los demás y hacerlo todos juntos. - ¿Muy distinta la labor del sindicato a la política? - En el sindicato también existe un poco el culto a la personalidad. Yo entiendo que un liberado sindical está para hacer sindicalismo, pero no sólo de su federación sino para todos los trabajadores y eso, por desgracia, como no pude conseguirlo, pues me fui. - ¿Te arrepientes de algo? - No. Si naciera otra vez volvería a hacer lo mismo, aunque con la experiencia matizaría algunas cosas. El trabajo que yo he realizado por los demás en el partido o en el sindicato creo que es un bagaje de tipo personal e intelectual que no se puede perder, que te enriquece y que te hace ver las cosas de distinta forma. - Y, ya por fin, Curiel, el profesor. - Lo de profesor no me encaja. Me gusta que me llamen maestro. A mí me encanta lo de sacar la escuela de las cuatro paredes y hacerla permeable a la sociedad. En Villa Jovita creamos la primera escuela de padres de un colegio público en Ceuta y conseguí involucrar al claustro para convertir el colegio en un club juvenil, manteniendo abiertas sus puertas a partir de las cinco de la tarde para que los niños pudieran jugar, leer, estudiar o hacer deporte. Aquel club mantuvo equipos de balonmano, baloncesto y tenis de mesa en categoría nacional, junto a otros de fútbol, ciclismo y atletismo. Todo ello a base de implicar a la barriada y a la asociación de padres. Aquello se acabó y ahora vamos a esa barriada y nos encontramos con cosas que no nos gustan y lo dicen aquellos mismos alumnos. Eso es sacar la escuela al entorno, algo que hoy se ha perdido un poco.

¿Qué fue de aquella lucha autonómica?

Batallador siempre en primera línea por la causa de la Autonomía, Alejandro Curiel manifiesta sentir vergüenza de ver a donde se ha llegado en el tema. - Entonces se tenía una idea de lo que queríamos que fuera la Autonomía, una autonomía real como cualquier otra. Luché por ella, junto a unos cuantos, y quemé el bodrio de Estatuto. Algo están aprovechando de él, pero la realidad es que ese Estatuto se puede utilizar, pero no como quisiéramos y debiéramos. Te queda así un sabor agridulce al recordar la ilusión que teníamos cuando luchábamos por él con aquellas grandes manifestaciones en Ceuta y en Madrid y en lo que ahora se ha convertido. - Autonomía con mayúsculas, Alejandro, por supuesto, pero Sanidad y Educación podrían ser dos competencias utópicas y potencialmente peligrosas. ¿Lo ves así? - El Estatuto, después del tiempo que ha pasado, de cómo se ha ido desarrollando, en Ceuta va a ser inviable. Como mucho las competencias que tenemos ahora, por ejemplo Medio Ambiente, que no es tal, que es de limpieza, que negocia con Urbaser. Eso por un lado, y luego Sanidad y Educación son dos temas tan importantes que yo creo que la Ciudad por sí sola no podría con ellas. Eso sí, habría que llegar a un entente entre la Ciudad y los dos ministerios a fin de poder regular o cogestionar ambas áreas desde aquí. Pero lo que es depender de la Asamblea estaríamos a expensas de encontrarnos un día con que no habría dinero para pagar. Imagínate lo que eso supondría con los sueldos que hay en el Ayuntamiento, pagar, además, a todo el personal de Sanidad y Educación. Y para seguir subvencionados, que nos siga pagando el Ministerio.
Alejandro Curiel en los años de gloria de los socialistas locales.

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