Con el resultado de las elecciones y a falta del recuento de votos de los españoles en el extranjero esto no ha hecho nada más que empezar. ¿Quién ha ganado? ¿Quién tendrá la posibilidad de reunir los apoyos necesarios para formar gobierno? ¿Cuáles serán los posibles pactos? ¿Qué candidato designará su majestad Felipe VI para formar nuevo gobierno? ¿ Llamará por teléfono Don Felipe a su padre, el Rey Emérito, para pedirle consejo o se personará en el Bribón y hablarán del asunto?
Todo es un jardín de dudas; lo que los matemáticos llaman variaciones, combinaciones y permutaciones para resolver todas las posibilidades.
Lo que es cierto es que los resultados son los que son y, como diría el camarada Lenin, "los hechos son testarudos".
Hemos oído de todo, y lo que nos tocará oír después de una campaña llena de mentiras, chascarrillos, frases hechas y bulos que hemos tenido que tragarnos. Todo vale para llevarse el gato al agua, sale gratis cualquier cosa y el juego sucio forma parte de la campaña electoral.
Lo que faltaba era seguir escuchando a los mequetrefes diciendo que si ha habido pucherazo, que no puede ser que en el congreso y el senado haya mucha diferencia de escaños entre unos y otros, que si hay un funcionario nada más custodiando los votos del extranjero o que los marcianos ejercieron su derecho al voto y por eso la izquierda salvó la derrota anunciada por las demoscópicas y el único que acertó fue el malvado Tezanos.
Así estamos, sin saber cómo le ponemos al niño: Alberto o Pedro.
La Constitución no habla de quién gana las elecciones sino de quién posee los apoyos necesarios para formar gobierno. Feijóo quiso firmar un pacto para que gobernara el más votado, olvidó que en algunas comunidades autónomas no ha sido así. En mi pueblo, Elche, el alcalde es del partido popular con el apoyo de Vox teniendo más concejales el partido socialista.
Los pactos están ahí, aunque los unos y los otros se acusen de lo mismo: El PP, pacta con la extraña derecha y el fascismo. El PSOE buscará apoyo de los nacionalistas que pondrán a Pedro Sánchez la argolla en el cuello a cambio de votar la investidura socialista.
No hay terroristas en el parlamento, se pongan como se pongan los del "que te vote Txapote", los partidos nacionalistas tienen todo el derecho a defender sus ideas, sumar puede ser comunista, bolivariano, Marxista, Leninista o Trotskista. ¿No entienden sus señorías que esto es una democracia y que la democracia debe basar sus reglas en una Constitución y que la Constitución puede ser cambiada?
Retumban en mi cabeza lo del Falcon, lo de los filoterroristas, los separatistas, los comunistas, los violadores y pederastas que se pasean a sus anchas por las calles volviendo a violar a las primeras de cambio, los okupas que han okupado veinte millones de hogares y el Pegasus.
Todo menos llegar a acuerdos, ver lo que conviene, lo que interesa en la coyuntura y la circunstancia que vivimos.
El pueblo ha hablado, y ha hablado más que en las elecciones anteriores. Las cartas están repartidas y cada uno tendrá que saber qué hace sin pegarle escupitajos a los demás.
¿Repetición de elecciones? ¿Volver a empezar? Tal vez sea así. En la posible campaña las mentiras saldrán más caras y las máscaras caerán con más facilidad.
Otra cosa será que "seis socialistas buenos" apoyen a Feijóo y a Vox, todo arreglado. El espíritu de Tamayo recorrerá el congreso de los diputados en la sesión de investidura.
¿No habrán seis diputados de Vox que sean buenos y apoyen a Sánchez? Ahí lo dejo.
Ahora solo faltaba que Ayuso le pegara una torta a Feijóo y lo mandara con Pablo Casado al ostracismo absoluto.
En el amor y en la guerra todo vale.